En el barrio de Quito donde más llueve no hay agua potable
En San Juan de Chillogallo, situado en Lloa, parroquia del cantón Quito, sus habitantes se enfrentan a la lluvia casi todos los días. Históricamente, este barrio ha registrado los más altos índices de precipitaciones, según el Inamhi.
En el barrio San Juan de Chillogallo tienen un problema con el abandono de los perros.
Emerson Rubio / PRIMICIAS
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En San Juan de Chillogallo "llueve día y noche", pero sus habitantes no llevan paraguas. Están acostumbrados. Algunos utilizan trajes impermeables y otros usan dos sacos y dos pantalones para soportar el frío y la neblina.
Este barrio pertenece a Lloa, una parroquia rural del cantón Quito.
Una reciente investigación de la firma ClimateData.org, que reporta los datos climáticos del mundo, reveló que Quito está en el top 10 de las ciudades donde más llueve, con 245 días de precipitaciones al año.
Situado a 3.450 metros sobre el nivel del mar, San Juan de Chillogallo es el barrio donde se han registrado los más altos índices de precipitaciones históricamente en el distrito, según el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi).
Y hay una explicación. Las montañas son grandes receptores de nubes, que debido a la acumulación de humedad se genera lluvia en abundancia.
En Quito hay un registro de precipitaciones de entre 978 y 1.428 milímetros al año. Mientras que el 6 de enero de 1971, solo en un día, San Juan reportó 96,1 milímetros. Actualmente, la estación meteorológica ubicada en la zona ha dejado de operar.
PRIMICIAS viajó hasta este pequeñísimo poblado.
Un camino empedrado -con agujeros que martillan las llantas del vehículo- conduce hasta el barrio. Le llaman la ruta Chiriboga y fue la primera vía que unió la Costa con la Sierra; se inauguró en agosto de 1942.
Al llegar, tras unos 50 minutos, se descubre el barrio entre neblina y dos hileras de casas.
Huyen en busca de empleo
Son las 15:00 del lunes 31 de octubre de 2022. En una esquina aguarda Rodrigo Ascuntar bien abrigado. El viento gélido golpea los tímpanos, pero no llueve.
Y es rarísimo, porque "aquí amanece y anoche lloviendo", suelta el hombre, de 56 años.
Ascuntar recuerda que la semana del 24 al 30 de octubre hubo lluvias todos los días. Eso dificulta el trabajo, porque la mayoría de los habitantes de la zona se dedican a la ganadería y a la agricultura (siembran papas, habas, mellocos).
Es difícil ordeñar y en ocasiones las cosechas se dañan.
En San Juan hay apenas unos 15 residentes. Los demás -adultos y niños- se han marchado a la ciudad en busca de empleo o por estudios.
Por eso, hay casas vacías. Una de ellas, destartalada y corroída por la humedad, fue vendida recientemente, tras la muerte de su dueño. "Le dio un infarto mientras caminaba", cuenta César Orozco, otro morador.
Pero la lluvia no es el único problema para los residentes.
No tienen agua potable
De una tienda aparece Ximena Araujo, de 47 años, forrada con dos chompas y botas de caucho. Sus padres son los dueños de la casa, donde, además de vender papas y cueritos, crían gallinas. Desde afuera se escucha el cacareo.
La mujer dice que vivir en San Juan, en medio del campo, tiene sus ventajas: "Hay más libertad. No nos falta nada, porque uno siembra y tiene sus cultivos".
"Y nunca usamos mascarillas durante la pandemia del Covid-19".
Sin embargo, sí existen problemas. Por ejemplo, en el barrio donde más llueve en Quito no hay agua potable, asegura. Un estudio del Instituto Ecuatoriano de Estadística y Censos (INEC) mostró que el 31,7% de hogares ecuatorianos no tiene acceso a servicios básicos.
Sí hay energía y alumbrado público, pero pocos gozan de tener una ducha eléctrica. Por eso, Araujo se baña pasando un día con agua que calienta en la cocina.
Frente a su casa, en un terreno vacío, hay un tanque azul que tiene 1.000 litros de capacidad (más o menos 333 botellas de gaseosa grandes). Cuando cae un aguacero, en 15 minutos está lleno. El agua es usada para sus animales.
En este, que parece un "pueblo fantasma" según la residente, hay una escuela que dejó de funcionar, una iglesia inaugurada el 25 de junio de 2022, donde un cura da misa dos veces al mes, un altar vacío y ninguna farmacia.
Si alguien se enferma, tiene que viajar unos 30 minutos hacia el centro de salud más cercano. Pero la mayoría de gente es precavida y tiene pastillas para todos los dolores, dice Rodrigo Ascuntar.
Lo que sí hay en este barrio es un centro de acopio comunitario de leche. Tiene un generador eléctrico y un tanque de enfriamiento, con una capacidad de 2.000 litros.
El Ministerio de Agricultura y Ganadería invirtió USD 27.383 en este proyecto, para beneficiar a 25 socios y 50 familias.
Se convirtió en botadero
Mientras Araujo habla sobre los problemas que tiene San Juan, por ejemplo, los baches en la vía o la ausencia de la Policía Nacional, una gallina cacarea. Trata de huir de un perro.
Algunos canes se pasean por la calle sin dueños. Cuenta la mujer que en ocasiones llegan personas desde Quito y los abandonan ahí.
Esto preocupa en el barrio, porque los canes atacan a las aves y no hay ningún control, lamenta. "No podemos alimentarlos, porque a veces no tenemos ni para nosotros", afirma.
Cuando son las 16:30, Araujo se alista para ir a ordeñar. "Tiene suerte de haber encontrado gente", dice riendo y se pierde entre la neblina.
En cambio, Rodrigo Ascuntar continúa parado en la misma esquina, esperando un bus para ir a la ciudad. Necesita hacer compras, pero las rutas de buses no son muy frecuentes. Se paga hasta USD 1,50 para viajar hacia La Libertad de Chillogallo, el barrio más cercano.
Un carro que pasa por allí lo lleva. San Juan se queda en silencio y en la penumbra otra vez.
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