Hermida cambia una historia de 153 años en la Universidad de Cuenca
María Augusta Hermida (3i), junto a Juan Espinoza, Catalina León y Monserrath Jerves, tras su posesión en la Universidad de Cuenca el 1 de febrero de 2021.
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El jueves 27 enero de 2021 María Augusta Hermida, una arquitecta de 53 años, cambió la historia de 153 años en la Universidad de Cuenca, al proclamarse como la primera mujer en ganar el rectorado de esa tradicional institución cuencana.
Su lista, Forum, ganó las elecciones en segunda vuelta con el 57,74 % de los votos, mientras que Pablo Vanegas, quien buscaba la reelección, se quedó con el 42,26 %.
En una entrevista con PRIMICIAS, la nueva rectora de la Universidad de Cuenca, reflexiona sobre la expectativa que ha generado este momento histórico.
Ha generado expectativa que una mujer asuma luego de un siglo y medio el rectorado de la Universidad de Cuenca ¿Cuál es su misión en ese sentido?
Lo tomo con humildad, pero con mucha responsabilidad. Creo que el hecho de que una mujer haya podido acceder al rectorado luego de 153 años demuestra que hubo un camino previo que se ha ido abriendo. Es decir que muchas mujeres antes estuvieron ya aquí en la academia con más dificultades que nuestra generación y eso ha permitido que, de algún modo, lleguemos hasta este punto.
Y por lo tanto, también somos responsables de lo que puede suceder a futuro. El hecho de ver a una mujer en un cargo como un rectorado ha emocionado -sobre todo a las jóvenes mujeres que están dentro de las universidades- porque ven en la academia un futuro de vida, no solamente para ser docentes sino como investigadoras y para estar en los cargos de gestión y dirección.
Tenemos que hacer un esfuerzo colectivo para que las mujeres estén más presentes. El hecho de haber llegado a este cargo, empieza a facilitar esto.
Según datos del Sistema Nacional de Información de la Educación Superior del Ecuador, menos del 20% de los cargos directivos de las universidades está ocupado por mujeres ¿Por qué existe esta brecha tan alta?
Hay dos conceptos que yo creo que debemos manejar desde la ciudadanía. El uno es el efecto embudo, que a nivel académico significa que entra gran cantidad de gente, inclusive en la Universidad de Cuenca más del 50% de los estudiantes son mujeres, pero conforme se va avanzando en la carrera, cerca graduarse, luego en la investigación, en la docencia o en la dirección, el número va disminuyendo. A eso se le conoce como efecto embudo y esto se produce por el llamado techo de cristal.
Ese es un techo que está ahí, que aparentemente es invisible, porque frente a la ley todos somos iguales, pero hay impedimentos para que hombres y mujeres lleguemos a las mismas posiciones.
¿Cómo cambiar esas dinámicas?
Eso no se rompe solo desde la universidad, sino desde la sociedad, pero desde la universidad tenemos una tarea importantísima, porque estamos formando a los profesionales. El hecho de que una mujer haya podido acceder al rectorado empieza a romper el 'techo de cristal'. Pero hay otros temas también.
¿Cuáles por ejemplo?
La ley, las normas internas de la universidad. Pero hay dos cosas más que para nosotros son incluso más importantes: la una es la sensibilización, la capacitación de la comunidad universitaria en temas de género y equidad.
En reconocer eso que antes nos parecía normal y empezar a deconstruirlo para demostrar que no es normal. Como esos comentarios que parecen pequeños acosos, por ejemplo, de un profesor que le diga a una estudiante de Arquitectura: “Tú no puedes subirte a la escalera porque eres mujer”. Eso empieza a limitar la libertad y hay que cambiarlo.
En segundo lugar está la transversalización de los temas de género. Eso significa que en las materias tenemos que ir explicando cómo construir una sociedad más igualitaria y equitativa y eso es parte del plan que tenemos para los próximos cinco años.
Si de aquí a cinco años hemos logrado avanzar en esto y empezamos a ver profesionales más equitativos nos sentiremos satisfechos.
¿Cómo será el trabajo para lograr la equidad al interior de la universidad?
Este es un tema que tiene que irse dando paulatinamente. En el ámbito de la docencia, las mujeres son el 40%; el problema más grave está en los cargos de dirección. Hay carreras donde hay más mujeres, como las ciencias sociales, pero en algunas carreras técnicas hay poquísimas mujeres.
Lo que tenemos que hacer es ir potenciando, desde la formación de los primeros años de las carreras para que todas esas mujeres se sientan animadas a continuar con la vida académica.
Hay un tema que se ha destapado mucho en los últimos años y es el acoso dentro de las aulas universitarias...
En la Universidad de Cuenca se ha trabajado en eso, tenemos un protocolo que cuando ya se empezó a aplicar se vio que necesita muchas reformas. Porque no es apropiado para todas las carreras, porque no habla de otros temas, como diferencias sexuales. Es difícil sancionar, faltan temas de prevención, en fin. Debemos avanzar mucho en temas de protocolos.
Y para que esto se logre necesitamos conocimiento -saber de temas de género- y también voluntad política. Eso es lo más importante. Porque a veces se puede desconocer sobre un tema, pero hay asesores. Y en este nuevo rectorado tenemos la voluntad política de que las cosas se hagan mejor.
¿Es injusto que recaiga sobre las mujeres que llegan a un cargo de decisión los cambios fundamentales para otras mujeres?
No creo que el hecho de que una mujer llegue a un cargo garantice nada. Hay muchas mujeres que dentro de su manera de liderar son absolutamente verticales, autoritarias, y reproducen la manera de hacer de hombres.
No digo de todos, también hay hombres muy democráticos y horizontales. Entonces, el hecho de ser mujer no garantiza nada, lo que garantiza es el proyecto que hemos construido entre todos y la voluntad política mía.
Usted dijo que la universidad está en riesgo de quedarse obsoleta por la transformación que trajo la pandemia ¿cuáles serán sus acciones para revertir eso?
Empezar con el proyecto Virtual Kuna. Tenemos que combinar virtualidad, presencialidad; potenciar la oferta de cursos, no solo de grado y de posgrado, también de educación continua con herramientas adecuadas.
Eso lo haremos en estos seis meses.
¿Cuál es el legado que quiere dejar en la Universidad de Cuenca?
Dos cosas: la primera es que la universidad sea un espacio de cuidado, de nada nos sirve tener una buena universidad si la gente está sufriendo, si la gente está sintiéndose mal, incómoda.
Lo segundo es ponernos a tono con la época, la universidad tiene que transformarse, la universidad tiene siglos, pero la del siglo XXI debe ponerse a tono con los temas de virtualidad, inteligencia artificial, cambio climático, todos los temas actuales; caso contrario nos vamos quedando rezagadas y hay otras universidades de Ecuador o del mundo que siguen ese ritmo y nosotros queremos dar ese salto cualitativo.
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