Cientos de abuelitos en Atahualpa envejecen solos y en medio del abandono del Estado
Así viven 600 ancianos, en el abandono de sus hijos y del Estado. La mayoría tiene desnutrición crónica y otros sufren por su discapacidad.
María Tocachi, de 81 años, vive en condición de extrema pobreza.
PRIMICIAS
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Están envejeciendo en medio de la pobreza y la soledad. Es la crisis silenciosa que viven unos 600 abuelitos de la parroquia Atahualpa-Habaspamba, una de las zonas rurales de la ciudad de Quito.
Manuel Cotocuago, de 92 años, nació en esta parroquia ubicada a una hora y 45 minutos del ruidoso Quito urbano.
"Don Manuelito", como se lo conocía, había enviudado hace 11 años. Vivía en una pequeña casa, de un solo cuarto y piso de tierra.
"Él está solito, nunca tuvo hijitos, no hay quien más le vea", cuenta María Teresa, una amiga de la esposa de Manuelito y a quien prometió cuidarlo y alimentarlo.
Cuando PRIMICIAS lo visitó a inicios de agosto, Manuelito estaba recostado en su cama, sobre un colchón viejo, cubierto por mantas y cobijas rotas. Casi no podía caminar ni hablar. Aunque, María Teresa aseguraba que entendía la débil voz y los gestos de Manuelito.
"Me dice que tiene miedo de ir al hospital o quiere darme un abrazo", contó María.
Aunque le costaba moverse, cuando Manuelito recibía alguna visita se emocionaba y extendía las manos, en busca de un abrazo.
Pero a finales de agosto de 2023, pocos días después de la entrevista para este reportaje, la vida de don Manuelito se apagó, luego de que una infección en las vías urinarias se le complicara.
"Pasa mucho en Atahualpa, los viejitos mueren de cosas que pudieron ser tratadas o que no eran graves, pero no se atienden porque ellos no tienen cómo llegar hasta los hospitales en Quito", dice Honorio Jiménez, uno de los fundadores de Corporación Familia.
Corporación Familia es una organización sin fines de lucro que lleva donaciones a Atahualpa. Además, sus voluntarios han construido y reparado viviendas para algunos abuelitos en la zona.
Una población invisible
Se dice que en esta parroquia solía esconderse el inca Atahualpa para descansar. Por eso esta pequeña parroquia en el nororiente de Quito adoptó ese nombre.
Hoy se la promociona como parte de la "ruta escondida" del Distrito Metropolitano, para paseos con senderos y paisajes campestres, a una hora y 45 minutos del ruidoso Quito urbano.
Pero el turismo no termina de despuntar en esta parroquia rural, que tiene altos índices de pobreza, una situación que se intensificó tras la pandemia de Covid-19 y que golpea a los más vulnerables.
El sacerdote Walter Vaca, párroco de Atahualpa, calcula que hay unos 600 ancianos en situación de pobreza en Atahualpa.
De ellos, unos 120 son los que viven una situación más crítica: están enfermos, tienen una discapacidad o viven solos. Sin embargo, no es un cálculo oficial.
La población total de la parroquia Atahualpa es de unas 1.600 personas, por lo que esas 600 personas de la tercera edad representarían el 38% de la población.
El Presidente de la Junta Parroquial de Atahualpa, Mauricio Marroquín, no conoce el número exacto de adultos mayores vulnerables en la zona, aunque reconoce que es una realidad de la parroquia.
"Los jóvenes ya no ven futuro en el campo y se han ido a la ciudad. Tratamos de ayudar con kits alimenticios, pero muchos ya no pueden ni cocinar", reconoce Marroquín.
Además, muchos ancianos no tienen refrigeradoras, por lo que los alimentos que les donan terminan dañándose.
Marroquín dice que está preparando un censo para identificar a la población de la tercera edad y así identificar sus condiciones de vida.
Y añade que ha pedido al MIES que retome programas como visitas a domicilio con apoyo y terapia para los ancianos, además pidió la creación de un centro gerontológico. No ha recibido respuesta.
PRIMICIAS consultó al MIES los programas de ayuda que entrega en Atahualpa en agosto de 2023, pero hasta el cierre de esta edición no hubo respuesta.
La ayuda del Estado es escasa
Para la mayoría de ancianos, el único ingreso es alguno de los bonos del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), que va de USD 50 a USD 100, según la situación de pobreza de la persona.
Otros, se ven obligados a pedir caridad o trabajar en el campo para cosechar su propia comida, aunque estén delicados de salud, dice Jiménez. De ahí que Corporación Familia calcula que al menos el 60% de ancianos a los que han ayudado tiene desnutrición crónica.
María Rosario Naranjo, de 82 años, recibía uno de los bonos del MIES, pero un día, cuando acudió a cobrarlo, le dijeron que ya no era beneficiaria.
"Cuando me dijeron que ya no me iban a dar el bono no hice nada, me regresé llorando".
María Rosario Naranjo, una abuelita de 82 años.
Esta adulta mayor tuvo 11 hijos, pero la mayoría se fue de Atahualpa, no la ayudan económicamente y no la visitan con frecuencia, relata con tristeza.
Ahora vive con su hermana María Albertina Nicolalde y su cuñado Ángel Gordillo, los dos son también de la tercera edad. Tuvieron tres hijos, pero ninguno los visita.
Esta pequeña familia se sostiene con el bono del MIES que todavía reciben María Albertina y Ángel, quien es sordomudo.
Jiménez, de Corporación Familia dice que ha conocido varios casos de ancianos sordomudos en Atahualpa. Además, por la edad o por cataratas, otros han quedado ciegos.
María Tocachi, de 81 años, perdió la visión por cataratas, pero se las arregla para cocinar en leña los alimentos que su hijo Manuel, de 50 años, y su hermano, Benjamín, cultivan en un pequeño terreno, en una de las colinas de Atahualpa.
Los tres vivían en una pequeña casa de bareque (construcción de barro y paja), con plásticos en lugar de vidrios en las ventanas, lo que hacía que el frío sea insoportable en la noche.
Pero la Corporación Familia les donó en 2022 una casa construida con un innovador sistema de paneles que son sismo resistentes.
El comedor de la Iglesia, un alivio
Para estos ancianos que viven solos, los domingos se han vuelto los días más importantes.
La iglesia católica Inmaculada Concepción, de la parroquia Atahualpa, tiene un comedor en el que después de la misa de las 12:00 de los domingos, se sirven de 30 a 40 almuerzos para estos adultos mayores.
El párroco, Walter Vaca, dice que los ancianitos están delgados y mal nutridos, y el único día que se alimentan bien es el domingo. Pero no acuden contentos al comedor solo por comida.
"Les gusta venir acá porque también es una oportunidad para verse con el resto de viejitos, abrazarse, comer juntos, sentir que no están solos", dice Vaca.
Si desea hacer donaciones o ser voluntario de la Corporación Familia puede llamar al teléfono (02) 2415-480 o escribir a sus redes sociales. La ONG además tiene un programa de venta de vivienda de bajo costo, para recaudar dinero y destinarlo a ayudar a estos adultos mayores.
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