Vigilantes Seguros, los ojos de la Policía en Tungurahua
En 2016, Vigilantes Seguros se formó en Ambato con 120 integrantes. En la actualidad, el modelo se ha replicado en varias provincias del país.
María Rosa Proaño tiene dos jornadas de trabajo como Vigilante Seguro: de 10:00 a 22:00, de lunes a jueves; y de viernes a sábado, hasta las 03:00.
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María Rosa Proaño es muy disciplinada en su horario y trabajo. Su “oficina” queda en la calle Montalvo, desde la Bolívar hasta la Rocafuerte, en el centro de Ambato, capital de Tungurahua.
Toda esa cuadra la recorre de lunes a jueves, desde las 10:00 hasta las 22:00. De viernes a sábado, el horario se extiende hasta las 03:00. Cuida carros y su sueldo es "la voluntad de los propietarios de los vehículos".
Pertenece a la Asociación Tres Juanes, los gestores de Vigilantes Seguros. Tiene 70 años y hace ocho se integró a la agrupación, el único sitio en el que no la discriminaron por ser adulta mayor y le brindaron un sitio de trabajo.
Los Vigilantes Seguros están supervisados por la Policía de la Subzona de Tungurahua y se encargan de cuidar los vehículos fuera de las discotecas o en determinadas calles consideradas más conflictivas en Ambato.
La finalidad fue acoger y dar prioridad laboral a las personas vulnerables, como adultos mayores y personas con discapacidad o en proceso de recuperación por adicciones.
En la actualidad son cuatro asociaciones solo en Ambato, que han replicado el modelo en otras ciudades del país.
El directivo Rommel Jarrín, de 39 años, contó que junto a su familia y otros amigos que se dedicaban a la venta de periódicos veían con nostalgia cómo muchas personas vulnerables vivían en la indigencia por la falta de una oportunidad laboral.
Fue entonces que, asesorados por el coronel en servicio pasivo de la Policía en Ambato, Dorian Balladares, el sargento Eduardo Frutos y la exgobernadora Lira Villalva los organizaron y motivaron para trabajar de manera ordenada, cuidando lo vehículos en las calles.
Capacitados y a las calles
Fueron capacitados y les dieron uniformes como señal de confianza para los propietarios de los carros. Siempre portan un chaleco, gorra azul y un carné.
“Nosotros somos los ojos de los policías. Para eso nos capacitaron, para que siempre alertemos en caso de algún delito. Hemos ayudado a muchas personas, aunque a veces ni agradecen. Pero siempre hacemos nuestro trabajo con buena voluntad”, expresó Jarrín.
Rommel madruga a vender los periódicos todos los días. Después, cerca de las 17:00, acude hasta la avenida Cevallos y calle Olmedo.
El joven asegura que muchas personas han intentado clonar la vestimenta para hacerse pasar como cuidadores con la intención de robar. Por eso siempre están en comunicación y alertan cuando observan a alguien desconocido.
En la actualidad buscan capacitarse con el Cuerpo de Bomberos, Cruz Roja y Atención al Cliente.
“No tenemos sueldo, ganamos la voluntad que cada dueño nos quiera dar, pero nosotros siempre debemos ser amables y tolerantes. Eso es lo primero que se inculca dentro de la organización”, dijo Rommel.
Una oportunidad
Pese a que en Ambato existe el parqueo tarifado en las calles céntricas, los cuidadores de carros permanecen vigilantes.
Claudia Echeverría, quien es contadora en una empresa privada, aseguró que cuando no encuentra un parqueadero cubierto, estaciona su carro cerca de las personas con el chaleco azul, porque sabe que son cuidadores capacitados por los policías.
Flor Tocto, una de las fundadoras, no ha dejado de trabajar en la calle Olmedo, donde se turna con Rommel. Ella perdió a su esposo Fernando Jarrín, pionero de la organización, en la pandemia de Covid-19.
"Doña Florcita”, como la conocen en Ambato, es multifacética: poeta, vendedora de periódicos y caramelos, así como cuidadora de vehículos.
Trabajan en turnos
“Entre todos nos alertamos y cuidamos cuando vemos sospechosos. Nosotros también nos hemos enfrentado a los delincuentes, pero siempre debemos informar a la Policía. Los motorizados están pendientes”, menciona Flor.
Según ella, el robo de accesorios ha disminuido en los lugares donde se ubican los vigilantes. Con lo poco que ganan han logrado aportar en sus hogares.
Rommel mencionó que en la actualidad trabajan al menos 5% de personas con discapacidad, 40% de adultos mayores y el resto son jóvenes. Incluso han reclutado a extranjeros.
Para sobrevivir, piden a los socios una cuota de USD 2 mensuales, dinero que se invierte en agasajos navideños, asistencia en salud o entrega de víveres.
María Rosa, contó que trabaja para ayudar a una de sus hijas que está enferma. En un día bueno, ella gana USD 15. Además de cuidar los carros, barre la calle que les sirve de oficina y ayuda a los dueños de los locales a vigilar la zona.
Jarrín sostuvo que no han tenido acercamiento con la actual alcaldesa Diana Caiza, pero que lo harán porque necesitan un espacio para las reuniones y capacitaciones.
El coronel Luis Silva, jefe de la Subzona de Tungurahua, mencionó que a los vigilantes seguros se los ha capacitado para ser preventivos y que alerten en alguna emergencia para que sea el policía el que actúe.
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