Testimonio: “Los presos viven mejor que nosotros”, dice militar en la Penitenciaría
La intervención en el complejo penitenciario de Guayaquil conlleva duras condiciones para el personal desplegado. Los militares cumplen turnos de 12 días, duermen en colchonetas, "apretados" en el suelo, en carpas con goteras y en medio de mosquitos.
Militares colocan grava en el ingreso de sus carpas para evitar que el lodo corra bajo los palets de madera donde colocan sus colchonetas, en la Penitenciaría del Litoral.
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El campamento se instaló en un terreno del tamaño de una cancha de fútbol, al sur de la Penitenciaría del Litoral, en Guayaquil. Decenas de carpas verde olivo acogen al personal militar que interviene la prisión con requisas diarias en el marco del conflicto armado interno.
No obstante, las carpas militares de lona filtran agua y los soldados les colocan plásticos en la cubierta, pero aún así terminan durmiendo entre goteras.
En las carpas más pequeñas pueden dormir hasta una decena de hombres. Son pocos los catres de hierro y la mayoría de la tropa tiende las colchonetas en el suelo, encima de palets o de ladrillos con tablones, para evitar el lodo que corre en plena etapa lluviosa en la ciudad.
La tropa de las fuerzas terrestre, naval y aérea cumple turnos de 12 días. Soldados, marinos y tripulantes descansan dos días y luego vuelven a la prisión desde la declaratoria de estado de excepción, del pasado 9 de enero de 2024.
Un pequeño ventilador de metal refresca una de las carpas más pequeñas, donde duermen nueve hombres, cuenta un militar. “Los mosquitos no dejan dormir”, dice al paso, rabioso, durante una visita de medios al penal. "Los presos viven mejor que nosotros", exclama.
¿Militarización permanente?
El estado de excepción de 60 días podría extenderse por un mes más. Pero el objetivo del Gobierno es mantener de forma permanente la militarización de las cárceles, incomunicando a los cabecillas en los “centros de mando criminal” que son las prisiones.
Se trata de una estrategia capaz de reducir -al menos en el mediano plazo- hasta en un 50% los delitos y crímenes en las calles, según estima la Policía Nacional.
La habitabilidad del personal militar surge como un nuevo reto para el acompañamiento a largo plazo a las labores del Servicio de Atención a Privados de la Libertad (SNAI), tras el dictamen de un juez sobre la vulneración de derechos de siete detenidos.
Los militares mantienen el control total en 18 de 35 cárceles del país. En el complejo de Guayaquil han intervenido en cuatro de los cinco centros -excepto la cárcel de mujeres-, mientras que mantienen operaciones de control diarias en la Penitenciaría y en La Roca.
PRIMICIAS conversó con un joven militar desplegado en la Penitenciaría, una de las cárceles más violentas del país y con mayor nivel de hacinamiento, ubicada en el kilómetro 16,5 de la vía a Daule, en el norte de Guayaquil.
“Prácticamente vivimos aquí”
“La entrada con los portones, que es como un túnel (se refiere a una pasaje de ingreso a los pabellones, con el piso lodoso y las paredes desconchadas), representa el paso a un mundo muy diferente al que conocemos todos. Es otra cosa, completamente.
Eso de verdad es como una película, mi 'sub'. Con las paredes y puertas llenas de orificios de innumerables disparos y explosiones, ya se puede hacer una idea. Llevamos más de un mes interviniendo todos los días y seguimos encontrando armas y municiones.
"En ningún momento esto se deja sin presencia militar. Es la única forma de mantener el control, porque si no vuelven las trifulcas y el caos".
Todos los días se hace revista con perros en los pabellones. Y casi a diario, volvemos a encontrar armas y dinamita. Entonces, el riesgo aún es latente. Incluso para un militar resulta impactante todo lo que se ve allí dentro. Ahí se ve la verdadera fuerza de cada uno.
Yo comencé trabajando en patrullaje en las calles (en el inicio del estado de excepción), pero unos días después nos mandaron para la Penitenciaría. Ahora prácticamente estamos viviendo allí y uno sale de visita a su casa.
Trabajamos 12 días de corrido y salimos dos días francos, libres, para volver de nuevo 12 días más. En esos dos días uno sale a reabastecerse, a tomar fuerza, a ver a su familia".
Miedo a la tuberculosis
"Entre el Ejército, la Fuerza Aérea y Fuerza Naval; soldados, infantes de marina, personal de a bordo y grupos de fuerzas especiales somos como 1.000 efectivos.
En los pabellones hay gente con tuberculosis y otras enfermedades. Y esa es nuestra principal preocupación ahora. Ya uno de nosotros salió contagiado con tuberculosis. Entonces hay que andar con mascarillas y alcohol, cuidar la higiene y el lavado de manos.
"La comida no es mala. Y a veces, la gente llega a donarnos galletas, colas, frutas, eso da moral porque sentimos que desde afuera se valora lo que estamos haciendo".
La mayor parte del tiempo la pasamos en el campamento (como fuerza de reacción) y el personal se turna cada seis horas de guardia. En esas seis horas te puede tocar cuidar el perímetro o, lo más peligroso, entrar a los pabellones a pasar una nueva revista.
En mi carpa dormimos apretadas nueve personas, tuvimos que poner plásticos arriba porque por las costuras de la lona se filtra el agua, con las lluvias; pero aún así caen goteras.
El calor y los mosquitos son otro problema, no te dejan dormir. Por eso es que el compañero le pasó diciendo (con rabia) eso de que ‘los presos viven mejor que nosotros’. Los reos están sin luz, pero duermen bajo techo y en sus catres en las noches de lluvia, a eso se refería".
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