"Tengo miedo de ir al trabajo, pero no de hacer periodismo", testimonio del ataque a TC Televisión
María, periodista de TC Televisión, cuenta los momentos que vivió cuando sujetos armados la sometieron durante el ataque a esa casa televisiva en Guayaquil.
Evacuación de los trabajadores de TC Televisión, tras el ataque armado de Los Tiguerones en Guayaquil, el 9 de enero de 2024.
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Su padre era el único ser sobre la tierra que la llamaba por su primer nombre -'María'- y contemplaba orgulloso cómo la niña de sus ojos se había convertido en una sagaz periodista, como él.
Tras 20 años en el oficio, María cuenta los dramáticos momentos que vivió cuando 15 sujetos ingresaron armados a TC Televisión, la tarde del 9 de enero, para infundir el terror en un Guayaquil sumido en la violencia.
Un rutina que se rompió a balazos
"Mi horario de trabajo es de 12:00 a 20:30. Nuestra emisión central va desde las 12:30 hasta las 15:00, pero hace una división, porque de 14:00 a 15:00 comienza Después del noticiero. Minutos después de las 14:00 empezó todo.
A esa hora le mandé un mensaje a mi esposo para decirle 'se nos metieron, llama a la Policía'. También lo mandaron al chat de El Noticiero, pero fue casi simultáneo que cuando recibí esos mensajes, ya escuché disparos en la recepción.
Mis compañeros trataron de contener el avance de estos tipos y cerraron la puerta, pero empujaron con tanta fuerza y dispararon.
Ahí hieren a los dos camarógrafos de piso, a uno en la pierna y a otro en la cabeza.
No tuve chance para pensar si era broma o no lo que ponían en el chat, porque ya escuché disparos y vidrios rotos. Entonces un reportero me dijo 'se nos metieron, vamos' y salió corriendo, mientras yo hacía los libretos.
El pasillo que conduce al estudio tiene a la derecha a la Redacción, como los escuché cerca dije si salgo corriendo para seguir a mi amigo, ellos me van a ver, porque van a estar detrás de mí y me van a disparar por la espalda.
Entonces mi primera reacción fue esconderme en el baño de hombres. Después supe que hubo gente que se metió en el archivo, en otro baño de la dirección de noticias y a las que nunca encontraron durante la incursión.
Me metí al baño y luego llegó la productora y un reportero presentador. Estaba la luz apagada, como jugando a las escondidas, pero mucho más en serio. Agarré el teléfono porque pensé que era el medio para pedir ayuda y así lo hice al ECU-911.
Los sacaron del baño
Pensé que estos tipos tenían un objetivo directo en el estudio de noticias y que iba a estar a salvo en el baño. Había mucho silencio, pero empecé a temblar y mi compañera me decía 'bájale el brillo al celular, ponlo en vibrador'.
Me lo escondí en la ropa, porque la gente empezó a llamar y mi compañero se puso delante de nosotras, que estábamos subidas en el inodoro. Hablábamos muy bajito, porque teníamos miedo de que nos encontraran.
Luego, nuestros miedos se hicieron realidad porque escuchamos que revolvían los asientos. Ahí dije voy a morir en este baño, los tipos van a disparar. Eran dos los que entraron al baño y nos dijeron 'salgan, que los vamos a matar'.
Mi compañero levantó las manos y salimos todos. Uno de los dos sujetos me golpeó y me arrancó la cadenita que tenía mientras me llevaba al estudio, donde había más personas que estaban en el control máster.
Ellos querían que mi compañero hiciera un anuncio: 'La mafia tiene poder, el presidente no puede con nosotros', pero no tenían una demanda clara.
El punto de quiebre fue cuando llegó la Policía, porque hasta la transmisión en vivo estaban envalentonados.
Nosotros estábamos en el piso, aterrados, y de cuando en cuando nos apuntaban o nos revisaban para quitarnos los teléfonos, por eso tenía el mío escondido. Supimos que llegó la Policía porque se escucharon disparos afuera, helicópteros.
Y llegó la Policía
Ahí ellos se pusieron frenéticos y cambiaron completamente su comportamiento. Comenzaron a destrozar el estudio, no sé si por vandalismo o por buscar una salida. Eran muy jóvenes, el que me quitó la cadena tendría unos 17 años.
Como no encontraron una salida dentro del estudio, tenían que abrir la puerta. Si la Policía entraba, lo primero que verían iba a ser a nosotros, entonces los delincuentes se decidieron a salir y, envalentonados, gritaron: 'Aquí los matamos a todos, les vamos a dar bala'.
Eran unos seis, de los 13, que estaban ahí. Ellos decidieron buscar cada uno un escudo humano y yo rogaba 'que no me agarren a mí', mientras estaba acostada.
Pero alguien me agarró del pelo, me levantó y me puso adelante con el arma en la cabeza.
Cada uno agarró a su rehén para salir por la puerta del estudio. Lo primero que hicieron fue ir hacia la izquierda, donde está la avenida de Las Américas. Pero algo pasó y regresaron a buscar otra salida por donde están los tres estudios.
Ahora nos llevaron al estudio más pequeño, donde nos lanzaron al piso y nos arrodillaron a seis personas.
Se pusieron frenéticos y empezaron a llamar por teléfono: 'Firma, mande refuerzos, que se nos mete la Policía'.
Otro dijo 'no gastes balas por huevadas, mi tigre' y supe que eran Tiguerones. Alguien les pedía que envíen transmisiones en vivo y a una compañera le quitaron el celular y le ordenaron que llorara, que dijera que no dispararan.
Como escuchábamos disparos, más miedo sentíamos.
"Esta es mi última oración"
Yo estaba orando, recé como un millón de padres nuestros, pero el momento más crítico fue cuando cortaron la luz. Sentí más miedo porque dije ahora va a entrar la Policía y ellos nos tenían arrodillados al frente, apuntándonos a la cabeza.
Nos agarramos de las manos y un amigo dijo el nombre de sus hijas. Me partió el corazón, pensé que mis hijos iban a ver mi cuerpo con una bala en la cabeza.
Yo dije, 'Dios mío, déjame ver a mis hijos una vez más y que sepan que los amo'.
Pensé también en los periodistas de El Comercio (asesinados en 2018), porque dije ¿será que ellos sintieron lo mismo que yo? ¿Cuáles habrán sido sus últimos pensamientos?
Cuando entró la Policía, esta gente se puso peor y repetían 'los vamos a matar a todos estos hijue...' y nosotros llorábamos. Pensé, 'aquí se acabó, este es mil último pensamiento, mi último segundo en la tierra'.
Hasta que por fin el tipo me lanzó al piso y le extendí la mano a un agente del GIR, que me sacó, me puso un chaleco y me dijo 'tranquila, estás viva'.
Por la noche, mientras intentaba dormir acariciando a mi hijo, pensaba 'será que esto es verdad o que me morí y esto es un sueño'. Ahora tengo miedo de ir al trabajo, pero no de hacer periodismo.
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