Lobos, Choneros y Tiguerones marcan su piel con tatuajes de animales salvajes
Los integrantes de bandas criminales de Ecuador se marcan la piel con leones tigres, lobos, fusiles, lágrimas. Por lo que ese tipo de tatuajes se están convirtiendo en un estigma.
Una fotografía muestra el tatuaje de un animal salvaje en el pecho de un integrante de una banda delictiva.
AFP
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Sus pieles están cubiertas por tatuajes con una fauna singular: leones, tigres, lobos. Impronta de lealtad a bandas del narcotráfico en Ecuador y a la vez estigma de persecución para desprevenidos amantes de esos animales.
Al estilo de las maras (pandillas) que sembraban terror en El Salvador, las bandas ecuatorianas marcan sus cuerpos con tinta en honor a organizaciones bautizadas con nombres como Los Lobos, Las Águilas, Los Lagartos, Los Tiguerones o Los Choneros, una de las más poderosas cuyo líder se autoidentifica con un león.
Aliados a carteles mexicanos y colombianos, el creciente poder y violencia del narcotráfico en Ecuador se manifiesta en la competencia de una veintena de grupos antagónicos.
Estas insignias entintadas trascienden el cuerpo y se instalan también en paredes de cárceles, barriadas humildes y hasta sectores de clase media para delimitar territorios criminales.
¿Qué significan los tatuajes en las bandas?
Es un tema de identidad y fidelidad a la organización, puntualiza a la AFP el coronel Roberto Santamaría, jefe de la Policía en el distrito de Nueva Prosperina, el sector más violento de Guayaquil.
"La narcocultura hace que se creen doctrinas, se creen historias y esta es una forma de reclutar a menores para meterles en la cabeza que son parte de una estructura", sostiene.
La moda que exalta al narcotráfico se expresa en tatuajes, pero también en la música que ensalza la figura del traficante, gustos excéntricos como tener animales exóticos de mascota o vistosas cirugías estéticas para las mujeres de los capos.
En su celular, Santamaría guarda imágenes de tatuados con fusiles AK 47, lágrimas de tinta negra, manos juntas que piden perdón y los infaltables animales salvajes.
"Cada una de estas organizaciones tiene un tatuaje en especial, por ejemplo, Los Tiguerones se tatúan un tigre con una boina y estrellas que representan la jerarquía" en esa organización, explica Santamaría.
Dentro del violento sistema carcelario de Ecuador, un tatuaje puede ser la diferencia entre la vida o la muerte. Antes de ingresar a prisión, los reclusos "se identifican con la simbología tatuada para que no les pongan en un pabellón que es contrario, por ejemplo, porque saben que en el momento en que ingresan a ese pabellón van a morir", sentencia Santamaría.
En ciertos contextos, un "signo distintivo de estas bandas (...) es muerte segura", sentencia el tatuador Jean Paolo.
Tatuajes se convierten en estigma
"Prefiero tener mi tatuaje siempre bajo la ropa por todo el problema actual que se está viviendo en el país, el estigma, que te señalen", dice a la AFP bajo reserva un joven con un tigre grande en su espalda. Nunca imaginó que haberse tatuado un animal se volvería peligroso.
"Te encasillan, te estigmatizan y piensan que si te vistes de tal manera (…) ya eres de tal banda"
Joven ecuatoriano que tiene un tatuaje
Así es en Guayaquil, una ciudad portuaria y centro logístico de las bandas narcotraficantes en el suroeste ecuatoriano. Allí, los amantes de los tatuajes están bajo sospecha, tanto de pandilleros como de policías.
Durante redadas en zonas violentas, soldados y policías revisan a los sospechosos debajo de las prendas en busca de tatuajes. También, se pesquisan señas particulares entre los aspirantes a ingresar a los cuerpos de seguridad para evitar potenciales infiltrados.
Los artistas trabajan con miedo a atender clientes vinculados a bandas y sufrir la venganza de sus rivales. Algunos cerraron sus locales y ahora tatúan a domicilio.
"Yo lo que hago es peinar (escudriñar) todas las redes sociales de la persona que me escribió, para ver si de verdad califica o no. Con tanto peligro, literalmente tengo que ser como el FBI", explica Jean Paolo, artista tatuador que prefirió reservar su apellido por temor a represalias.
Con el miedo crece la necesidad de borrar estas marcas asociadas a la guerra. Como trabajando sobre un manuscrito, los tatuadores se las ingenian para cubrir con nuevos diseños los 'dibujos malditos'. Los más adinerados acuden a clínicas especializadas para eliminarlos con sistema láser.
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