Nueva Prosperina: 38 cabecillas se reparten el noroeste de Guayaquil
Cuatro grupos de delincuencia organizada dominan por parcelas los circuitos Monte Sinaí, Flor de Bastión, Paraíso de la Flor, Nuevo Guayaquil, Fortín y Nueva Prosperina, al noroeste de Guayaquil. Solo en Monte Sinaí, la Policía identifica a 12 cabecillas.
Vista de Lomas de la Florida y del circuito Nueva Prosperina, en el noroeste de Guayaquil.
Segura EP
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El mapa de los grupos de delincuencia organizada en Nueva Prosperina, al noroeste de Guayaquil, se ha configurado a sangre y fuego. Una disputa encarnizada de las bandas por el dominio del territorio se recrudeció desde el último trimestre de 2022.
Los niveles de violencia criminal en ese sector urbano marginal, consolidado a partir de asentamientos irregulares y migración de todas partes de Ecuador, convirtieron este año a Nueva Prosperina en el distrito más violento del país en relación a su población.
De hecho, el Concejo Cantonal de Guayaquil prevé sesionar por primera vez en el sector este jueves 28 de septiembre de 2023, en la cooperativa Reinaldo Quiñónez de Monte Sinaí, como una forma de reivindicar décadas de olvido.
En Nueva Prosperina operan las bandas criminales Fatales, Tiguerones, Águilas y Choneros. Y 38 cabecillas de estas organizaciones se reparten el dominio del territorio, por parcelas, según el rastreo de unidades de inteligencia de la Policía Nacional.
El distrito del noroeste de Guayaquil, foco de extorsión y secuestro, está integrado a su vez por seis grandes sectores o circuitos: Monte Sinaí, Flor de Bastión, Paraíso de la Flor, Nuevo Guayaquil, Fortín y el homónimo Nueva Prosperina.
Monte Sinaí, el sector más grande y olvidado, sin pavimentación ni servicios básicos tras más de 20 años, está parcelado por 12 cabecillas que cobran extorsiones semanales a casas y negocios (de USD 2 a USD 10 semanales).
Toda Nueva Prosperina cuenta con 363.000 habitantes. Y solo Monte Sinaí tiene casi 10.000 hectáreas y 39 cooperativas de vivienda.
La banda de los Fatales, que se desprende de Los Choneros, domina casi todo Monte Sinaí con 11 cabecillas. Mientras que Tiguerones ejerce control y poder en una pequeña mancha de territorio, en lo más profundo de Monte Sinaí, en el extremo donde termina la ciudad.
Tiguerones, en más zonas
Los Tiguerones, que en alianza con Los Lobos se enfrentan a la dupla “Águilas-Fatales”, extiende además su influencia a todo el circuito homónimo de Nueva Prosperina y a Paraíso de la Flor, pero también al Fortín y Nuevo Guayaquil.
Los Tiguerones cuenta con 16 cabecillas en la zona. Y dentro de su extenso territorio existen pequeñas parcelas dominadas por sus enemigos, Las Águilas.
Si a eso se suma que comparten fronteras con bandas enemigas, no son de extrañar las fricciones y la violencia. En los primeros ocho meses del año, Nueva Prosperina registró 456 muertes violentas, con una tasa de 125,62 homicidios por cada 100.000 habitantes.
Los Tiguerones tienen además influencia en los sectores más consolidados o urbanizados -dotados de servicios-, al borde de la vía Perimetral, de allí su influencia en distritos colindantes del norte de Guayaquil.
Se trata de la banda responsable del 36% de las extorsiones en toda la Zona 8, según la Policía, la principal culpable de ese delito en Guayaquil, Durán y Samborondón.
En ciertas zonas del distrito Nueva Prosperina, las bandas incluso cobran con sobreprecio a los negocios por servicios de agua, electricidad o Internet, según ha detectado la Policía. Y a los adolescentes les encargan el cobro de extorsiones a casas y negocios.
El teniente coronel Roberto Santamaría, jefe de policía de Nueva Prosperina, dice que el mapa de las bandas se ha ido consolidando a partir de una estrategia de conquista progresiva de territorio y métodos de guerra urbana.
Como la más reciente estrategia de los grupos delictivos parece consistir en expulsar a la Policía, a través de amedrentamiento con numerosos motociclistas armados, los agentes están patrullando en grupos de hasta 70 motos, en operativos especiales.
“Las condiciones del terreno son de tercer y cuarto orden, es difícil acceder y de eso se valen los delincuentes”, indicó Santamaría. “No van a amilanarnos con estos motociclistas con lo que pretenden hacernos frente”.
Escuela de sicarios en Nueva Prosperina
Una pequeña área en el corazón de Nueva Prosperina aún la domina con dos cabecillas la banda de Los Choneros, de la que se desprendieron Fatales y Águilas.
Pero se trata de un lugar rodeado de áreas verdes y montañas de difícil acceso y con diversas rutas de evasión, que la Policía identifica como un “sitio de adoctrinamiento”, lo que incluye “una escuela de sicarios”, según los informes de Inteligencia.
Allí se imparten las bases para el cometimiento de delitos como extorsión, microtráfico y secuestro o las estrategias para el reclutamiento de adolescentes.
Las bandas de la zona también usurpan de terrenos (expulsan de viviendas a sus dueños) y se dedican además al asalto, robo a personas, robo a motos o a carros.
Entre grandes planicies habitadas, cerros y remanentes de bosque seco, la Policía solicita presencia militar permanente en parte del trazado del Trasvase Daule-Chongón, conocido como canal de la muerte por ahogados recurrentes y cuerpos abandonados.
Se trata de un proyecto estratégico de riego, de 27 kilómetros de extensión y una tercera parte rodeada de asentamientos humanos, que carece de resguardo militar.
El canal marca una división territorial o una suerte de frontera geográfica que los grupos de delincuencia organizada utilizan para determinar sus límites de cobertura.
La actual administración municipal se plantea como prioridad dotar de agua potable a 100.000 familias que carecen de servicio por tubería en Nueva Prosperina, pues ello permitirá avanzar con aceras, bordillos y asfaltado.
“Cuando hay desgobierno, alguien termina gobernando”, dice el arquitecto y urbanista Franklin Villamar, quien ha trabajado desde 2014 en procesos de regularización de asentamientos irregulares en la provincia de Guayas.
“Es lo que pasa con zonas de invasión olvidadas por décadas, muchos jóvenes deciden unirse a las actividades delictivas en parte porque se sienten segregados”, dice el arquitecto.
Villamar señala que las bandas llegaron a los asentamientos a ocupar el papel de los antiguos traficantes de tierra, que ejercieron dominio en estos sectores desde sus inicios, incluso a través de violencia.
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