La violencia y la pobreza disparan los asesinatos en Guayaquil
Guayaquil suma 2041 muertes violentas en lo que va del año. Los distritos Nueva Prosperina, Sur y Pascuales, donde más crecen asesinatos, son también los de más pobreza: problemas de acceso a salud, educación, servicios o empleo.
Un hombre encapuchado camina por una calle de la cooperativa Sergio Toral, en el distrito Nueva Prosperina, al noroeste de Guayaquil, en el distrito más violento de la ciudad.
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Las organizaciones delictivas en Nueva Prosperina (noroeste), el distrito de mayor número de asesinatos en Guayaquil, no solo cobran por proveer servicios como agua potable o Internet, sino que han comenzado a ejercer gobernanza en su territorio.
Las bandas criminales están supliendo los servicios que el Estado debe garantizar, proveen insumos médicos o artículos de farmacia e incluso entregan regalos de navidad a los niños de la zona, según un informe financiado por el Departamento de Estado de Estados Unidos.
Guayaquil contabiliza en lo que va del año 2.041 muertes violentas; y el mal parece haberse encarnado en las zonas más olvidadas tras la pandemia de Covid-19.
Los distritos Nueva Prosperina, Sur y Pascuales, en los que más crecen los asesinatos, son también los de más pobreza multidimensional: con mayores problemas de acceso a educación, salud, servicios o empleo.
En Nueva Prosperina, donde 38 cabecillas de las bandas Fatales, Tiguerones, Águilas y Choneros secuestran y extorsionan a todo lo que se mueva (casas y negocios con vacunas semanales), estas organizaciones parecen también aplicar la teoría del palo y la zanahoria.
Con dádivas se encargan de obtener protección de los pobladores. También, por temor, algunos residentes les terminan reportando a las bandas actividades inusuales o patrullajes policiales para “quedar bien” ante estos grupos y evitar convertirse en blanco de delitos.
Pobreza en múltiples dimensiones
En el distrito Nueva Prosperina están los sectores con mayor tasa de pobreza multidimensional de la ciudad, por encima del 86%, según datos que recoge la Empresa Pública Municipal para el Control de Seguridad de Guayaquil (Segura EP).
La Balerio Estacio y Monte Sinaí registran entre el 98% y 99% de pobreza. Y solo en Monte Sinaí viven una 42.000 familias.
La pobreza multidimensional se mide en hogares con al menos cuatro privaciones en dimensiones como trabajo, seguridad social, acceso a salud, educación, agua, alimentación, vivienda y hábitat sano.
Se trata de los “barrios violentados” a los que se refiere el alcalde de Guayaquil, Aquiles Alvarez, en el marco de un plan de intervención con programas sociales, becas, además de iniciativas culturales o deportivas con las que se pretende pacificar las zonas a largo plazo.
En Nueva Prosperina, que creció a partir de invasiones, con extensas zonas sin agua potable, menos del 15% de la población tiene acceso a la universidad. Solo se compara con otro de los sectores marginales, la Isla Trinitaria, al suroeste de Guayaquil.
“Cuando un niño no tiene un espacio digno para desarrollarse, cuando un barrio en lugar de canchas tiene balas, se rompe el tejido para construir una sociedad de paz”.
Andrés Sandoval, gerente de Segura EP.
En el noroeste, los cabecillas de bandas actúan como financistas, a modo de cooperativas, que prestan dinero para adquirir motos y armas a sus huestes, entre ellos adolescentes. La Policía estima que un 16% de los estudiantes y de la población está relacionado con las bandas.
La tasa de abandono escolar en el bachillerato es del 2,41% en Nueva Prosperina, la segunda más alta en la ciudad, solo superada por otro de los barrios más violentos, los Guasmos en el distrito Sur de Guayaquil.
Los crímenes se duplican en el sur
La mayor tasa de deserción escolar para bachillerato en Guayaquil (3,33%) se registra en el distrito sur, escenario habitual de matanzas y crímenes múltiples.
Los niveles de pobreza alcanzan entre 25% y 46%, cuando a escala nacional el promedio es de 27%. Lagartos y Mafia-18 usan a los adolescentes para el microtráfico y el sicariato, como una forma de evadir la prisión.
Los carteles mexicanos les pagan en parte con heroína a las bandas narcodelictivas por servicios logísticos de salida de cocaína, lo que abona al consumo problemático de la droga tipo “H”, un derivado “que tiene costos aproximados por dosis de entre USD 2 y USD 6”.
Y en Guayas, “el consumo de pasta base y ‘H’ se concentra en el sur de Guayaquil y sectores populares”, según el Observatorio Ecuatoriano de Crimen Organizado (OECO).
En el sur, los asesinatos han crecido en mayor proporción respecto al año pasado. El distrito está a un lado de los puertos marítimos, una de las grandes vías de salida de los narcóticos.
Pascuales (norte), otro de los distritos con mayor crecimiento de asesinatos, vivió en la última semana al menos tres ataques con explosivos contra negocios, por vacunas extorsivas.
“Las mayores víctimas de delitos como extorsión es la propia población de estos barrios, la violencia perpetúa condiciones de discriminación y empobrecimiento”
Fernando Bastias, activista CDH.
Según Fernando Bastias, del Comité Permanente por la Defensa de los Derechos Humanos (CDH), se requiere ir más allá de lo punitivo, de las necesarias intervenciones militares y policiales -dice-, pues las propias Naciones Unidas llaman a cambiar el enfoque de la lucha contra el narcotráfico.
En materia de derechos humanos, la “guerra contra las drogas” equivale a una guerra contra las personas, de acuerdo a la ONU, con un impacto mayor sobre los pobres, pues el mayor peso de sus actividades recae sobre grupos ya vulnerados y marginados.
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