Xavier Obando: “Tras el crimen de mi hijo me convertí en una mejor persona”
Buscando paz en medio del dolor. Xavier Obando habla del legado de su hijo Sebastián, de 11 años, asesinado en una heladería del sur de Guayaquil, en septiembre del 2021, en un punto de inflexión de la violencia en la ciudad.
Xavier Obando revisa fotos de su hijo, Sebastián, asesinado durante un asalto a una heladería, en el sur de Guayaquil.
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Aún siente rabia, cada vez menos culpa, pero cree que una disculpa le bastaría para ayudarle a encontrar la paz. Xavier Obando representa a las familias de las víctimas inocentes de la violencia. Tras el crimen de su hijo, fechas como el Día del Padre se tornan aciagas.
El crimen de su hijo Sebastián marcó un punto de inflexión en la escalada de violencia en Guayaquil, que persiste casi tres años después.
“A partir de ese momento se destapó la violencia y empezaron a crecer las víctimas colaterales. A los criminales ya no les importó quién moría, ya no medían a quién se llevaban por delante”, reflexiona Obando, de 35 años.
Se refiere a la tarde del domingo 17 de octubre de 2021. Ese día llevó a su familia a una heladería del barrio Centenario, al sur de Guayaquil. Él, su esposa e hija vieron morir a Sebastián, de solo 11 años, víctima de un tiroteo durante un asalto en el local.
“Repasas una y otra vez ese momento. Te cuestionas todo: por qué fuiste a ese lugar, por qué no te quedaste en casa, cómo reaccionaste. Y te culpas”, dice.
El año pasado se registraron 353 muertes violentas de menores de edad (89 de menos de 14 años) en el país, según la Dirección de Muertes Violentas. Y solo durante este mes, al menos cuatro niños y adolescentes (estudiantes) murieron en hechos violentos en Guayas.
“La culpa (no) es de la víctima”
El diseñador gráfico y publicista reflexiona que buscar culpables de un hecho fortuito es también la reacción mayoritaria. “Todo el mundo juzga. Y resulta que la culpa es de la víctima”, dice.
La sospecha recae sobre el inocente o su familia, “aunque no tengan nada que ver". Y pone el ejemplo de la niña de 10 asesinada en un tiroteo esta semana en el Suburbio (oeste).
“Lo primero que a la gente se le ocurre escribir en redes es preguntarse qué hacía la niña despierta o en la calle a medianoche, pero en realidad ella estaba en su casa”, agrega.
“Hay que tener en cuenta que el mensaje de un desconocido afecta o puede ayudar a aliviar el dolor de la familia”.
Este Día del Padre será como un día más en casa de Obando. Él solo espera la tarjeta, el beso y abrazo de su hija, ahora de 10 años. Mientras que el 27 de junio irán con globos y flores a la tumba de Sebastián a cantarle el “Happy Birthday": hubiera cumplido 14 años.
“Sebastián era luz. Un niño humanitario y sensible, todo lo que pasaba a su alrededor realmente lo sentía, muy empático. Y creo que nos dejó ese legado de la empatía. Quería ser youtuber. Se reía de todo. Y tenía una risa que se escuchaba a lo lejos”, recuerda.
Los padres reconocen que se distanciaron tras la tragedia, pues la violencia fortuita puede destruir una familia, dice. Él se aisló en el trabajo, pues dice que no podía con la culpa, pero luego la pareja se brindó apoyo mutuo y las familias de ambos ayudaron en el proceso.
“Tras el crimen de mi hijo creo que me convertí en una mejor persona. Aprendes a compartir tiempo de calidad con los seres que amas, tratar de estar en paz con tu entorno. Porque por encima de lo material están esos instantes. Somos transitorios, somos prestados”, dice.
“Todavía espero una disculpa del policía”
Pero Obando reconoce que todavía siente “mucha rabia” con la Policía, por cómo actuaron en el caso. Y cuenta que está lejos de cerrar el ciclo emocional del trágico episodio.
El ladrón que ingresó a robar la heladería el 17 de octubre de 2021, capturado meses después, recibió una sentencia de 23 años de prisión. Pero la familia responsabiliza al policía que se encontraba en el interior del local de desatar los disparos.
De hecho, según los informes ventilados en el juicio, la bala que mató a Sebastián provino de la nueve milímetros del policía, cuenta el padre. Mientras que la del ladrón era de fogueo.
La voz de “alto, policía” desató el intercambio de disparos y la familia quedó en medio, recuerdan. El niño intentó salir corriendo y lo impactó una bala.
La familia mantiene una acusación particular por negligencia contra el policía. Pero el caso no avanza en la Fiscalía “porque involucra también directamente al Estado”, según el padre, y los familiares tampoco han seguido impulsando la petición.
Xavier relata que hubo policías que en vez de ayudarlo tras el crimen, lo pusieron a recorrer dependencias como “despiste” para que la versión del uniformado involucrado fuera la que quedara sentada en Fiscalía, asegura. Estuvo 10 horas buscando ayuda, hasta las 03:00, dice.
La familia espera una disculpa. El padre dice que esperaba que el agente involucrado lo llamara a pedir perdón por provocar un intercambio de disparos en un local lleno de niños con sus familias.
“Si él me hubiera dicho que cometió un error que llevará siempre consigo, aunque nunca lo pueda remediar, creo que entonces yo podría comenzar a cerrar esta brecha y a tener paz”, agrega Xavier. “Eso me daría un respiro para seguir adelante”.
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