Así es vivir en Calipiedra, el barrio más alto y más frío de Quito
Las temperaturas en Calipiedra pueden descender hasta dos grados centígrados. Sus 90 habitantes viven de la agricultura y la ganadería.
Imagen del ingreso al barrio Calipiedra, el 6 de diciembre de 2023.
Jonathan Machado / Primicias
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La vida transcurre a un ritmo distinto a 3.700 metros sobre el nivel del mar. En el barrio Calipiedra, el más alto y más frío de Quito, el ruido citadino desaparece para dar paso al silbido del viento y ocasionales sonidos de animales de granja.
Es lógico, pues -aunque está a escasos 60 minutos del hipercentro capitalino- se ubica en las faldas del cerro Atacazo, una de las principales fuentes de agua dulce de la capital.
En verano, las temperaturas alcanzan unos agradables 20 grados centígrados, pero en invierno y por la noche, sus habitantes han tenido que acostumbrarse a temperaturas de hasta dos grados centígrados.
El frío y la distancia han hecho de Calipiedra el área urbana más alta, más fría y quizá, una de las menos pobladas de Quito. Sus 90 habitantes se dedican principalmente a la agricultura y ganadería.
Y como los ritmos son distintos, los horarios también. En Calipiedra el día empieza a las 04:00 cuando los hombres y mujeres salen a ordeñar las vacas que se distribuyen en los potreros establecidos en la zona.
Una vez terminada esta tarea, el día debe alcanzar para cuidar al resto de animales de granja y las plantaciones de papás, mellocos, lechugas y tomates.
Son las 09:20 del 6 de diciembre de 2023. María Quinuña, una de las habitantes más antiguas del sector, termina de alimentar a sus animales. Tiene tiempo para conversar y cuenta que llegó a Calipiedra hace 30 años, en 1993, cuando en el barrio apenas había dos familias.
La venta de cuyes, gallinas y leche es su sustento diario, aunque lo que genera con esa actividad apenas alcanza para alimentar a su familia y para pagar la planilla de luz eléctrica.
Calipiedra también es un barrio de paradojas, pues no tiene agua corriente, a pesar de que El Atacazo es una de las principales fuentes de agua de Quito.
"Nos dedicamos a la agricultura porque no hay otras fuentes de empleo y porque es lo que sabemos hacer", dice Quinuña.
En esto coincide Alicia Gamboy, otra habitante del sector. Mientras ayuda a su esposo a construir la segunda planta de su vivienda. Cuenta que las plantaciones de papas, legumbres y hortalizas, así como los cuyes, cerdos y gallinas alcanzan para alimentar a la pareja y a sus siete hijos, pero no para mucho más.
Lo que sobra se guarda en costales de yute para vender en mercados del sur de Quito y Machachi, un cantón ubicado al sur de Quito. Pero llevar los productos al mercado no es fácil, porque las vías de acceso y salida de Calipiedra son de tierra y están llenas de baches.
Para ganar algo más, Gamboy dice que "hay que trabajar de cualquier cosa para comer algo distinto a lo que sembramos".
A pocos metros de la construcción está la vivienda de Ángel Chacha, uno de los habitantes más populares de Calipiedra.
El reconocimiento entre sus vecinos nació cuando el Municipio lo contrató para cuidar el cerro Atacazo y evitar que personas lleguen a arrojar basura o a quemar escombros. "Acá venían personas hasta para desmantelar autos robados", recuerda.
Por evitar eso, cuenta Chacha, hace cuatro meses instalaron un puesto de control para registrar el ingreso de personas al barrio. "Hemos reducido casi a cero la quema de escombros y la basura en las fuentes de agua", dice con una sonrisa de satisfacción.
Ahora, los habitantes de Calipiedra esperan que el Municipio de Quito o la Prefectura de Pichincha incluyan a su barrio en los planes de rehabilitación vial para que sacar sus productos no sea tan complicado.
Sin transporte ni escuelas cerca
Los problemas que enfrentan los habitantes de Calipiedra no se limitan únicamente a la falta de agua potable, carreteras en mal estado y mínimas posibilidades de conseguir empleo.
Sus 90 habitantes deben caminar casi tres kilómetros para llegar a la parada de bus más cercana. Asimismo, la escuela a la que asisten los 10 niños que viven en el sector está a cinco kilómetros de distancia, en la parroquia Guamaní.
"Es injusto que no tengamos una carretera digna para que podamos transportar nuestros productos y para que los niños puedan llegar a su escuela sin ensuciarse", reclama María Quilatuña.
Según ella, han realizado pedidos a la Prefectura de Pichincha para que Calipiedra sea incluido en el plan de rehabilitación vial que maneja la entidad. Sin embargo, no han tenido una respuesta positiva.
"Hasta que nos aprueben el pedido, tendremos que seguir cargando los costales con nuestros productos y los niños caminando hasta su escuela", se lamenta.
Invasiones
Las invasiones se suman a la larga lista de preocupaciones con las que lidian constantemente los habitantes de Calipiedra.
En el Atacazo es común que personas extrañas instalen cercas para que cerdos y ovejas aprovechen el pasto y el agua natural. "Esta actividad contamina el agua que consumen alrededor de 200.00 personas de Quito", dice Ángel Chacha, guardabosques del Atacazo.
Este problema se ha acentuado en las 270 hectáreas que conforman la comuna Espejo, vecina del barrio Calipiedra. "Lo que ocurre es que la comuna Espejo no es habitada y por eso los invasores aprovechan para ingresar a esos terrenos con sus animales", explica.
Sin embargo, cuenta que los propietarios de la comuna Espejo recorren constantemente sus terrenos para verificar que no haya invasores. "Cuando vemos alguna cerca la destruimos para que los animales se vayan y no contaminen el agua", dice Verónica Zuña, presidenta de la comuna Espejo.
Para 2024 se prevé que el Municipio concrete la compra de las 270 hectáreas de la comuna Espejo, con el objetivo de declararlas como zona de interés público y natural. "Nosotros ya hemos vendido los animales. Espera de los últimos detalles para cerrar el trato", anota Zuña.
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