Lasso llega debilitado a la cita en la que podría revivir Unasur, en Brasil
El presidente Guillermo Lasso viajó a Brasil para una cita de presidentes de Sudamérica, organizada por Lula da Silva. La cumbre incluirá al venezolano Nicolás Maduro.
El presidente de Brasil, Lula Da Silva, inauguró la Cumbre de presidentes Sudamericanos en Brasilia. 30 de mayo de 2023
AFP
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El presidente Guillermo Lasso llegó a Brasil para reunirse con los demás mandatarios de la región, con el objetivo común de reactivar la integración. El foro con más muestras de apoyo es la Unasur.
El presidente ecuatoriano tiene previsto impulsar diálogos por la cooperación en seguridad, que es un problema transnacional. Sin embargo, la agenda de sus pares podría obligarlo a tomar una posición de frente al resurgimiento de la Unasur.
El politizado bloque regional estuvo al borde de la extinción entre 2017 y 2020, cuando la mayoría de mandatarios, en ese entonces de derecha, decidieron abandonarlo. Los únicos países que permanecieron dentro del tratado fueron Venezuela, Surinam y Guyana. Y, aunque Perú y Bolivia no lo abandonaron, dejaron de participar.
Mientras tanto, en abril de 2018, los presidentes de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú decidieron buscar un reemplazo y, en marzo 2019, nació el fallido Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur).
Ahora, con un nuevo viraje en la tendencia de los gobiernos, la mayoría de ellos parte de la autodenominada izquierda progresista, que confluye en el Grupo de Puebla, los líderes quieren retomar la Unasur como bandera regional.
Gobiernos en crisis
El 30 de mayo de 2023, Brasilia será la sede del primer encuentro presidencial de la región, en casi una década, que contará con representación de los 12 gobiernos de Sudamérica. La única ausente será la presidenta peruana Dina Boluarte.
La mandataria, que llegó al poder tras la caída de Pedro Castillo, no puede abandonar el país por las investigaciones judiciales en su contra, pero envió en su lugar a Alberto Otárola, titular del Consejo de Ministros.
Esa es solo una muestra de la crisis que atraviesan los distintos gobiernos de la región. El mismo presidente ecuatoriano llega a la cita a puertas de su salida anticipada de Carondelet.
En medio del segundo intento de la oposición de destituirlo, desde la Asamblea Nacional, el presidente Lasso disolvió el Parlamento y convocó a unas elecciones extraordinarias, que se llevarán a cabo el 20 de agosto de 2023.
Además, el ocaso de los gobiernos de derecha se muestra en que nuevamente son minoría en la región: Ecuador, Paraguay y Uruguay. Sin embargo, estos dos últimos nunca se han caracterizado por tomar posiciones radicales frente a los demás gobiernos.
Mientras que, en el caso de Lasso, será la primera vez que comparta un foro internacional con el venezolano Nicolás Maduro, pese a que nunca lo reconoció como su homólogo y continuó con la línea de Lenín Moreno, de mantener congeladas las relaciones con Caracas.
Maduro llega también después de años de bloqueo internacional, con la carga de una crisis migratoria sin precedentes que ha golpeado a toda la región y con las denuncias constantes de elecciones manipuladas para mantenerse en el poder.
Es por eso que el mismo anfitrión de la cita, Lula da Silva, advirtió a Maduro que está en sus manos que Venezuela "vuelva a ser un país soberano, donde solo su pueblo, a través de una votación libre, diga quién se debe gobernar".
Mientras que el presidente venezolano afirmó que su país ha sido objeto de un cerco "ideológico" montado por la ultraderecha global, pero aseguró que "ha resistido" y que está listo para "trabajar en la construcción de un nuevo mapa de cooperación" regional.
El presidente argentino, Alberto Fernández, también llega Brasilia arrastrando la peor inflación en su país desde la crisis de 2001 y sin un horizonte claro frente a las próximas elecciones presidenciales de octubre, que provocan tensiones dentro políticas en el oficialismo.
Mientras tanto, Luis Arce, el heredero de Evo Morales, enfrenta un modelo económico fracasado, que tiene a Bolivia en quiebra, con un déficit fiscal permanente y un desplome de la producción de gas, fuente primordial de ingresos del país.
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