Chacón: "Los partidos tienen que asumir la formación en temas de género"
La exvicealcaldesa de Quito, Daniela Chacón habla sobre la violencia política contra las mujeres y las minorías, y de la falta de corresponsabilidad de los actores involucrados.
Daniela Chacón, en un evento del CNE sobre la violencia en espacios de participación política, el 29 de noviembre de 2019.
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La política tampoco escapa a la violencia de género. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el acoso político limita el acceso de las mujeres al ejercicio del poder político y su actuación cuando llegan a ocupar espacios de poder.
La violencia contra las mujeres mediada por la tecnología ha aumentado significativamente y se ha convertido en parte inevitable de su experiencia en la esfera pública. Las plataformas y herramientas virtuales facilitan los ataques porque permiten el anonimato y pueden amplificar exponencialmente su alcance.
De acuerdo con la ONU, entre los mecanismos de violencia política están: el acoso virtual, el discurso de odio, la difamación, la desinformación, la diseminación de información privada. Todos son métodos para intimidar, deslegitimar y excluir a las mujeres del ámbito político.
Y el Código de la Democracia ecuatoriano califica como infracción electoral muy grave el "incurrir en actos de violencia política de género", que debe ser sancionado con una multa entre USD 8.400 y USD 28.000, destitución y/o suspensión de los derechos políticos por cuatro años. Pero no sucede.
El caso más reciente de esta actuación fue el del legislador Diego Ordóñez, quien está siendo procesado por misoginia contra la asambleísta Mónica Palacios, al emitir un comentario por redes sociales en referencia a la parlamentaria.
En medio de este contexto, este 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, y la exvicealcaldesa de Quito, Daniela Chacón, habló con PRIMICIAS sobre la necesidad de que exista una corresponsabilidad entre todos los actores del escenario político para desterrar este tipo de prácticas.
¿Cómo entender la violencia política contra las mujeres?
Son los actos, palabras, gestos, hechos que tienen como objetivo explotar los estereotipos que la sociedad tiene sobre las mujeres, con el fin de desincentivar o dificultar la participación política de las mujeres o como una represalia frente a esa misma participación política.
Hay segmentos de la población que niegan que la violencia por género exista. ¿Cómo enfrentar esto en el escenario político?
Hay que reconocer que, en efecto, ha habido avances en la lucha por la igualdad y contra la violencia de género, especialmente, en las últimas décadas. Pese a ello, estos avances son nada en comparación de lo que falta.
Las cifras son superclaras en Ecuador: en los 221 cantones solo hay 18 alcaldesas, menos del 10%; en las 24 prefecturas hay cinco mujeres; en los concejos municipales la representación de mujeres está llegando al 25%; y en las últimas elecciones presidenciales tuvimos una sola mujer entre 16 candidatos a la Presidencia y siete de esos binomios fueron solo de hombres.
Esto demuestra que la presencia de las mujeres sigue siendo minoritaria, especialmente, en casos de mayor poder. En el ámbito legislativo estamos un poco más presentes (38% de asambleístas son mujeres).
¿A qué responde esto?
A que la sociedad todavía tiene esos estereotipos sobre el rol de la mujer en la sociedad y que muchas veces la política es incompatible con ese rol. Y eso hace que las que entran sean juzgadas y muchas de ellas decidan no quedarse por la violencia política, la falta de apoyo de la familia, que no haya quien asuma las tareas de cuidados en los hogares.
¿Qué papel juega la falta de representación en esto? Por ejemplo, en el Ejecutivo hay siete mujeres frente a 27 hombres.
Primero hay que quitarse de la cabeza esa idea de que 'no hay mujeres'. Porque ese es el argumento cuando se aprueban leyes de paridad o de cuotas. Lo que pasa es que hay que salir a buscarlas expresamente.
Porque como los espacios son tan restringidos y los espacios de representación son tan masculinos, en ese mismo entorno es muy difícil que esas personas en el poder puedan conocer a mujeres que estén trabajando en esas temáticas.
Lograr la paridad en puestos de representación demanda que haya una búsqueda expresa de mujeres, que salgamos por fuera de nuestro entorno.
Y esto hace que la sociedad empiece a ver esta diversidad en la opinión pública, en las noticias, que las veamos tomando decisiones, para que genere un efecto multiplicador para las nuevas generaciones y que vean que es posible hacer carreras para llegar a esos espacios y que son espacios que podemos y debemos ocupar.
¿Puede haber violencia política contra los hombres?
La violencia política es sobre la base de género, se da porque son mujeres. Pero también podría haber violencia política contra la población Lgbti.
No se puede dar contra los hombres porque ser hombre en política es lo tradicional, lo 'natural'. Además, a ellos no se les juzga por su género, sino por su actuar, por corrupción o porque no hacen un buen trabajo.
¿Y en el caso de las mujeres?
Si se les juzga por su trabajo no necesariamente es violencia política, porque está asociado con su ejercicio como tal. Pero si llega con una carga sobre el género, es diferente.
A un hombre en política no se le insulta por su calidad moral, a una mujer sí.
Siempre el insulto a la mujer en política es una alusión a su moralidad femenina, pasan porque dejan a los 'guaguas' solos, porque no se encargan de su familia, porque muestran a su pareja. Pero a los hombres eso no se les cuestiona.
Es decir, se busca denostarlas por su condición de mujer y no por su trabajo. Por eso sucede con grupos vulnerables, cuerpos que no han estado presentes por norma en el espacio público y, por lo tanto, su presencia irrumpe en la política.
Una de las herramientas de desprestigio político más utilizadas en el país contra las mujeres es su sexualidad.
Eso es violencia política, porque de acuerdo al imaginario social y el estereotipo de género construido durante siglos, las mujeres siempre hemos estado destinadas al espacio privado y de los cuidados.
Esta concepción de la mujer también viene de una idea de presunta pureza y su virginidad, bondad maternal. Y, cuando las mujeres irrumpen en los espacios tradicionalmente reservados para hombres, ellos ya no pueden reunirse a tomar decisiones a altas horas de la noche, en medio de tragos y probablemente prostíbulos, porque ya hay mujeres presentes.
Esto empieza a cambiar las dinámicas de cómo se hacía política tradicionalmente y genera reacciones. Por eso siempre se recurre a los insultos dentro de la moralidad femenina, por eso la violencia política contra las personas Lgbti también viene con insultos que aluden a la feminidad.
¿Cómo se puede cambiar esta forma de hacer política?
Hay varias cosas. Sabemos perfectamente que hay resistencias enormes contra el reconocimiento de la violencia contra las mujeres y más aún en este campo político, que es poco explorado en el país y nuevo.
Entonces, es importante hablar del tema públicamente, que se evidencie cómo se expresa. Ahí entran las organizaciones de la sociedad civil que están permanentemente publicando los reportes sobre los insultos que reciben las mujeres.
También es importante el escrutinio permanente que debemos hacer a los políticos, para que no sea tan fácil que se salgan con la suya, cuando tienen actitudes de esta naturaleza. Es decir, que sientan la presión, social, mediática, de redes sociales y al menos generen un llamado a la conciencia.
Un tercer punto es que los partidos políticos tienen que asumir la formación a sus cuadros en temas de género y de violencia de género. Y el mismo Consejo Nacional Electoral (CNE) debe auditar los recursos que entrega a los partidos y movimientos para capacitación, ¿dónde están esas capacitaciones? ¿Quiénes las brindan?
Le falta mucho al CNE sobre el rol que tiene que tener frente a las organizaciones políticas y sus procesos de formación.
Y, finalmente, sí es necesaria la legislación en torno a las consecuencias de la violencia política, en la Asamblea Nacional, en los concejos municipales. No tiene que ser una destitución, pero sí que se establezcan sanciones para la promoción de la violencia política.
Una cosa que hace que no existan cambios es la impunidad.
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