Con Lula, la izquierda reconquista su pieza más preciada
La izquierda latinoamericana, en plena resurrección en los últimos años, recupera con la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva a su pieza más preciada: un Brasil que busca restaurar el proceso de integración regional.
Luiz Inácio Lula da Silva pronuncia un discurso a sus simpatizantes, tras ganar la segunda ronda de las elecciones presidenciales, en la Avenida Paulista en Sao Paulo, Brasil, el 30 de octubre de 2022.
EFE
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La izquierda latinoamericana, en plena resurrección en los últimos años, recupera con la victoria de Luiz Inácio Lula da Silva a su pieza más preciada: un Brasil que ahora pretenderá restaurar un abandonado proceso de integración regional.
Lula ganó las elecciones con un 50,9% de los votos, frente al 49,1% que obtuvo el presidente y aspirante a la reelección, Jair Bolsonaro, líder de una ultraderecha cuya política exterior relegó a un segundo plano las relaciones con América Latina.
Se impuso como candidato de un vasto frente político, formado por todas las gamas de la izquierda, junto con fuerzas de centro y centroderecha que también tendrán un enorme peso en su Gobierno.
Hace dos décadas, cuando Lula inició un periodo de ocho años en el poder, las relaciones con el mundo estaban más guiadas por su propia visión, que ahora plantea un Brasil que "converse con todos" y apueste sobre todo en América Latina.
En su momento, Lula, de 77 años, coincidió en el poder con otros líderes de izquierda más radicales, como el cubano Fidel Castro y el venezolano Hugo Chávez, ambos ya fallecidos.
Ahora tendrá nuevos compañeros de viaje. Algunos ya conocidos y más cercanos a su generación, como el mexicano Andrés Manuel López Obrador, el boliviano Luis Arce o el argentino Alberto Fernández.
También conocidos y muy cercanos son el venezolano Nicolás Maduro y el nicaragüense Daniel Ortega, tildados de dictadores por la derecha regional y criticados sin tapujos por el chileno Gabriel Boric, que a sus 36 años surge como una voz renovadora en la izquierda latinoamericana.
Sobre los casos de Venezuela y Nicaragua, espinosos hasta para el progresismo regional, Lula es esquivo y se limita a desear "más democracia" para esos dos países, pero sin "intervención".
Reconstruir sobre las ruinas de la integración
El principal objetivo de la política exterior de Lula, según anticipó, será la integración regional, que en su opinión tiene como pilar el Mercado Común del Sur (Mercosur). Pasa luego por el resto de Suramérica y se amplía a toda América Latina, para tender puentes con África.
Un visión del eje sur-sur centrada en los países en desarrollo, que ya aplicó entre 2003 y 2010, cuando estuvo como canciller al diplomático Celso Amorim, que a sus 80 años, no repetirá en el cargo, pero seguirá como "consejero" de Lula para asuntos externos.
En aquel periodo, además de fortalecer el comercio interno en el Mercosur, el Brasil de Lula también encabezó los procesos para la creación de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) y de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac).
En ambos casos, tuvo dos aliados de peso regional: Hugo Chávez y el argentino Néstor Kirchner, también ya fallecido.
Ambiciosos proyectos de integración, que perdieron espacio en los últimos años y fueron abandonados por líderes conservadores que tomaron el relevo en la segunda década del Siglo XXI, bajo el argumento de ser concebidos como mecanismos "al servicio de la izquierda".
En 2019, cuando varios países ya habían abandonado la Unasur, el chileno Sebastián Piñera impulsó lo que fue bautizado como Foro para el Progreso de América del Sur (Prosur), que naufragó en solo cuatro años, con la irrupción de la nueva ola de la "izquierda rosa".
Aún con nuevos socios ideológicos en la región, erguir de nuevo la Unasur será una tarea titánica.
Deberá comenzar desde unas verdaderas ruinas, representadas por el edificio sede de la entidad, construido en Quito a un costo de casi USD 40 millones pagados por Ecuador y hoy virtualmente abandonado.
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