La izquierda tiene las ganas pero no la estrategia
Las centrales sindicales tuvieron su convención nacional el 31 de enero de 2020, para definir sus próximas acciones.
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Los partidos y organizaciones sociales de izquierda han tenido malas experiencias en las elecciones presidenciales de este nuevo milenio. Y, tras las movilizaciones de octubre, quieren revertir su suerte.
Primero, fueron uno de los peldaños para que Lucio Gutiérrez (2002) y Rafael Correa (2006) llegasen al poder. Después, se juntaron para impulsar como propias las candidaturas presidenciales de Alberto Acosta (2013) y Paco Moncayo (2017). No tuvieron éxito.
En 2013, Pachakutik y el Movimiento Popular Democrático (MPD), además de otras organizaciones sociales y movimientos en construcción, se unieron pero apenas alcanzaron el 3,26% de votos.
En 2017 la Izquierda Democrática (ID) planteó el candidato y Pachakutik y Unidad Popular (UP), antes MPD, se sumaron a la alianza. Entre los tres apenas sumaron un 6,71% de los votos.
Ahora, con las presidenciales de 2021 por delante, la idea de un frente unitario ronda nuevamente entre los actores políticos del sector.
El discurso está ahí, todos llaman a la unión para enfrentar las políticas neoliberales y el capitalismo, para hacerle frente a la derecha en las urnas.
Sin embargo, nadie se atreve a mencionar nombres. Es difícil mantener el equilibrio en medio de las tendencias grupales y las aspiraciones personales. Mejor ser cautos, dicen desde las centrales sindicales, que nadie se enoje.
Los principales actores políticos
La primera agrupación en lanzar una idea fue el Partido Unidad Popular (UP), antiguo MPD: debe ser un candidato del movimiento indígena. Lo dice, desde hace un mes, su director nacional, Giovanni Atarihuana.
En la última convención nacional del partido, UP llamó a aliarse en un solo frente a la Conaie, Pachakutik, el Frente Popular, el Frente Unitario de Trabajadores (FUT) y al Partido Socialista (no correísta) como representantes de la tendencia.
Eso continúa en veremos. La Conaie, por su parte, ha dado prioridad al Parlamento de los Pueblos, que nació durante el paro de octubre. Ahí convergen varias organizaciones sociales y, parcialmente, el Frente Popular.
Desde el movimiento indígena, con todo el apoyo y rechazo que se ganó durante las protestas, los únicos perfiles con alcance nacional son Jaime Vargas y Leonidas Iza, quienes fueron los rostros más visibles del paro.
Vargas ha dicho ya varias veces lo que hará cuando llegue al poder, aunque intenta camuflarlo al hablar en plural y de manera general. Mientras que Iza insistía en que no se puede capitalizar las protestas con proyecciones electorales.
Pero, más allá de los discursos, con el argumento del Parlamento Popular, ambos están recorriendo las provincias. Mientras que la coordinación de Pachakutik, a manos de Marlon Santi, quiere llevar adelante elecciones primarias en abril.
El brazo político del movimiento indígena se inclina también por un candidato de integración, no indigenista y pluralista. Aunque admite que Vargas e Iza llegaron a representar, en parte, el descontento nacional.
Mientras tanto, la Izquierda Democrática y los socialistas aunque sigan existiendo jurídicamente, representan poco políticamente. En las últimas elecciones generales la ID alcanzó apenas un curul en la Asamblea. Y los socialistas seguían aliados al oficialismo, aunque esa relación se haya terminado.
Por sí solos ninguno de estos dos partidos tiene figuras o proyecciones nacionales suficientes como para impulsar una candidatura presidencial.
Tras el paro de octubre, Pachakutik tiene más fuerza para encabezar políticamente la unidad, pero los antecedentes dicen que no tiene el suficiente capital político.
El escenario de frente al año preelectoral
En medio de convenciones y asambleas, nacionales y provinciales, tanto las organizaciones sociales como los partidos de izquierda miden su capital político y su meta es aumentarlo.
Aunque en los discursos oficiales digan que aún hay que esperar, que hay que unirse y planificar, que de momento hay otras prioridades que atender, el problema está en lo difícil que les resulta ponerse de acuerdo.
Desde las centrales sindicales, que forman parte del Frente Popular, la dirigencia admite que las conversaciones y acercamientos no son fáciles, que la izquierda no ha aprendido de sus errores y que siguen moviéndose con base a la coyuntura, sin pensar en un proceso político a largo plazo.
Hay sectores que están cansados de ver cómo se repite la historia elección tras elección. Y cómo las bases populares son buscadas solo hasta llegar a Carondelet, para después ser desechadas, como pasó con Gutiérrez y Correa. Dicen que no se prestarán nuevamente como peldaño.
Un temor que ronda la tendencia también es una posible fragmentación en el movimiento indígena, que el correísmo vuelva a lograrlo, como lo hizo antaño en Chimborazo. Admiten que hay quienes están apuntando a ello, a llevarse cuadros importantes aprovechando los roces internos.
Por eso la 'ficha' más segura sería Jaime Vargas, quien ya marcó una distancia pública con el correísmo, pero que no es una figura que llegue a representar la unidad, por su radicalismo.
El primer semestre será definitivo en la carrera electoral para una tendencia que carece de cuadros nacionales y que, mayoritariamente, no ha sabido renovar su imagen y discurso.
Aunque todos apunten a los jóvenes y su descontento, ya que ese segmento poblacional tendrá el poder de determinar quién llega a Carondelet, son pocos los que intentan acercarse estratégicamente.
Y en eso la derecha lleva la ventaja, no solo en discurso, imagen y organización, sino en ofertas y campaña.
Y, aunque las izquierdas lo saben, además de la mínima renovación, su incapacidad para organizarse y proyectarse más allá de las elecciones los mantiene en la base del mínimo capital electoral.
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