Grupo de Puebla dice que no está detrás de ninguna conspiración
El expresidente uruguayo José Mujica (d) acompañado del presidente electo de Argentina, Alberto Fernández (i), participa en una conferencia sobre el papel de la política en América Latina, el 1 de noviembre de 2019, en la Universidad Nacional de Tres de Febrero, en Caseros (Argentina).
EFE
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¿Qué es el Grupo de Puebla? ¿Un 'club de amigos', tal como sus miembros lo refieren, o la pretendida plataforma del llamado "progresismo socialista" para reconstruir su poder regional de cara a 2020?
La misma significación del foro se encuentra en debate y formará parte de las discusiones que se darán entre hoy y mañana en Buenos Aires.
La segunda reunión del grupo ocurre, no casualmente, en el extremo opuesto del eje que se pretende consolidar con el México de Andrés Manuel López Obrador en la disputa del continente.
“La realidad se ha ido encargando de confirmar que en América Latina no esta consolidada ninguna hegemonía, ni para un lado ni para el otro. La dinámica de movilización y protesta muy fuerte, tanto en Ecuador como en Chile, lo confirmó. Y también los resultados electorales en Argentina”, puntualiza Carlos Tomada, uno de los “embajadores” de Alberto Fernández en la reunión de Puebla de julio.
Tomada desmiente cualquier injerencia en el dominó de los estallidos sociales: “no estamos detrás de ninguna conspiración. Acompañamos y nos expedimos sobre esos procesos. Rechazamos cuando hay represiones brutales, pero somos muy cuidadosos”.
En julio el Grupo se presentó en público como “un nuevo proyecto común que, aprendiendo de nuestros errores y recuperando nuestra vocación de mayorías y de gobierno, nos permita devolverles a nuestros pueblos la esperanza de una sociedad más justa, más solidaria, más igualitaria”.
Desde entonces, el Grupo de Puebla se pronunció sobre diversas situaciones de la coyuntura regional. Repudió la ausencia de una política ambiental en el Brasil de Jair Bolsonaro, respaldó la victoria de Evo Morales en Bolivia y rechazó la represión de las fuerzas de seguridad en Ecuador y Chile.
También fijó postura contra lo que interpreta como una guerra judicial, o lawfare, contra los líderes progresistas. En algunos de esos casos, como el de Bolivia, ciertas irregularidades como la paralización del conteo provisorio por parte del Tribunal Supremo Electoral produjo fricciones entre los miembros más “institucionalistas” del Grupo.
Los orígenes del Grupo de Puebla
Aunque el nombre original del foro es ProgresivaMente, el apodo de Puebla se instaló con más fuerza, por la ciudad que lo vio nacer allá por julio.
Detrás de ese armado hay dos hombres clave que funcionan hoy como sus coordinadores: el dirigente chileno Marco Enríquez-Ominami y el brasileño Aloizio Mercadante.
Luego hubo un tercer hombre sustancial en el acercamiento con México y es el actual jefe de gabinete de López Obrador, Alfredo Romo.
Y el argentino Alberto Fernández cerró la llave a partir de un largo vínculo con Enríquez-Ominami y su padre, Carlos Ominami.
Hasta su designación como candidato a presidente en mayo pasado, Fernández se caracterizaba por ser uno de los más habilidosos "articuladores" del peronismo y esa es una de las condiciones imprescindibles para formar parte del Grupo.
Luego debió delegar su representación en Tomada, un dirigente de tradición laborista que ocupó el ministerio correspondiente en la gestión kirchnerista; en Felipe Solá, su futuro canciller y en Jorge Taiana, quien ocupó esa cartera en el gobierno de Cristina Fernández.
Cicatrices de la década pasada
El segundo requisito es portar cicatrices, detallan, para mantener una capacidad de introspección, que permita detectar dónde se cometieron errores en la construcción política progresista de la década pasada. Aquella cumbre en Puebla llevó por lema “Escuchar, pensar, proponer y debatir”.
Y por último, la tercera exigencia es algo “millennial”, pero a tono con las comunicaciones modernas: responder el Whatsapp. Hay un grupo de chat que contiene a todos los participantes, no menos de 40 dirigentes de renombre, de toda la región, y la consigna es participar cuando circulan las declaraciones o surgen debates coyunturales.
Distancia del Foro de Sao Paulo
Tratándose de progresismo, llama la atención que no haya voces venezolanas o cubanas en el Grupo de Puebla. Esto no es porque no hayan querido ingresar. De hecho, cada tanto, ensayan un interlocutor nuevo de ese populoso grupo de Whatsapp para interceder por ellos. Y se topan con la misma respuesta.
En público, la excusa es que el Grupo de Puebla es de referentes, no de partidos y menos de gobiernos, como los que encarnan el PCC cubano y el PSUV venezolano en sus monopolios de poder local.
La otra razón, la que comentan por lo bajo, es que buscan evitar la “demonización” que sufrió históricamente el Foro de Sao Paulo, como punto de reflexión del progresismo en Latinoamérica.
Este es, precisamente, el espejo en el que buscan diferenciarse, incluso desde el armado. Y, parte de ese juego de diferencias, pasó también por lo organizativo desde aquella primera cumbre en México, tanto en la distribución de los espacios y tiempos como en la dinámica del debate, en los cuales todos los participantes tienen el compromiso de exponer o moderar.
En Buenos Aires, están programadas hasta siete sesiones de trabajo a puerta cerrada a lo largo de un día y medio tras lo cual surgirá una declaración, que hará hincapié en temas tan diversos como la no injerencia y la autodeterminación de los pueblos, el papel de los gobiernos de Ecuador y Chile frente a las crisis sociales, el derecho a la migración, cuestiones medio ambientales y el futuro de las tecnologías en el empleo.
También surgirá un manifiesto que se empezó a bosquejar hace cuatro meses, y que pretende constituirse en una suerte de declaración de principios del progresismo latinoamericano.
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