Gobierno intenta reducir sobreexposición de la figura de Guillermo Lasso
Además del Secretario de Comunicación y el consejero ad honorem para la estrategia comunicacional, el Mandatario creó la figura de un vocero presidencial.
El presidente Guillermo Lasso, durante un mensaje a la Nación, el lunes 18 de octubre de 2021.
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El presidente Guillermo Lasso fue el vocero de su propio gobierno hasta ayer, cuando designó al periodista Carlos Jijón para la tarea. Sea a través de cartas, transmisiones digitales, redes sociales, reuniones o visitas, el mismo Mandatario se había ocupado de encarar todos los frentes políticos de su administración, de cara a la opinión pública.
Además, son alrededor de cinco semanas desde que la Secretaría de Comunicación dejó de difundir la agenda de las otras autoridades del Ejecutivo. A lo que se sumó el declive del perfil del mismo secretario Eduardo Bonilla y el nombramiento de un consejero presidencial para estrategia comunicacional.
Jijón llega al gobierno en un momento de crisis política. Guillermo Lasso enfrenta un mano a mano con la Asamblea por las reformas económicas y por la investigación en su contra por los 'Pandora Papers'.
Y a la vez, como lo dijo la ministra de Gobierno, Alexandra Vela, hay también un calentamiento de las calles, ya que las organizaciones sociales se rehúsan a que el precio de los combustibles siga subiendo y planean una movilización nacional para el 26 de octubre.
Aunque desde la llegada de Alexandra Vela al Ministerio de Gobierno, la funcionaria se ha vuelto, en parte, la única otra autoridad en la que se apuntala la comunicación política del Ejecutivo y que responde, ante la ciudadanía, por los problemas y crisis que enfrentan el país y sus administradores.
No hay claridad ni estrategia en la comunicación presidencial
Para Caroline Ávila, investigadora de la Universidad del Azuay y PhD en comunicación política, hay confusión en la comunicación gubernamental. Esto porque, inicialmente, la comunicación del ahora Mandatario era "más institucionalizada, cuidadora de las formas en materia política y no estaba en la línea de populismo".
Entonces, desde la semana anterior, dice la especialista, ha habido un cambio y el gobierno ha recurrido al 'baño de masas', por ejemplo, con los eventos de respaldo fuera de Carondelet; la búsqueda de una frontera política y de un antagonista o enemigo, con el denominado triunvirato de la conspiración.
"Se mete en el terreno del populismo alguien que no ha estado acostumbrado a esa forma y es bastante peligroso, porque cofunde a su misma base electoral y entra en un terreno en donde otros 'le van a pasar en curva'. Y, evidentemente, esta decisión le puede pasar factura al final", explica Ávila.
Sin una estrategia clara de comunicación, con cambios discursivos y reajustes constantes en el área, el rostro del Primer Mandatario inunda la información gubernamental, que además es replicada en todos los canales digitales del Ejecutivo.
Un punto clave que demostró esto es la respuesta del gobierno a la polémica publicación de los 'Pandora Papers' y sus consecuencias en la política local.
Para el analista en comunicación estratégica, Pedro Donoso, la sorpresa fue que el presidente Lasso y su equipo no se hayan preparado para esa "crisis eminente", si sabían de la publicación con antelación, ya que los investigadores los contactaron para que den su versión.
Y el otro punto crítico, según el analista político y experto en inteligencia comunicacional, es que la reacción se dio a cuenta gotas: "un presidente dando una declaración, al día siguiente dando otra declaración, al subsiguiente diciendo que venga la Comisión de Fiscalización a Carondelet para contarle (cero institucionalidad), y después a pedir que la Contraloría haga un examen especial. ¿Qué le costaba decir todo eso en las declaraciones del sábado a las 20:00?".
Donoso explica que "una crisis se gana, o establece ganadores y perdedores, en las primeras 24 horas". Por lo que, agrega, desde el Ejecutivo no supieron manejar esa crisis desde la acción. Por ejemplo: "el presidente en cadena nacional (¿por qué le tienen tanto miedo a la cadena nacional?) diciendo ‘no tengo nada que ocultar, invito a que la Contraloría y Fiscalía hagan investigaciones y pido que la Asamblea me reciba en el pleno. Punto".
Tanto Donoso como Ávila coinciden en que no se vislumbra una estrategia sino lo contrario. Acciones puntuales y desordenadas, que no dejan claridad en el objetivo del gobierno.
Esto se evidencia, además, en las incoherencias discursivas del presidente Lasso. Ávila recuerda que la semana pasada el Mandatario afirmaba, en una entrevista, que asistiría a la Asamblea para responder las dudas sobre los 'Pandora Papers'; pero unos días después se ausentó a la comparecencia en la Comisión de Garantías Constitucionales y este 21 de octubre volvió a negarse a asistir.
Yo no tengo ningún problema, encantado iré a cualquiera de las comisiones que quieran, iré hasta el pleno de la Asamblea.
Guillermo Lasso, presidente de la República
Se trata de un tema de control de narrativa, ya que ir al Legislativo es poner los 'Pandora Papers' de nuevo en el centro de la agenda pública y el Ejecutivo sigue estando en conflicto, por lo que prefiere poner en los medios cualquier otro tema.
A esto se suma la ausencia de vocerías, que el presidente Lasso busca solventar a través de la contratación de Jijón.
En el gobierno de Lenín Moreno, por ejemplo, había una vocería compuesta y diversificada en los temas políticos, recuerda Ávila. No era el Mandatario el que los enfrentaba sino Otto Sonnenholzner, María Paula Romo y Juan Sebastián Roldán. Y agrega que la ausencia de César Monge se siente.
Pero ¿quién más puede hablar si los ministros no son políticos? Le hace falta una voz política que pueda articular mejor esos discursos.
Caroline Ávila, PhD en comunicación política
En este escenario, la comunicación del gobierno se volvió 'hiperpersonalizada' en la figura del presidente Guillermo Lasso. Pero la sobreexposición del Mandatario no es un problema como tal, argumenta Ávila, el problema al final del camino es la pérdida de credibilidad y la incoherencia, que podrían exacerbar la crisis política ya existente.
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