Conaie y el correísmo coinciden, aunque los indígenas renieguen
Leonidaz Iza y Jaime Vargas, de la Conaie, junto a los correístas Lira Villalba y Hermuy Calle en la Asamblea Nacional, el 9 de noviembre de 2019.
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Desde que se anunciaron las movilizaciones en contra de las medidas económicas del Gobierno Nacional, el correísmo ha analizado a los opositores y con el que encuentra más cercanía es con la Conaie.
Desde sus megáfonos personales y digitales apoyaron su derecho a la protesta y criticaron la represión de las fuerzas del orden. La solidaridad corría en los discursos políticos cada vez que el movimiento indígena denunciaba una víctima en sus filas.
Sin embargo, desde el inicio, los líderes de la Conaie dejaron en claro que no tenían nada que ver con el correísmo. Tampoco se solidarizaron de vuelta con los dirigentes de la agrupación que se declararon perseguidos políticos, tras numerosos procesos judiciales, pedidos de asilo y detenciones.
De todas formas, los parlantes correístas insisten, menos uno: el mismo Rafael Correa. El expresidente no deja de trinar en contra de la dirigencia del movimiento indígena, especialmente desde mediados de octubre, una vez suspendidas las movilizaciones.
Pero la mayoría de sus partidarios en el país no pierden oportunidad de hacer eco de las posiciones del movimiento indígena, en referencia a las reformas económicas urgentes y sus denuncias sobre los hechos de octubre.
En resumen: todo lo que digan en contra del gobierno del presidente Lenín Moreno.
Y, en algún momento, este constante eco del correísmo surtió efecto. El consejero económico del movimiento indígena tuvo un desliz, este 10 de noviembre.
Pablo Dávalos dijo que estaban articulando un frente común entre las bancadas de Pachakutik, el brazo electoral de la Conaie, y la Revolución Ciudadana, para enfrentar la Ley de Crecimiento Económico.
Aunque luego borró sus afirmaciones en Twitter, Dávalos afirmó que "la unidad es posible y la estamos construyendo".
Esto trajo una serie de reacciones políticas y sociales, que obligaron a la dirigencia de la Conaie a pronunciarse en contra de dicha alianza y distanciarse de los líderes de la que calificaron como "década robada".
Rafael Correa no tardó en responder ese comunicado y calificó a la dirigencia indígena como "deshonesta e incapaz".
Aunque no hubo química, al inicio tampoco había enemistad
En 2006 el movimiento indígena sopesó la posibilidad de presentar un binomio con Rafael Correa. Sin embargo, Pachakutik se decantó por participar sin alianzas, con candidato propio para las elecciones presidenciales: Luis Macas.
Tras la derrota rotunda en primera vuelta, la Conaie apoyó al candidato más cercano a su ideología, Correa, quien había recogido en su plan de gobierno varias demandas de los 'sectores sociales'.
Cuando llegó al poder, lo felicitaron por su victoria y, como un gesto conciliador, Correa nombró a Mónica Chuji como su Secretaria de Comunicación.
Los indígenas también apoyaron su consulta popular para convocar a una Asamblea Constituyente. Pero este acercamiento no duró mucho. Y tampoco la unidad dentro de la dirigencia de la Conaie, que sufrió varios cismas durante la década correísta.
Sin embargo, para la socióloga Natalia Sierra, el movimiento indígena es sólido y tiene una larga historia de lucha social, porque su fuerza está en su estructura de bases y de comunidades.
"Pero esto no implica que no haya conflictos o diferencias internas, porque no son homogéneos", dice.
En mayo de 2008 la Conaie ya llamaba a paralizar el país en protesta contra el gobierno, por represión de la protesta social y la falta de respuesta a sus compromisos electorales.
La ruptura de relaciones se finiquitó en 2008 por la negativa del Mandatario a que el Ecuador fuera declarado un Estado plurinacional e intercultural, en la Asamblea Constituyente.
Desde ahí comenzaron los roces y diferencias con el movimiento indígena. Eso fue solo el principio, recuerda la socióloga Natalia Sierra.
Siguieron temas de conflicto, como el mandato agrario, la explotación del Yasuní, los procesos de resistencia al extractivismo, la criminalización de la lucha social, la judicialización de los dirigentes indígenas y una serie de desencuentros y conflictos similares.
Correa se va y Moreno promete diálogo y compromisos
El presidente Moreno llegó al poder en mayo de 2017 y, tras distanciarse del correísmo, abrió una serie de diálogos con los distintos sectores sociales, entre ellos el movimiento indígena.
Como un gesto de buena voluntad, les devolvió la sede de la Conaie en Quito, que había sido retirada por Correa en 2014, y prometió también recuperar la educación intercultural bilingüe y las escuelas rurales.
Pero, al final, tampoco cumplió, afirma Natalia Sierra.
Después de más de dos años de un diálogo infructuoso, el movimiento indígena decidió mostrar su descontento en las calles. Los principales motores de las movilizaciones de octubre pasado fueron el Decreto 883 y la firma de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
La escalada en la violencia durante las protestas obligó al presidente Lenín Moreno a derogar el decreto 883, que eliminaba los subsidios a la gasolina extra y al diésel, y sentarse a la mesa a dialogar nuevamente con la Conaie.
El correísmo ve en la Conaie un potencial aliado
Para Natalia Sierra, los intentos del correísmo de acercarse al movimiento indígena no son más que un oportunismo político, "cínico y sinvergüenza". Les recuerda que, cuando estuvieron en el gobierno, persiguieron a las organizaciones y dirigentes sociales.
Para la socióloga, se trata de una estrategia de legitimación política, para recoger un capital político, por la fuerza que tiene la Conaie. Pero también apunta al gobierno de turno: ambos "utilizan su cercanía o lejanía con el movimiento indígena para deslegitimar la lucha".
"Es saludable que el movimiento indígena haya logrado marcar la autonomía en la lucha social, tanto frente al gobierno como al correísmo", dice la socióloga.
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