Los últimos días de Carlos Luis Morales: atormentado y con Covid-19
El exprefecto del Guayas, Carlos Luis Morales, dependía de un tanque de oxígeno por complicaciones respiratorias y pensaba que lo querían envenenar. Murió el 22 de junio de 2020.
Los hijos de Carlos Luis Morales, Luis Gabriel y María Alejandra, y su madre Alicia Benítez Murillo, hablan sobre la muerte del exprefecto del Guayas.
Juan Manuel Yépez
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La causa de la muerte de Carlos Luis Morales Benítez ha sido un misterio desde aquel 22 de junio de 2020, cuando en medio de un escándalo judicial por supuesto tráfico de influencias, el exarquero de Barcelona y entonces prefecto del Guayas llegaba inconsciente a la clínica Kennedy de Samborondón.
Eran las 07:30 de ese lunes. Morales ingresaba a emergencias junto a un guardaespaldas, el chofer y su hija María Alejandra Morales Montenegro. Dos horas después, los médicos confirmaban su deceso por un infarto fulminante.
La noticia conmocionó al país, mientras sus familiares buscaban a los culpables de la desgracia, atribuyéndola al estrés por el escarnio público que Morales vivió en sus últimos días, luego de ser detenido por la Policía el 3 de junio en Samborondón.
La causa del fallecimiento de Morales fue Covid-19, según el informe de autopsia al que PRIMICIAS tuvo acceso, en una entrevista con su madre Alicia Benítez Murillo y sus hijos Luis Gabriel y María Alejandra Morales Montenegro.
Pero la salud del exprefecto se había deteriorado desde diciembre de 2019, por frecuentes ahogos y una fatiga que atormentaban su vida diaria.
Preocupado por sus dolencias, entre ellas una apnea de sueño, Morales viajó el 7 de enero de 2020 con su esposa, Sandra Arcos, a Miami para someterse a una revisión médica.
Incluso le hicieron una punción medular, pero regresó al país tres semanas después sin un diagnóstico claro.
Luis Gabriel recuerda que su padre le contó que tenía algo raro en la sangre y en el sistema nervioso, aunque tres años antes le habían detectado una úlcera erosiva y problemas en el colon.
Los ahogos eran cada vez más frecuentes, por lo que su vida dependía de un tanque de oxígeno que llevaba en el carro durante sus visitas a los cantones y a su oficina en el centro de Guayaquil.
El estrés de Morales comenzó al ganar la Prefectura del Guayas, auspiciado por el Partido Social Cristiano (PSC), ya que tenía que pagar los compromisos políticos adquiridos en campaña.
Su madre Alicia lo describe así: "Mi hijo no tenía dinero para la campaña, alguien de su equipo se encargaba de pedir plata a los aportantes".
Entre el escándalo y la paranoia
El entorno se puso tan tóxico y peligroso que Morales prefirió alejar a sus hijos de la vida política. "Mientras menos sepan, mejor", les decía. Además, marcó distancias con la entonces viceprefecta Susana González.
"Mi papá pensaba que la Prefectura era un camerino de fútbol y que los alcaldes eran un equipo que él podía menejar", relata Luis Gabriel, quien estuvo diez meses desempleado tras la muerte de Morales.
A él lo acusaron de vender pruebas PCR en USD 25 cuando fue jefe del mercado de la Caraguay, en el sur de Guayaquil.
María Alejandra lo interrumpe y explica que "todo el mundo" sabe cuánto costaban las pruebas PCR para el Covid-19.
"La gente se disparó con los precios. Mi papá firmaba y no veía, su personal de confianza le daba muchos papeles. Ese fue su error, confiar".
La investigación por presunto peculado se centró en la adquisición de insumos médicos por USD 585.000, que realizó la Prefectura.
Según la denuncia, la institución compró mascarillas en USD 6,7 cada una, cuando en el mercado local valían USD 3 o menos la unidad.
Las pruebas Covid-19 se compraron en USD 23,16 la unidad, cuando las más baratas valían hasta USD 10.
La situación llegó al punto de que Morales, quien llevaba un grillete electrónico y fue arrinconado públicamente por el PSC, acusó en la Fiscalía a los dos hijos de su esposa, Xavier y Andrés Vélez.
El estrés lo llevó a la paranoia y el fallecido exprefecto pensaba que lo querían envenenar, por lo que no aceptaba alimentos ni bebidas de nadie, salvo que los abrieran frente a él.
El fin del calvario
Era junio de 2020 y el exprefecto Morales estaba solo. Sin familia, sin partido y sin amigos. Su pareja y su hija lo dejaron a él y a la casa al cuidado de Patricia, su asistente doméstica, y de la mejor amiga de Sandra Arcos.
El 12 de junio de 2020, cuando cumplió 55 años, nadie lo visitó en su casa, salvo sus allegados y amigos cercanos. Ya había caído en desgracia. "Antes, mi casa estaba llena de invitados, ahora no hay nadie", llegó a decir esa noche a sus hijos.
El sábado 20 tuvo una crisis respiratoria. María Alejandra lo visitó por la tarde en su casa de la urbanización San Isidro, en Samborondón, y llevó carne, moros y chorizos para cenar.
Mientras lo hacían, Morales se quejó de que no sentía el sabor de los alimentos.
Tomó un coñac y se fue a dormir. El domingo, Día del Padre, Luis Gabriel, su esposa y su hermana fueron a verlo. Almorzaron espaguetis a la carbonara y un pastel de naranja como postre.
Luego compartieron anécdotas en la sala, pero Morales se quejaba de dolores en el estómago. Su saturación de oxígeno llegó a 84: estaba helado, muy delgado y cianótico, pero se negaba a ir a un hospital.
Se recostó y cerró los ojos, mientras María Alejandra masajeaba sus pies. Su hermano y cuñada ya se habían ido.
A las 16:00, Morales estaba más tranquilo, por lo que María Alejandra pudo dejarlo. Regresó dos horas después y encontró a su padre en su habitación, de rodillas, escuchando el sermón de un cura en el celular.
"Me pidió que me quedara con él esa noche, pero no podía. No sabe cuánto me arrepiento", recuerda, así que pidieron pizza y luego lo cobijó en su cama, junto a su perra Mafalda.
"Chao, hija, nos vemos mañana, fue lo último que me dijo mi padre".
María Alejandra Morales.
La mañana de aquel lunes 22 de junio de 2020, Morales debía presentarse en la Fiscalía para registrar su firma, pero no tuvo fuerzas.
A las 07:10, la mejor amiga de la esposa de Carlos Luis Morales le avisó a María Alejandra que su papá estaba grave. Ella tardó 23 minutos en ir desde su casa en Santa María de Casa Grande, en La Aurora, hasta San Isidro.
Cuando entró, Morales gritaba desesperado por el dolor de estómago y los ahogos. Estaba de pie, en la sala de la casa, con medias y un calentador.
De inmediato, dos guardaespaldas lo cargaron para llevarlo al hospital, pero él se desvaneció y así llegó al hospital, donde falleció.
Después de la autopsia, un familiar de los Morales Montenegro les dijo que el exarquero tenía cáncer de páncreas que había hecho metástasis, pero nunca recibieron un informe médico que lo corroborara. Solo tienen evidencias de que su muerte se produjo por Covid-19.
A su velatorio no acudió ningún político, salvo el alcalde de Naranjal, Luigi Rivera, y su colega del PSC, la concejala de Guayaquil, Mayra Montaño.
También sus amigos de Barcelona, entre ellos Carlos Alejandro Alfaro Moreno, quien les entregó la bandera del club que defendió su padre.
Así terminaron los días de un deportista y comunicador social que se puso muchas camisetas políticas, pero ninguna lo salvó de la soledad y la vergüenza que lo acompañaron hasta el final de sus días.
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La viceprefecta, Susana González, asumirá el cargo por tres años. Para posesionarla basta con una sesión del Consejo Provincial. El PSC en silencio.
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