Roque Sevilla: el retrato de un apasionado por la naturaleza
¿Qué es apasionarse? Es apegarse a algo y vivirlo con intensidad desde el amor, la afición y el entusiasmo. Tal como lo hace este personaje que ha dedicado su vida a conservar el medioambiente.
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Un apasionado es aquel que pasa de un acto contemplativo a una acción por la que apuesta todo. Y Roque Sevilla lo sabe y lo vive cotidianamente.
Su Finca La Perezosa, donde hoy pasa sus días lejos de la contaminación y la pandemia, es quizá la materialización más familiar de su pasión por la naturaleza y su conservación.
No hay un árbol, una enredadera o un lago que no haya sido cuidadosamente concebido y trabajado por él. Conoce a detalle la historia de cada planta que hay en ese espacio.
"Esa palmera que ves en el jardín la traje de la casa de mis padres, pesa varias toneladas y tuve que romper una pared de la finca para meterla acá", cuenta y sella su relato con una amplia sonrisa de satisfacción.
De hecho, La Perezosa es un culto amoroso, aficionado y entusiasta a lo que ha protegido desde que tiene memoria: el medioambiente.
Roque Sevilla cuida celosamente una colección de alrededor de 900 variedades de orquídeas. Son sus amigas y sus grandes compañeras.
Pero en La Perezosa, además, hay un tesoro muy bien guardado por Roque Sevilla, uno que es la muestra visible de su profundo apego y admiración por la naturaleza ecuatoriana y su biodiversidad. Se trata de su colección de orquídeas.
Diariamente riega y cuida alrededor de 900 variedades de esta especie. Estas plantas son sus amigas y, cuando se refiere a ellas, en su expresión se juntan la dicha, la admiración y la complicidad.
¿A qué episodio de su vida se remonta esta pasión por la naturaleza?
Todo empezó cuando era apenas un niño. Tanto así que a los siete años, Roque Sevilla ya estaba prendado de la naturaleza ecuatoriana.
Su padre era cazador y aunque Roque no tenía la misma afición, lo acompañaba. En esos recorridos su corazón alimentaba la admiración por los páramos.
La biodiversidad del país había calado muy hondo en ese pequeño niño y cuando se fue a vivir a Hamburgo, con su familia, porque su padre estaba en el servicio consular, echó mucho de menos los colores, la variedad y la exuberancia de la flora y fauna de Ecuador.
"Allá (en Hamburgo) el clima era muy duro y no permitía que se desarrolle una vegetación tan abrumadora como la que tenemos acá", recuerda.
Su conservacionismo trascendió al escenario público
Su pasión por la conservación lo ha llevado a ser pionero en varios espacios que trascienden el ámbito de lo privado. En 1975 creó Fundación Natura, por sugerencia del destacado zoólogo Fernando Ortiz Crespo.
Esta institución marcó un antes y un después en la generación de política medioambiental en Ecuador.
Además, la Fundación logró que por más de tres décadas, la protección de la naturaleza cobre mayor importancia en la opinión pública.
¿Cómo llegó Roque Sevilla a revolucionar el tratamiento del medioambiente, a través de Fundación Natura?
En su calidad de economista, aplicó su visión para financiar la conservación. A medida que la Fundación obtenía recursos, él gestionaba las causas de los científicos. Así, por ejemplo, concretó que Galápagos pasara de tener 50 a 250 guardaparques.
En la misma vía, en 1984 logró algo revolucionario para las islas: la declaración de área marina protegida sobre las primeras 15 millas.
Su respeto y admiración por el medioambiente siempre ha marcado la pauta en su camino. De esta manera, apoyado en el conocimiento de los científicos, gestionó la protección del Yasuní.
La música, su otra gran pasión
Partiendo de que su hijo Miguel es músico, Roque Sevilla cuenta que fue él quien lo motivó a retomar una vieja pasión. Cuando era niño tomó clases de piano en Bonn, la ciudad donde nació Beethoven.
“Pero creo que el profesor no me vio muchas aptitudes y al cabo de unos meses dejé las clases”.
Sin embargo, luego de una conversación con Miguel, sobre la vida y el tiempo, tomó el teléfono, llamó a una profesora de piano y ya lleva 5 años recibiendo clases. ¡Y ya toca!.
Un llamado a pensar la conservación en el largo plazo
Cuando Roque habla del futuro de la conservación medioambiental su voz adquiere matices más graves y serios. Su pasión por la naturaleza hoy está enfocada en un profundo cuestionamiento: ¿en qué condiciones van a vivir sus nietos, qué planeta va a dejar para ellos?
“Mi nieta Martina tiene 2 años y si no combatimos el cambio climático, cuando ella tenga mi edad, es decir 73 años, la temperatura de la tierra habrá aumentado en 3.7 a 4.3 grados”.
Esa proyección a futuro lo angustia y lo mueve a continuar realizando las gestiones que sean necesarias para tomar conciencia del ambiente que nos rodea.
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