Cinco factores propiciaron la masacre carcelaria de noviembre
El Gobierno insiste en que los ataques en las cárceles se desatan por una guerra entre bandas vinculadas con el narcotráfico. Hasta ahora, hay más de 320 presos asesinados en 2021.
Personal de Criminalística y de la Policía ingresan a la Penitenciaría del Litoral, el 13 de noviembre de 2021.
Policía Nacional
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La masacre en la Penitenciaría del Litoral es la última de una ola de disturbios en el sistema carcelario del país, que alberga a unos 39.000 detenidos.
Presos asesinados, algunos torturados, quemados y hasta desmembrados ha sido el balance que dejan estos ataques, que solo en 2021 ya suman más de 320 internos asesinados.
Estos son los cinco factores que propiciaron la más reciente masacre en Guayaquil, a la que el Gobierno tildó en un comunicado de "barbarie".
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Ocupación carcelaria excesiva
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Solo la cárcel regional N°1, o más conocida como Penitenciaría del Litoral, tiene 8.500 internos y una sobrepoblación de 60%. Fue allí donde entre el viernes 12 y sábado 13 de noviembre se libró un ataque propiciado por los internos del pabellón tres. Además, allí ocurrió la matanza del 28 de septiembre que dejó 119 presos muertos, la peor cifra en la historia carcelaria del país. La Penitenciaría cuenta con 12 pabellones, y al menos siete, según información oficial, tienen como cabecillas e internos a miembros del narcotráfico. Algunos de los carteles vinculados son el de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación. Mientras que las 65 prisiones ecuatorianas tienen capacidad para 30.000 personas, pero están ocupadas por 39.000, con una superpoblación del 30%.
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La intención era "una masacre total"
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En una rueda de prensa, posterior a la masacre en la Penitenciaría, el gobernador del Guayas Pablo Arosemena aseguró que la intención de los atacantes era doblegar a quienes estaban en el pabellón dos. "Querían entrar a hacer una masacre total", dijo. Señaló además: "Pudimos constatar lo que estaba sucediendo, cruces de bala muy intensos (...), detonaciones, una situación de salvajismo". Si bien el objetivo era el pabellón dos, en el camino los presos atacaron también a los internos del área transitoria, que en su mayoría no tienen sentencia ejecutoriada. De hecho, la mayoría de muerte (más de 50) corresponde a este pabellón.
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Un vacío de poder
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También en las declaraciones posteriores, la comandante general de la Policía, Tannya Varela, señaló que en este reclusorio hay "un vacío de poder". Esto ocurre por la ausencia de cabecillas en varios pabellones que ha desatado una "disputa de poder y lucha por el liderazgo". La reciente masacre "posiblemente pueda generar otras acciones", advirtió Varela. ¿Dónde están los cabecillas ahora? Precisamente, tres días antes de la masacre fue liberado el líder de la banda Los Tiguerones, Álex Salazar, luego de cumplir el 60% de su pena.
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Decisiones judiciales cuestionadas
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Tras la liberación de Salazar, líder de Los Tiguerones, la ministra de Gobierno Alexandra Vela criticó esta decisión. “Me parece que los jueces deberían también apoyar la lucha en contra de la delincuencia organizada y no proceder de manera tan expedita a poner en libertad a un líder de una banda y colocarlo de nuevo en las calles de la ciudad”, dijo Vela a los medios. Y no es la primera vez que tanto el Ministerio de Gobierno o la Fiscalía cuestionan a los jueces sobre este tipo de liberaciones a líderes delincuenciales. Salazar, por otra parte, fue detenido en 2015 por el delito de receptación, pero es líder de esta banda que se desprende de Los Choneros, y a quienes se los acusa de sicariato y tráfico de drogas.
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Una prisión vulnerable y en poder de las bandas
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La matanza del 12 de noviembre fue avisada. Días antes de lo ocurrido, la Policía evitó el ingreso de cinco pistolas, fusiles y explosivos a la Penitenciaría. Además durante la semana antes del ataque hubo disparos al aire libre, murieron dos presos y un guardia penitenciario. Pero estas advertencias no fueron suficientes para reforzar el penal en Guayaquil. Cuando se consultó a las autoridades sobre la demora en ingresar a la cárcel para controlar el motín, indicaron que no tenían las seguridades necesarias. Por ello, usaron gases lacrimógenos primero y entraron siete horas después "por el alto riesgo que corría su personal", dijo Varela. Incluso, la oficial reconoció los presos deambulaban libremente por los pabellones, armados y disparando. Y los atacantes no solo quemaron colchones o tumbaron paredes, también destruyeron el sistema de iluminación de la Penitenciaría.
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