Mujeres voladoras, ¿en peligro de extinción?
Las pilotos femeninas en el deporte aéreo son contadas. Muchas se retiran después de tener hijos, otras buscan competitividad fuera del país y algunas han sido discriminadas. Sin embargo, hay unas que se están preparando para sus próximas competencias en el verano de 2024.
Miguela Cano, ala deltista, en su primera competencia a los 16 años.
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“Solo somos dos en el país”, cuenta Miguela Cano, voladora de ala delta. Ella fue la segunda alumna del piloto Raúl Larenas. La primera fue su hija, Melanie, quien actualmente vive en Australia.
“Éramos como los bichos raros de las alas porque llegas a un mundo totalmente de hombres”, expresa la joven. Después de entrenar arduamente, voló sola por primera vez a los 16 años; de hecho, faltó al colegio para subir a la montaña.
Juan Patiño, presidente del Club de Halcones Parapente, cuenta que no han tenido nuevos miembros en los últimos cinco años. Él apunta a que se debe al costo del deporte.
“Tienes que entender lo que te va poniendo la vida, y que lamentablemente es un deporte caro que te corta mucho”.
Los Halcones empezaron como grupo de paracaidismo en 1975. Posteriormente, cambiaron al ala delta y desde 1989 están dedicados al parapente.
En Ecuador es muy difícil encontrar el equipo para practicar esta disciplina. Lo más cercano que se podría viajar es a Brasil. Además, los clubes y federaciones no cuentan con apoyo gubernamental para costear las competencias internacionales.
“Nosotros hemos representado al país, pero nunca hemos podido tener retribución económica del gobierno. Todo ha sido inversión individual o de empresas privadas”. Este es un limitante tanto hombres como para mujeres.
Torneos poco competitivos
“Si tomas la carrera de alguien que se graduó en Ecuador y alguien de afuera puedes encontrar diferencias gigantes”, explica Nadya Narváez, paracaidista.
Su padre, el Coronel Edgar Narváez, creó la primera escuela de paracaidismo deportivo en el país, en la que ella fue su “conejillo de indias”. Su primer salto fue a los ocho años, pero el que más recuerda fue a los 15 años porque tuvo su quinceaños en el aire.
Hasta los 21 años entrenó con su papá y sus compañeros. Aprendió sobre paracaidismo. En su primera competencia internacional, su equipo dudó que ocupe la posición con 100 saltos.
“Como no me creen, me mandan de 'flutter', o sea que alcance a la formación (…) Cuando salí del avión solo sentí que me fui. Parecía esa canción que dice ‘y se marchó’”, explica cómicamente.
Tras esta experiencia, Nadya se propuso subir el nivel de competitividad en Ecuador. Sin embargo, se encontró con compañeros que no la respaldaron. “Más de 10 veces cometí el error de decirles qué hacían mal y me respondían: ‘Tú eres mujer’. ‘¿Cuántos años tienes?’. ‘Yo no voy a aprender de ti’.
Actualmente, Nadya vive en Estados Unidos, donde compite a nivel internacional en la dinámica de formaciones.
Posee el récord femenino de Texas de mujeres y récord nacional de Total Race Secuencial de 40 personas. Ahora se prepara para la convocatoria más grande de latinos en California, donde planea romper el récord. De igual forma, recibió la invitación para superar su propia racha en el Texas Race Secuencial en agosto próximo.
Miradas raras
Érika, segunda hija del Coronel Narváez, heredó la gerencia de la Escuela de Paracaidismo Deportivo Skydiver en 2017. En su momento, fue la paracaidista más joven del mundo, pues saltó a los seis años.
En Ecuador, ella también fue la primera entrenadora de tándem, dinámica en la que saltan dos personas unidas: una profesional y otra aficionada.
En la escuela, ella también da capacitaciones de paracaidismo, rol desde el que ha tenido que lidiar con ciertas miradas. “Era rarísimo para ellos ver que mujeres jóvenes les quieren enseñar algo”.
Afortunadamente, los estudiantes llegan a entender el tipo de experiencia de su profesora. Si bien no son situaciones recurrentes, las mismas no desmotivan a la entrenadora.
“Me ha dado más bien impulso para seguir demostrando que lo hacemos porque nos gusta […], eso creo que hace que cambie y nos llevemos bien. Aunque prevalezca la presencia masculina, nosotras damos ese toque femenino que diferencia”, comparte Érika.
La salud sobre el salto
Caridad Ponce fue la primera parapentista del país, ella entrenó desde los 16 hasta los 26 años. Una de las razones por las que se distanció fue la maternidad. “Sí, me lo pensaría dos veces antes de volver […] La responsabilidad de tener un hijo también me ha frenado”.
Caridad llegó a tal nivel que Diners Club auspició su primera ala de competencia, fue su representante durante dos años. Dejó el parapente tras perder a tres amigos cercanos en accidentes aéreos.
“Fue un dolor muy grande. Dejé de asociar el deporte con la diversión, se volvió algo más riesgoso”, expresa con ojos cerrados recordando a los caídos.
En su época activa, Caridad fue parte del Club de Vuelo Libre (CVL), primer grupo de parapente fundado en 1993.
Su hijo no ha mostrado interés en el vuelo, pero de hacerlo ella volvería. “Si mi hijo y esposo se van a volar, entonces, ¡yo también voy! No me voy a quedar en la casa”, decreta la piloto.
Los retos actuales
A pesar de las limitaciones, las mujeres en el deporte aéreo no están completamente extintas. Sophia Patiño se incorporó en noviembre de 2023. Desde entonces ha recibido mucho apoyo de los demás pilotos.
“Están muy felices de que haya otra mujer”, expresa la joven de 25 años. “Hay momentos donde te da miedo, crees que no lo lograrás, pero son barreras mentales y el apoyo en grupo es lo que más me ayudó”.
El nuevo reto de los pilotos quiteños es hallar un sitio de aterrizaje. Por más de 10 años han utilizado un terreno en Lumbisí. Sin embargo, estará prohibido desde finales de marzo para ser parte de una carretera. Tal parece que el deporte aéreo se extingue no por sus pocos miembros, sino por la poca accesibilidad a practicarlo.
*Escrito por Martina Lapo Robayo, estudiante de Periodismo en la Universidad San Francisco.
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