La evolución del montañismo: del hielo a la roca
Ecuador tiene siete volcanes emblemáticos para escalada. Son conocidos por su altura, pero también lo son por la pérdida de glaciares, producto del calentamiento global. Los andinistas son testigos de las transformaciones de las montañas y de las adecuaciones que ha tenido el deporte para ejercerlo en nuevos terrenos.
Panorámica de la cumbre del volcán Chimborazo, visto desde Guayaquil, el 26 de abril de 2023.
TW @Robinski__ / Roberto Valdez
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Bolívar Cáceres, responsable del Programa Glaciares en el Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi) afirma que en el Carihuairazo “queda un pequeño relicto de glaciar, ya está casi desaparecido”. Lo advierte desde 2019.
Esto se debe a que el punto de formación de glaciares está 100 metros por encima de su altura. El experto apunta a que la perdida de nieve es un proceso natural que dura miles de años; sin embargo, ha sido gravemente acelerado por el calentamiento global.
“Estamos yendo hacia una época glacial, que ocurrirá en unos 15.000 o 20.000 años, no sabemos con exactitud. En Ecuador los glaciares van a crecer nuevamente. Son períodos muy largos, nosotros no los vamos a ver”.
Eso es lo que teme Esteban Suárez, profesor del colegio de ciencias biológicas y ambientales de la Universidad San Francisco de Quito (USFQ) y montañista.
Él practica montañismo desde la década de los 80, cuando tenía 15 años. Desde entonces, ha ido constantemente al Carihuairazo y ha sido testigo del deterioro.
“He visto la extinción de un glaciar en mi vida. El cambio climático no es algo que va a pasar sino que ya está pasando”. El profesor agrega que es impactante saber que las futuras generaciones no verán las montañas que él sí.
En la época en la que Suárez comenzó a entrenar, los montañistas practicaban para escalar en hielo sólido hasta la cumbre. Actualmente, los deportistas tienen que ampliar sus destrezas para adaptarse al suelo mojado y al hielo derretido.
“Se requiere conocimiento de escalada en roca y hielo en conjunto, lo cual implica mayor educación técnica en los montañistas”, explica Freddy Flores, guardia del refugio de los Ilinizas desde hace 15 años.
Una de las montañistas que ha comprobado la necesidad de una evolución técnica es Carla Pérez, la primera latinoamericana en ascender al Everest sin oxígeno.
Ella ha escalado montañas fuera del Ecuador, donde la exigencia por la transformación es más notoria. Recientemente, visitó los Alpes suizos después de casi 16 años.
Para ella, fue “increíble” ver muy poco hielo. "La poca nieve que había y como estaba tan seco, era muy peligroso que se caiga todo”.
Los montañistas modernos necesitan ser mejores escaladores en roca porque a veces caen corredores de nieve
"Como está muy caliente, puede caer mucha roca, la misma nieve no es tan estable y pueden irse avalanchas. Se debe escalar a veces más roca en lugar de caminar en la nieve. Hay que saber adaptarse”.
Carla Pérez, montañista ecuatoriana.
Además de los peligros, hay rutas perdidas ante el deshielo. La montañista cuenta que antes para subir al Chimborazo se podía escalar por el Glaciar de Tilma que era “enorme y hermoso”.
Ahora solo se ve una pared “que es casi una roca seca, seca, seca, seca, seca. Era así como una ruta un poquito más técnica que ahora ya ni existe. Eso ha sido súper impactante”.
De acuerdo con Cáceres, científico del Inamhi, el glaciar 15 del Antisana pierde 600 milímetros de agua al año.
Toda esa agua una vez fue un glaciar, así lo recuerda Cristina Loayza, presidenta del Club de Alpinistas Politécnico. Ella ascendió por primera vez al Antisana en 2002 cuando había un glaciar inmenso.
Loayza regresó en 2022 y encontró un sitio lleno de grietas que no se pueden cubrir por la falta de nieve.
“Encontré seracs, que son cubos de nieve gigantescos, de 20x10 metros, caídos desde la cumbre, desbordados. Se ven este tipo de pequeños desprendimientos de hielo y muchas avalanchas”.
Loayza también comparte que se han tenido que cambiar los sitios de entrenamiento a lugares más altos donde hay nieve.
“Nosotros hacíamos escuela de glaciar justo al lado del refugio del Cayambe. Había un casquete de hielo, había un domo de hielo, ahora tienes que subir hasta Picos Jarrín para practicar, unos 300 metros”.
Una de las cosas que más lamenta Loayza es la pérdida del paisaje. “El escenario era blanco, era divino, era hermoso. Ahora tienes mucho más recorrido de tierra, de hielo, de rocas, de más tierra, un poco de hielo”.
El retroceso de los glaciares sí ha deprimido a profesionales como Pérez y Loayza, pero hay otros que creen que el alma del deporte yace en su ejecución.
“Han retrocedido los glaciares, pero no han perdido su belleza”, comenta el montañista Diego Cano.
“Muchas veces cuando bajas por la mañana ves por donde has pasado y son desfiladeros donde apenas hay una estrechez para caminar. Hay mucha adrenalina en ese sentido, es una cuestión que despierta pasión”.
Diego Cano, montañista.
Uno de los problemas que más le preocupan es la continua contaminación de los glaciares a pesar de su evidente retroceso.
Él cuenta que al escalar “puedes encontrar botellas, papelitos de caramelos y ese tipo de cuestiones que a la final causan impacto”.
Cano destaca que una nueva cultura en el deporte es necesaria. “Suele ocurrir que te cae mal (la comida en alta montaña) y muchas veces te obliga a hacer tus necesidades donde sea. Pero tienes que llevar algun tipo de funda, de bolsas para recoger los desechos y después bajarlos y botarlos para no dejarlos por ahí porque mucha gente cree que la montaña es un baño, un inodoro enorme y no es así”.
Los nevados son una gran parte de la identidad ecuatoriana, para comprobarlo solo se debe ver el escudo.
De acuerdo con Cáceres, el Chimborazo se ha reducido alrededor del 55 al 60% “pero no va a desaparecer”. Esto se debe a que la línea de formación de glaciares está entre los 4.900 y 5.000 metros, dependiendo del nevado.
Pero “para que desaparezca el glaciar del Chimborazo, esa línea tendría que estar a los 6.000 metros de altura y eso es muy difícil”.
No obstante, este no es un dato para relajarse, pues hay comunidades afectadas más allá de los montañistas.
Es el caso de la comunidad Santa Lucia de Chuquipogyo, que habita cerca del volcán y ha sido víctima de lahares provocados por el hielo derretido.
El cambio climático y su efecto sobre el hombre ya está aquí y es necesario que cada individuo tome acción para formar un colectivo.
De lo contrario, como apunta Esteban Suárez, “así como el planeta se volvió inviable para un glaciar, se volvió inviable para una especie de ranita (jambato en el Antisana), el planeta se puede volver inviable para cualquier otra especie. Y una de esas especies podemos ser nosotros”.
*Escrito por Martina Lapo, estudiante de periodismo de la Universidad San Francisco de Quito.
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