Martín Mandra trabajó en la calle, se formó en Boca y ahora es DT
El argentino Martín Mandra empezó a jugar al fútbol por diversión. También trabajó vendiendo productos en las calles de Buenos Aires. Desde útiles escolares hasta bombillos navideños. Eso forjó su carácter. Y le ayudó a no bajar los brazos.
Martín Mandra se prepara para dirigir una práctica con Atlético Kin, en Quito, en abril de 2023.
Israel Mora / PRIMICIAS
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Martín Mandra nunca soñó ser futbolista profesional. Mucho menos con llegar a Primera división. Jugaba con sus amigos en el barrio, quienes tocaban el timbre de su casa y lo invitaban a ‘pelotear’ en la calle. Amateurismo puro.
Proviene de una familia humilde. No pobre. Pero muy trabajadora. No les sobraba nada. Martín es el menor de tres hermanos -y único varón-. Siempre fue apegado a su padre, amante del fútbol y vendedor ambulante.
"Mi papá siempre trabajó en un mercado de frutas y después en la calle. Yo le acompañaba. Poníamos una mesa en las veredas o nos subíamos a los buses y, dependiendo la época del año, vendíamos útiles escolares, bombillos navideños y hasta cordones para los lentes o gafas".
Eso, cuenta en una entrevista con PRIMICIAS, le hizo crecer, poner los pies sobre la tierra y valorar aún más pequeñas cosas. "Siempre fui humilde".
Martín Mandra estuvo ligado al fútbol gracias a su papá, quien le inculcó el amor por el deporte. Estudiaba en el colegio por la mañana, pero en las tardes entrenaba en el club de su barrio.
Sin que se le pase por la cabeza dedicarse de lleno al deporte, se probó en las divisiones formativas del Club Atlético Lugano, de la cuarta categoría de Argentina. Allí tuvo su primer contacto con "serio" con la pelota y un fútbol más competitivo.
Después de unos meses, recibió la llamada de un amigo. Le dijo que se vaya a probar a Boca Juniors. Para Martín era una utopía. Pero su amigo, junto a su padre, le insistieron en que vaya al complejo.
"Llegué, me hicieron las pruebas y me aceptaron. En ese momento vi de cerca a los jugadores profesionales y otros que estaban en reserva. Y me dio muchas ganas de ser uno de ellos. Eso fue un punto de inflexión en mi carrera", recuerda Mandra.
Si bien nunca llegó a Primera, Martín estuvo durante tres años en el equipo 'Xeneize'. Después de eso, se terminó su vínculo y le costó volver a conseguir un club.
Mandra quería seguir en contacto con el fútbol. Por eso, tocó las puertas de Almagro, un equipo de Segunda categoría. Pero no tuvo buena acogida. Le dijeron que no había más espacio para probarse.
Eso significó un 'cachetazo' muy fuerte. Se sentía frustrado. Y hasta pensó en dejar por completo el fútbol.
"Le llamé a mi papá, que estaba en otra Provincia, y le conté lo que pasó y lo que quería hacer. Dos días después llegó a Buenos Aires. Se comunicó con un amigo que estaba en Racing y después de varias pruebas quedé. A los tres meses ya estaba en el primer equipo".
Con 19 años, Mandra tuvo su primera experiencia profesional, la misma que salvó su carrera. Sin la insistencia de su padre, su llegada a la 'Academia' no hubiese sido posible.
Ecuador y un giro a su carrera
Además de su paso por Racing de Avellaneda, Martín Mandra jugó en Nueva Chicago, Ferro, Rosario Central, Gimnasia, Belgrano y Huracán en su país.
Mientras que su primera experiencia en el extranjero la tuvo en Rayo Vallecano de España. También tuvo un recorrido por Alemania, Italia y Grecia.
En 2007 llegó llegó la oferta de Deportivo Azogues de Ecuador, en un momento bastante particular en su vida.
Mandra se estaba sometiendo a un tratamiento médico para reemplazar las células en su cuerpo, ya que sentía un desgaste físico bastante avanzado. Lo hizo por recomendación de un amigo que era médico.
Y en su primera temporada en Azogues no defraudó. Anotó 11 goles en 21 partidos jugados, con un promedio de 0,52 tantos por encuentro, y el equipo quedó a un punto de clasificar a la Copa Libertadores.
Eso le permitió fichar por Deportivo Quito un año más tarde. Con los 'Chullas', dirigidos por Carlos Sevilla, volvió a tener una gran campaña: hizo 17 goles en 34 partidos y salió campeón nacional.
Ese equipo de 2008 fue uno de los mejores en toda la historia del club. La dirigencia armó un plantel muy poderoso, con nombres como Luis Fernando Saritama, Isaac Mina y Léider Preciado.
"En ese año se nos dio todo. La mayoría éramos jugadores de experiencia con hambre de gloria. El plantel sabía lo que quería y había una comunión muy fuerte entre equipo, dirigentes e hinchada".
En 2009, Mandra permaneció en Deportivo Quito, aunque de manera turbulenta. Se peleó con el DT Rubén Darío Insúa, lo cual provocó su salida tras 16 partidos jugados y apenas un gol.
Según el argentino, dio una entrevista en la que habló bien de Sevilla. Y eso, al parecer, molestó a Insúa. "Tal vez pensó que quería sacarles del puesto. Pero era absurdo, porque yo recomendé a Rubén ante la dirigencia para que lo contraten".
Más allá de ese inconveniente, Mandra guarda un cariño inmenso a la institución capitalina. Fue la mejor experiencia de su carrera en cuanto a logros. Y no se olvida el festejo de 'gallina' ante Liga de Quito en Casa Blanca. "Fue una promesa que le hice a un hincha".
En 2010, Mandra continuó su carrera en el Manta y jugó por un año antes de su retiro definitivo como profesional.
Sueños hechos realidad
El argentino decidió radicarse en Ecuador por el respeto y el cariño que recibió en el país durante cuatro años.
Después de su retiro, Mandra tomó el curso para ser director técnico y montó su propia escuela de fútbol, que hoy cuenta con 150 chicos de distintas ciudades del país.
Y desde enero de este año se convirtió en nuevo director técnico de Atlético Kin, que disputará la Segunda Categoría de Cotopaxi.
Mandra se define como un entrenador exigente, detallista y práctico. Está ilusionado por la temporada que se viene y con la ilusión de ascender a la Serie B.
Por otra parte, el uso de la tecnología y las métricas en el equipo lo mantiene motivado. Cree que con esa herramienta el equipo va a sacar una ventaja para pelear por los objetivos deportivos y personales.
Hoy por hoy Mandra disfruta de su presente. No piensa en otra cosa que capacitarse, hacer que los jugadores confíen en su palabra y potenciar el rendimiento del plantel. Tiene tranquilidad para trabajar y, al igual que en su época como jugador, mucha ambición.
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