Hace 24 años, Jefferson Pérez logró la primera medalla para Ecuador
Jefferson Pérez en su actuación en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996, donde obtuvo la medalla de oro en los 20 kilómetros marcha.
Reuters
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"En Atlanta no solo ganamos una medalla. Vencimos complejos, paradigmas y (un sentimiento de) inferioridad, que habían sido implantados en nuestra mentalidad tan fuertemente", aseguró Pérez.
Fue la primera medalla olímpica de un país que por aquel entonces trataba de salir de crisis económicas y políticas, y que vio en su humilde medallista un símbolo de que sí podía salir adelante.
"Qué mejor ejemplo que el de mi madre, una mujer humilde, no vidente, con 5 hijos, sin formación académica, pero que con su esfuerzo nos sacó adelante y nos hizo profesionales", dijo Pérez sobre la verdadera esencia del mensaje de aquel triunfo.
Recordó que cuando empezó a preparar los Juegos de Atlanta, pidió al Comité Olímpico local un equipo multidisciplinario.
"¡Casi nos pegan un tiro!", y recuerda que le dijeron: ¿Qué te crees? Un equipo multidisciplinario es para los grandes equipos de fútbol, para las grandes selecciones, tú tienes que entrenar y se acaba todo allí".
Jefferson Pérez, entonces de 22 años, reconoce que hubo muchos conflictos con las organizaciones deportivas en aquellos momentos, pero que gracias al triunfo en Atlanta todo cambió, y que con ello se abrió el camino para los deportistas de alto rendimiento de hoy, que ellos sí tienen ya sus equipos multidisciplinarios.
Con un talante de humildad, el exdeportista, el único ecuatoriano que ha ganado una medalla olímpica hasta ahora, recuerda una vida de "necesidades" y cómo llegó a la marcha a los 14 años con el objetivo de aprobar unas materias en el colegio.
"Le agradaba más correr, pero gracias a sus primeros y excelentes resultados, lo convencimos por la marcha", dijo su primer entrenador, Luis Chocho.
Hubo un momento en que decidió trabajar por las mañanas y estudiar por las noches, pero luego de quince días fue Campeón Mundial Juvenil en Seúl 1992 y cuando regresó a Ecuador decidió hacer el alto rendimiento de manera profesional.
Ese triunfo le abrió las puertas de la Universidad del Azuay y le valieron el auspicio por cuatro años de un empresario local, con lo cual superó dos necesidades: "Poder estudiar y poder alimentarme".
En una conversación desde su vivienda en la ciudad de Cuenca, que construyó gracias al apoyo de la ciudadanía, Pérez, que participó en todos los Juegos Olímpicos desde Barcelona (1992) hasta Pekín (2008), insiste en que lo importante nunca fueron las medallas, sino lo que estás esconden detrás.
Como ejemplo pone la presea de plata que obtuvo en Pekín, a los 34 años, al entrar en la línea de meta detrás del atleta ruso Valeriy Borchín, años después acusado de doping.
Ecuador llegó a reclamar que se le concediera el oro a su atleta, pero el TAS hizo efectiva la anulación de resultados solo desde 2009.
"Lo más importante para mí no es la medalla metálica, lo más importante es tener la medalla en la conciencia, de haber hecho de manera transparente el esfuerzo", indicó Pérez sobre ese episodio.
Pérez, que estudió Administración de Empresas y Ciencias Políticas, y que tiene dos posgrados, vive de la empresa de marketing deportivo que creó hace 18 años, de una empresa de comunicación y de la construcción.
"Dios ha sido muy generoso y lo que he hecho ha sido vivir con dignidad. No vivo con lujos, de hecho, la casa actual en la que vivo fue construida con donaciones de la ciudadanía hace unos 26 años", resaltó.
Lo consiguió gracias a una radio maratón en la que la gente, muy amable y solidaria, le regalaba cemento, ladrillos, puertas y ventanas para construir su casa.
"Sigo viviendo en ella. Tenemos una empresa de construcciones, pero esta casa tiene espíritu, esta casa fue todo el espíritu de los ciudadanos cuencanos, de toda la ciudadanía", indicó. El mismo espíritu que le llevó a crear la fundación "Jefferson Pérez" de ayuda social hace 15 años.
Preguntado por el futuro del atletismo en Ecuador, consideró que el país tiene gran "cantidad" y "calidad" de talento, pero que sigue faltándole ese "maestro de orquesta" desde las instituciones deportivas para que las nuevas generaciones puedan llegar a los grandes resultados.
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