Deportivo Quito volvió a ser el mismo desastre de siempre

Deportivo Quito debería llamarse Deportivo Calamidades. La ilusión de los hinchas azulgranas para ver de regreso al equipo en la Serie B ha sido defraudada. Bueno, no es que en estos ocho años hubiera mayores asideros de esperanza, pero este 2024 lucía prometedor.

La victoria sobre Barcelona SC en la Noche Amarilla fue un revulsivo poderoso. Hizo soñar a los hinchas de que era posible dar ese salto de calidad para salir del infierno de la Segunda categoría.

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Mejores fueron los anuncios de que Independiente Juniors, franquicia de IDV, facilitaría jugadores para, ahora sí, ganar la competición. Y el hecho de que Martín 'Buitre' Mandra, uno de los (pocos) ídolos históricos del Quito, fuese el director técnico, incentivaba aún más los buenos augurios. Muchos, incluso gente que no es afín a Deportivo Quito, ya se veían en dos años acudiendo al Atahualpa para admirar, por ejemplo, el venerable Clásico del Pueblo.

Pero el caos persigue eternamente al Quito, que acaba de despedir a Mandra tras la derrota ante Vinotinto. Este resultado ha puesto en enorme peligro la clasificación al hexagonal final.

Para colmo, las barras bravas, esos delincuentes disfrazados de hinchas, agredieron a los jugadores rivales y también a los propios. Si los hinchas del Quito tienen dos corazones, uno para vivir y otro para sufrir, las barras bravas azulgranas parecen usar sus dos corazones para odiar y agredir.

Así que, de repente, se perdió el deseo de que Deportivo Quito regresa a Primera. Con ese peligro latente de agresiones, con esa pésima gestión interna de la frustración, mejor que se quede nomás guardado en Segunda. Ahí al menos cumple una función importante: ser vivo ejemplo de lo que puede pasar cuando un club hipoteca hasta su alma para ser campeón.