Samantha Arévalo y el deseo de rozar la perfección
La nadadora Samantha Arévalo aprendió que todo es posible. Tiene 26 años apenas, pero es una de las más experimentadas del equipo ecuatoriano en los Juegos Olímpicos de Tokio.
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Samy asistirá a sus terceros Juegos gracias a su esfuerzo deportivo, a su perseverancia y a esa personalidad inquebrantable que le ha permitido tomar riesgos y decisiones para mantenerse en la élite mundial.
A los cuatro años de edad se metió por primera vez a una piscina. Lo hizo para aprender a nadar, para compartir más tiempo con sus hermanos Javier y Víctor Hugo, que practicaban triatlón, y que salían de casa todos los días.
Poco a poco el juego infantil se transformó y, a los 10 años de edad, empezó a plantearse sus objetivos. Quería estar más tiempo en la piscina, mejorar su técnica y sumar victorias, medallas y récords.
Con 12 años ya fue seleccionada de Morona Santiago y luego de Ecuador. La Copa del Pacífico en Colombia fue su primera prueba, allí aprendió que para competir contra los mejores tenía que salir de la zona de confort.
Aprendió que para competir contra los mejores tenía que salir de la zona de confort.
Bajo la dirección del entrenador cubano Ariel Cabana, y con solo 17 años, logró clasificarse a los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Ganó su serie, y en la tabla general se ubicó en el puesto 29. Su marca de ocho minutos y 48 segundos. Un récord nacional para los 800 metros en la piscina.
Retornó a casa para comunicarle a sus padres, Leonardo y Elisa, que había tomado una decisión importante.
Mares, lagos y lagunas
Y así fue como dejó la casa materna en Morona Santiago para irse a vivir en Cuenca, donde se unió al club de los Hermanos Enderica; encargó su formación al técnico Juan Enderica, mientras en la piscina compartía entrenamientos con Santiago y Esteban.
Recibió el apoyo de sus padres también en su deseo de dejar de estudiar de manera presencial y empezó a hacerlo a distancia, para brindarle más tiempo a la natación.
Incursionó en la maratón acuática de los 10 kilómetros en aguas abiertas. El cambio de prueba fue un reto, pues la primera vez que nadó en Salinas se desvió de la ruta y perdió mucho tiempo.
Aprendió a nadar contra corriente. Con viento a favor y en contra. En mares, lagos y lagunas. Ese ciclo olímpico le permitió ganar medallas bolivarianas, sudamericanas y panamericanas.
En los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016 llegó a la meta en noveno lugar. Por segundos no pudo lograr el Diploma Olímpico, una distinción que se otorga a los deportistas que estuvieron muy cerca de alcanzar alguna medalla.
Para no perder la costumbre, Samantha tomó otra decisión en su deseo de rozar la perfección: abandonó Cuenca y el país y se fue a vivir en Roma para trabajar con el técnico italiano Fabrizio Antonelli y compartir entrenamientos con las seleccionadas de ese país: Rachele Bruni, Arianna Bridi y Martina De Memme.
Bruni es subcampeona olímpica del 2016 en Brasil y este año terminó tercera en el ranking mundial.
Fiel a su convicción de que para lograr resultados distintos se deben hacer cosas diferente, también hizo un alto en sus estudios para entrenar a tiempo completo.
Un año después, en 2017, logró la medalla de plata en el Mundial de Natación. La más importante de su carrera deportiva hasta el momento.
Su lema es que para lograr resultados distintos se deben hacer las cosas de manera diferente.
En 2018 llegaron las preseas en la Serie Mundial y su nombre alcanzó brillo internacional. Antes de completar el ciclo olímpico, cambió una vez más de entrenador. Dejó Italia y pasó a entrenar con el francés Philippe Lucas, desde septiembre de 2019.
Le agradó la idea de compartir entrenamiento con 20 nadadores de diferentes países, entre ellos la neerlandesa Sharon van Rouwendaal y el francés Marc-Antoine Olivier, campeona y subcampeón de aguas abiertas en los Juegos Olímpicos del 2016, en 10 kilómetros.
Precisamente, se encontraba en Montpellier (Francia), cuando la pandemia apareció y aplazó los planes olímpicos.
Samantha apaciguó el encierro de tres meses con la gracia de un ukelele, que había comprado a través de una plataforma en Internet.
Como no hay reto que pueda con ella, buscó videos tutoriales en Internet y aprendió a tocar algunas melodías. Acomodó a su agenda de entrenamientos, competencias y viajes para darle tiempo a su amigo el ukelele, que seguramente viajará también a Japón.
Tokio y los Olímpicos son su nuevo objetivo. Hará su mejor esfuerzo en la maratón acuática. No habla de medallas, pero con Samantha todo es posible.
La nadadora ecuatoriana compite el 3 de agosto de 2021, a las 16:30 (hora de Ecuador).
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