Jhonatan Amores, un atleta que derrotó incluso a la muerte
"El deporte me sanó. Nací prematuro, mi abuelita creía que estaba muerto porque el cordón umbilical se había enredado en mi cuello. Se dio cuenta de que estaba vivo porque arañé su pecho".
Jhonatan Amores cruza la meta en segundo lugar en el Campeonato Nacional de Marcha en Machala, el 8 de enero de 2022.
Armando Prado
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Nació para pelear. La vida valiente y guerrera de Jhonatan Amores comenzaría a florecer tras superar un soplo al corazón y una fiebre reumática, cuando contra todo pronóstico se coronó vicecampeón mundial juvenil de marcha.
Fue un bebé prematuro que llegó al mundo durante un día feriado en Machachi, una verde y alegre población de la provincia de Pichincha.
Su nacimiento estuvo marcado por la angustia. Ese día "no había nadie para atender el parto de mi mamá. Ella no pudo ir a ningún hospital y fue mi abuelita quien le ayudó a dar a luz en casa", narra el joven atleta.
La adversidad lo acompañó también en sus primeros años de vida. Al cumplir 10 años por fin superó una neumonía, pero sentía dolores intensos en las piernas.
"Había noches en que no dormía nadie en mi casa, todos se despertaban por mi llanto", recuerda Amores.
Jhonatan Amores quería dejar todo el sufrimiento y los tratamientos atrás y seguir el camino de sus hermanos atletas.
Pero sus padres se oponían, pues veían en él al pequeño hijo lleno de fragilidad al que había que cuidar constantemente.
"El deporte me sanó"
Jhonatan Amores
Nada puede contra el espíritu humano cuando está decidido. "Vi un anunció en la televisión de Banco Pichincha que auspiciaba a Jefferson Pérez. Era 2008 y ese año Jefferson ganó la medalla olímpica de plata en Pekín en los 20 kilómetros marcha", recuerda.
"Yo no sabía ni lo que era (la marcha, ndr). Un día, me escapé del cuidado de mis hermanos y le pedí al entrenador de ellos que me enseñara la marcha atlética", dice Jhonatan.
Así comenzó una carrera deportiva en la que tuvo que enfrentar innumerables obstáculos. El niño que aprendió a defenderse desde que nació respondía ante cada revés con una actitud estoica.
El niño que aprendió a defenderse desde que nació respondía ante cada revés con una actitud estoica.
Sin dinero pero con determinación
Empezó a entrenar con Rocío Guerrero. Debía trasladarse a diario desde Machachi hasta la pista Los Chasquis en Quito.
Ese gasto era solo uno de los múltiples que afrontaron sus padres antes del Mundial Juvenil de Polonia en 2016, en el que Jhonatan ganó la medalla de plata en los 10.000 metros marcha.
Ese segundo lugar a escala mundial entraña una historia similar a la de Glenda Morejón, Campeona Mundial Prejuvenil.
Sus padres no podían comprarle los zapatos nuevos que necesitaba cada mes, porque se le desgastaban debido a las largas jornadas de entrenamiento.
"Mis padres iban a la vulcanizadora a parchar mis zapatos. Lo importante era que yo me sintiera cómodo para mis competencias".
Jhonatan Amores
Esa medalla mundial confirmó que sus enfermedades habían sido derrotadas. Que su organismo se convirtió en otra máquina distinta, la de un deportista olímpico.
Comenzó el proceso para llegar a Tokio 2020, que se tornó muy disputado en lo deportivo. Hubo capítulos de angustia, pero jamás se desanimó.
La dirigencia decía no tener dinero para financiar los viajes necesarios para lograr la clasificación de Amores.
Como él no podía renunciar a su sueño, su familia organizó rifas y sorteos de lechones y terneros, recibió colaboraciones de sus amigos de Machachi.
Viajó a México en 2019, fue tercero en los 20 kilómetros marcha de la Copa Panamericana. Subió al podio, pero luego perdió el avión de regreso y no tenía un centavo en el bolsillo para cenar y esperar 24 horas para tomar el siguiente vuelo.
Quedó frustrado por no asistir a los Juegos Panamericanos de 2019 y, luego, una lesión en el hombro le impidió entrenar durante cuatro meses.
A estas alturas, viajar a los Juegos Olímpicos de Tokio parecía algo imposible, hasta que un rayo de sol apareció.
La Federación Ecuatoriana de Atletismo le dio una oportunidad para clasificarse en los 50 kilómetros, una distancia en la que se camina durante más de cuatro horas y que Jhonatan no había probado aún.
Pasar de los 20 kilómetros tan bruscamente a la mayor distancia del atletismo parecía imposible para todos, menos para él.
Las oportunidades se toman
Recibió la oportunidad y no la desaprovechó. Entrenó cuatro meses y estuvo listo. Ese 7 de mayo de 2021 caminó y selló su pasaporte a la cita olímpica.
Al final de la competencia tomó la bandera de Ecuador y celebró con el corazón latiendo tan fuerte que parecía salirse de su pecho.
En agosto de 2021, Amores estuvo en la línea de partida de los Olímpicos. Era un sueño hecho realidad.
Había caminado tanto para ese momento y solo pensó en disfrutarlo: estaba entre los mejores del mundo en la competencia máxima a la que puede aspirar un deportista.
Agradeció a la vida, a su familia. A todos, porque los 50 kilómetros olímpicos fueron su graduación en la marcha atlética.
Su participación en Tokio se vio opacada por una lesión que le impidió lograr su mejor tiempo. Llegó en el puesto 27 y regresó al país con algo de desilusión, pero está dispuesto a comenzar de cero para retornar a la siguiente cita olímpica, esta vez en París 2024.
Y el sábado 8 de enero de 2022 empezó su camino hacia su nuevo sueño. El marchista se ubicó en segundo lugar en la prueba de los 35 kilómetros en el Campeonato Nacional de Marcha que se corrió en Machala, por detrás de Daniel Pintado.
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