Rodrigo Paz cambió la vida de Gregori Anangonó
Su madre, doña Alicia y el recordado dirigente Rodrigo Paz Delgado, le abrieron la puerta al fútbol. Hoy sueña ser campeón con la Universidad Católica.
Gregori Anangonó, después de un entrenamiento de Universidad Católica, en abril de 2023.
Armando Prado
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Para el escritor argentino Julio Cortázar, el azar es el único campo donde puede germinar la casualidad. Y, una casualidad podría catalogarse como generadora de historias, como la de Gregori Anangonó, el lateral derecho de Universidad Católica.
"Somos cuatro hermanos y mi madre siempre se las vio sola. Salió en busca de trabajo y terminó en casa de Don Rodrigo Paz. Él me dio la oportunidad de ingresar a Liga, me vieron que tenía condiciones y me quedé", relata el jugador que el 16 de mayo cumplirá 25 años.
Completó su proceso formativo en todas las categorías con la 'U', disputó torneos nacionales en las divisiones Sub 16, Sub 18 y Reserva, pero no llegó a jugar en Primera división. Sin embargo, ha ido cumpliendo sueños, esos que, por casualidad, fueron apareciendo en el camino.
"Por televisión veía los partidos del Santos de Brasil cuando Neymar era la figura. Vi una fiesta en el estadio y las tribunas. Me preguntaba qué se sentiría jugar ahí".
Gregori Anangonó, jugador de U. Católica
En 2022, con la Universidad Católica llegó al estadio del Santos de Pelé, para disputar un partido por la Copa Sudamericana. "Jugar allí es emocionante, estaba viviendo el sueño que pensé nunca lo iba a cumplir".
Otro sueño hecho realidad para Gregori fue haber conocido al marfileño Didier Drogba, quien brilló en el fútbol inglés con el Chelsea en 2007.
"Tuvimos una presentación con Liga, nos permitieron compartir con él. El fútbol es así, nos permite conocer y compartir con varias personalidades".
No pudo gritar su primer gol en primera división como lo habría querido. "Fue en el inicio de esta temporada. Íbamos perdiendo y convertí mi golcito, me imaginé que el momento iba a ser más alegre".
Lo había esperado desde 2019, cuando comenzó su carrera profesional. Lo imaginó de felicidad absoluta, pero no ocurrió. Sin embargo no deja de agradecer por tantos momentos vividos en el fútbol, al que ingresó cuando tenía 10 años.
Los siguientes sueños que quiere vivir y hacer realidad tienen que ver con Universidad Católica, su actual club.
"Quiero lograr el título con el equipo y salir por la puerta grande. Mi sueño es jugar en el exterior, en la MLS de los Estados Unidos".
Gregori Anangonó, jugador de U. Católica
Dice que para ello está trabajando aunque en este inicio de año, Universidad Católica no se encuentra en los primeros lugares como en las últimas temporadas. "No dejaremos de insistir".
Un lateral con proyección
Gregori Anangonó nació en Mira, en la provincia del Carchi. Desde allí vino a vivir a Quito con su madre y sus tres hermanos.
En Liga de Quito alternaba en diferentes posiciones y tuvo un 2017 muy interesante pues disputó 30 partidos y marcó seis goles. "El técnico Miguel Bravo, ahora en la Selección Sub 20, me ayudó en esa etapa".
Pasó a Aucas en 2019, club que le permitió debutar en primera división. "Allí pude conocer al director técnico Gabriel Schürrer, uno de los entrenadores que me dejó muchas enseñanzas".
Con los 'orientales' jugó 42 partidos, tanto en el campeonato nacional, Copa Ecuador y en el torneo de Reserva.
"En 2021 apareció la oportunidad de llegar a Universidad Católica. Conocí al profesor Santiago Escobar, que me ayudó a madurar".
Pasó a desempeñarse como marcador por derecha y se apropió del puesto en el equipo titular, posición que la ha seguido defendiendo en este 2023.
Con el grupo de compañeros se siente a gusto, pero dice que a la hora de pedir un consejo le gusta dialogar con el colombiano Cristian Martínez Borja. "Es la persona que está conmigo en las buenas y en las malas".
Uno de esos malos días ocurrió el año pasado cuando recibió una tarjeta roja. "Fue en el partido contra 9 de Octubre en Guayaquil. Estaba con la cabeza caliente y me expulsaron. Afortunadamente mis compañeros alcanzaron la victoria, yo sentía mucha vergüenza, no sabía donde meterme. Fue un gran error".
Esa lección le ha permitido tener más calma que ansiedad. Prefiere vivir con intensidad los momentos que comparte con su hijo Arley, de dos años.
Son tardes completas de risa, juegos y amor. Quiere brindarle la misma entrega que recibió de su madre, doña Alicia, a quien ya le regaló una casa, porque ella le abrió el camino a una profesión repleta de sueños y casualidades.
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