Inspirado en Moisés Caicedo, Emiliano Clavijo busca su lugar en Católica
Más que el valor económico, es el valor emocional. “La camiseta con la que marqué el primer gol en la Copa Sudamericana se la di a mi mamá. Ahí está reflejado el esfuerzo de los dos”, dice Emiliano Clavijo, mediocampista de Universidad Católica.
Emiliano Clavijo, una de las alternativas en el medio campo de la Universidad Católica.
Armando Prado
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Emiliano Clavijo es volante interior. Un '5' clásico, una posición en la cual el equipo 'camaratta' tiene jugadores de mucha técnica y buen pie.
“Sé que son titulares Facundo Martínez, Kevin Minda y Andrés Oña, pero el fútbol me ha enseñado que esta carrera es de persistencia y mucha paciencia”, añade el mediocampista nacido en Quito el 28 de mayo de 2000.
Llegó a Universidad Católica cuando tenía 13 años. En su proceso formativo, los entrenadores fueron encontrando su posición en la cancha. Jugó de delantero, pues su contextura física y su estatura de 1,73 metros le permitían pelear el balón en el área rival.
En ocasiones jugaba como extremo o de lateral, hasta que le ubicaron de mediocampista de recuperación de balón
"Es un lugar donde me siento cómodo. Es mi posición ideal", reafirma con convicción, aunque en su historial deportivo resaltan los 16 goles que marcó con la Sub 16 de Universidad Católica, en el torneo nacional.
En este proceso de crecimiento se encontró con varios entrenadores, pues jugó torneos con el ‘Trencito’ Sub 16, Sub 18, Reserva, Primera A y Primera B.
“Fue Martín Anselmi, que hoy está en Independiente, con quien di el salto a Primera. Con él estuve en Reserva un largo tiempo, aprendí muchas cosas”.
Debutó en Serie A cuando tenía 17 años y su presencia en las convocatorias las alternaba con los partidos en los otros torneos. En 2018 jugó 40 partidos en formativas y en 2019, otros 24 encuentros.
Universidad Católica le dejó ir al América por dos temporadas para que se afiance en la Primera B. Completó una treintena de partidos antes de regresar al ‘Trencito Azul’.
En 2022 jugó en 25 de las 30 fechas del campeonato nacional y en esta temporada ha estado presente en las convocatorias de 17 de 18 partidos.
“Sé lo competitivo que hoy es ese puesto de volante en el equipo. En los entrenamientos veo lo que hacen, cómo se mueven, así aprendo”, añade, con una sonrisa muy cálida y espontánea.
También mira las destrezas de Moisés Caicedo, la nueva joya del fútbol ecuatoriano, que juega de '5' y a veces de '8'. “Estoy contento por él. Compartimos convocatoria en los microciclos de la Selección Sub 23”.
Conversaron cosas de fútbol, de adolescentes, secretos del puesto, dónde se marca el equilibrio del equipo, la recuperación de balón, la visión periférica y los pases entre líneas.
Todos los adornos rotos
Emiliano Clavijo, de 23 años, al abrir su álbum de recuerdos, sonríe al relatar cómo fue que su madre se vio obligada a inscribirlo en una escuela de fútbol, cuando tenía 6 años.
“La jefa de mi mamá me regaló una pelotita, entonces yo, todas las tardes cuando regresaba del colegio, jugaba y rompía los trofeos de mis hermanos y otros adornos. Le tocó llevarme a una escuela de fútbol porque iba a dañar toda la casa”.
Le gustaba el deporte porque veía a sus hermanos mayores, Gerardo y Moisés, jugar en torneos provinciales. Iba al estadio y aprendió a amar al fútbol. Se enamoró aún más cuando empezó a practicar en la escuela donde le llevaba todos los días su mamá. “Jugar al fútbol me hace feliz”.
El pasado 6 de mayo, Emiliano anotó su primer gol en Primera A y cumplió uno de los sueños de todo futbolista.
“Fue algo bonito porque el equipo venía de una mala racha. Después de ese gol empezamos a subir en la tabla de posiciones. Me motivó para seguir adelante”.
Fue un segundo regalo para su mamá, porque el primero le dio un año antes cuando marcó el gol a Unión La Calera, por la Copa Sudamericana, en Chile.
“Más que un regalo de valor económico, le di mi camiseta con la que anoté el gol en la Sudamericana, ese fue un logro de los dos porque los dos empezamos este sueño y creo que eso significó mucho”.
Doña Linda siempre ha estado a su lado. Antes le llevaba a la escuela de fútbol, hoy va al estadio con su padre y sus hermanos, que le iniciaron en esta pasión por el deporte.
“Le da mucha emoción cuando me ve jugar. Cuando va al estadio, me da felicidad, yo también estoy contento con todo lo que he conseguido gracias a ella”.
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