Ana Vivar: "He caído muchas veces, pero hoy es más fácil levantarme"
La campeona nacional de ciclismo de ruta asistirá este año al Panamericano de Panamá y a las Vueltas de Colombia, Guatemala y Costa Rica.
Ana Vivar, en el velódromo José Luis Recalde, en Quito, el 13 de abril de 2023.
Armando Prado
Autor:
Actualizada:
Compartir:
A Ana Vivar le gusta entrenar con el sonido del bosque. Respirar aire puro. Sentirse libre, valiente. "Todas las mujeres somos guerreras y no tenemos límites", responde la ciclista cuencana, de 19 años, campeona nacional de ruta.
Sin casco y abajo de la bicicleta muestra su rostro adolescente, casi infantil, donde la sonrisa está siempre delineada. "En mi casa me dicen que soy brava", dice y vuelve a sonreír.
Hace seis años decidió convertirse en una ciclista 24/7, después de observar a su hermano Igor competir en un campeonato nacional de ciclismo. Se enamoró del deporte.
"El pelotón femenino es pequeño, pero hoy tenemos mayor respaldo. Solo hace falta decisión y valentía para que vengan más chicas al ciclismo".
Ana Vivar, campeona nacional de ciclismo de ruta.
En los seis años que lleva como deportista de alto rendimiento, siente que el ciclismo ha evolucionado y ella con él, "pero aún me considero una niña , quiero acabar mi proceso formativo, dar pasos pequeños, pero firmes y constantes".
Con ese conocimiento de saber en dónde termina su camino, descarta una posible participación en los Olímpicos de París 2024. Ana apunta a los Juegos de Los Ángeles 2028.
"Es un camino más largo, pero quiero llegar en mejores condiciones. Con más edad y mayor desarrollo deportivo".
La semana entrante participará en el Panamericano de ruta de Panamá junto con Miryam Núñez y Esther Galarza, donde está en disputa un cupo a los Olímpicos. Correrá para sumar experiencia, para medirse con las rivales del continente.
"Por ciclistas como Miryam y Richard Carapaz que han logrado cosas importantes en el ciclismo, cuando llega un ecuatoriano a competir genera mucha expectativa".
Este año, Ana Vivar tiene previsto asistir a las Vueltas de Colombia, Guatemala y Costa Rica, pues dejó de correr en pista para dedicar toda su atención al ciclismo de ruta.
"Todos los días salgo a la carretera, vivo en las afueras de Cuenca y voy por la autopista vía Gualaceo o por Cojitambo. Un terreno con mucha loma, no hay nada de plano", relata con su acento azuayo.
Sale a rodar por dos horas y media, todos los días. Sale sola, porque su padre, que además es su entrenador, muchas veces no puede acompañarla.
"En Azuay, como sucede en casi todo el Ecuador, los carros, camiones, furgonetas nos pasan rozando la oreja, como digo yo. En la carretera me siento desprotegida. Si salgo a entrenar es para cumplir un sueño".
Busca carreteras con poco tráfico para cumplir con su tabla de entrenamientos. "En la actualidad, un ciclista debe dominar todos los terrenos. Ser buena escaladora, saber bajar bien. Lograr un buen rendimiento en la crono y saber rematar las etapas en sprint".
En su hoja de vida constan sus medallas y trofeos y en su cuerpo quedan los rezagos de las caídas. "Han sido varias, pero hoy es más fácil levantarme".
Pero siempre está el miedo. "Una vez me rompí el menisco de la rodilla. Me quedé sin entrenar por varios meses. Fue muy duro. Tuve el apoyo de la familia y de un grupo de médicos. Quitarme el miedo a subir de nuevo a la bicicleta fue complicado".
A su bicicleta la considera su amiga, su confidente. Siempre le pide que le ayude a conseguir sus sueños. Uno de esos es poder llegar a un equipo profesional en Europa, "¡sería gara!", expresa.
Ana armó la bicicleta de su vida más rápido que su remate en un sprint. "La llanta delantera es Dios, me considero una persona religiosa. Mi familia es la llanta posterior, por todo el apoyo que he recibido de ellos".
Le asignó el manubrio a su equipo, porque le ha sabido guiar en este crecimiento hacia la excelencia.
La cadena, simboliza a sus amigos, por toda la motivación que recibe para que su alma funcione a mil por hora cada vez que da una pedaleada.
"¿Y los frenos?, es la gente que me quiere poner trabas, pero los quito y ya, porque sé que crecer solo depende de mí".
Igor, es su padre, entrenador y mecánico. Él la acompaña en los viajes al exterior. "Me encanta esa relación padre - entrenador - hija".
Gabriela es su madre y a veces protesta porque en la casa hay llantas, cadenas, cables por todas partes. Pero este es un "proyecto de todos".
Su único hermano es Igor, también, "y el culpable de todo lo que estoy viviendo".
Compartir: