Suecia acaba con su neutralidad y entra en la OTAN, ¿qué implica?
Suecia se convirtió este jueves, 7 de marzo de 2024, en el 32º miembro de la OTAN en una ceremonia en Washington.
El secretario de Estado de EE. UU., Antony Blinken, recibe los documentos de ratificación de la OTAN del primer ministro sueco, Ulf Kristersson, durante una ceremonia en Washington.
@SecBlinken/X
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El ingreso de Suecia en la OTAN después de la luz verde recibida el lunes por parte de Hungría clausura dos siglos de política de no alineación tras un proceso agitado. Aquello completa la entrada de toda la región nórdica en la Alianza, reforzando el control de esta sobre el mar Báltico.
"Ha sido un gran día para Suecia y la seguridad sueca. Es un día histórico", resumió el primer ministro sueco, el conservador Ulf Kristersson. Esto supone un vuelco a la política de defensa y exterior que parecía poco probable hace dos años.
El inicio de la intervención militar rusa en Ucrania en febrero de 2022 llevó a replantearse su no alineación a Suecia y a Finlandia, que tres meses después enviaron una solicitud de ingreso, aprobada en junio de ese año en la cumbre de la OTAN en Madrid.
En el caso sueco, fue necesario que dos de las tres principales fuerzas parlamentarias - los socialdemócratas, entonces en el poder; y el ultraderechista Demócratas de Suecia- cambiasen su postura frente a la Alianza y, con ello, alterasen de forma determinante el balance en la Cámara sobre la cuestión.
Aunque en términos históricos el ingreso de Suecia -pendiente solo de algunas formalidades que se resolverán en pocas semanas- ha sido relativamente rápido, lo que parecía un proceso exprés se ha prolongado 21 meses, un año más que con Finlandia, debido a las reticencias de Turquía y Hungría, que han buscado también obtener algún rédito político.
La OTAN refuerza su control sobre el Báltico
Con el ingreso sueco, y el anterior de Finlandia, toda la región báltica estará controlada por la OTAN, lo que afectará a la capacidad de movimiento de la flota rusa en San Petersburgo y Kaliningrado.
Ese mayor control incluye el estrecho del Sund, que une Copenhague con la ciudad sueca de Malmö; la isla sueca de Gotland, la mayor del Báltico y de gran valor estratégico por su localización central; y el golfo de Botnia.
Con un ejército de alrededor de 25.000 soldados, Suecia dispone además de la mayor fuerza aérea de los países nórdicos, con un centenar de cazas, lo que aumentará el dominio del aire de la OTAN en la zona y en la región ártica.
Suecia cuenta también con una de las industrias nacionales de defensa más destacadas en Europa Occidental, con Saab como estandarte: en el período 2018-2022 fue el décimo tercer exportador mundial, según datos del Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI).
Tres décadas de acercamiento a la OTAN
La entrada en la OTAN supone un cambio sustancial a la política de seguridad sueca de los últimos siglos, pero culmina a la vez un proceso de aproximación iniciado hace tres décadas, coincidiendo con el fin de la Guerra Fría.
Suecia, al igual que Finlandia, suscribió en 1994, la iniciativa Asociación Por la Paz de la Alianza, lo que permitió la participación de soldados suecos en misiones como las de Kosovo y Afganistán.
El giro en la línea sueca se aceleró notablemente ya a raíz de la adhesión de Crimea por Rusia en 2014, provocando la restauración del servicio militar obligatorio, el envío de un destacamento permanente a Gotland y aumentos progresivos en la inversión en defensa.
Suecia acogió por ejemplo en septiembre de 2017 las mayores maniobras militares en 24 años, lo que incluyó por primera vez la presencia en su territorio de tropas de la Alianza, incluido Estados Unidos, con quien Estocolmo firmó hace dos meses un nuevo acuerdo militar que permite el despliegue de soldados.
Aunque el ingreso en la OTAN cuenta con el respaldo de una gran mayoría parlamentaria y de más del 60 % de la población, según los sondeos, fuerzas políticas como el Partido de Izquierda Socialista -la cuarta mayor en la Cámara- y organizaciones pacifistas han criticado la celeridad del proceso y que no se convocase un referendo.
Las críticas aluden también al posible emplazamiento de armas nucleares en territorio sueco, cuestión que no ha sido desechada de forma concluyente.
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