Cinco claves para entender el 'efecto Bukele' en Ecuador y América Latina
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quien ganó en 2019 con un 53% de votos, ahora tiene prácticamente segura su reelección en los comicios del próximo domingo.
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, quien busca la reelección, en una foto de archivo, en diciembre de 2023.
Red social X de Bukele
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Cada vez que un hecho de violencia criminal sacude a algún país de América Latina, como los recientes atentados en Ecuador, salta una voz en las calles, o en las redes sociales: "¡Aquí lo que se necesita es un Nayib Bukele!", en referencia al presidente de El Salvador.
Bukele, quien tiene un triunfo casi asegurado en los comicios del 4 de febrero, se ha convertido en el referente de la 'mano dura' que necesita la región para enfrentar la crisis de seguridad, atribuida en parte al narcotráfico.
Pese a que sus políticas de seguridad son criticadas por organizaciones de los derechos humanos, el "efecto Bukele" se propaga en Chile y Argentina, pasando por Perú, Ecuador, que enfrenta una feroz arremetida del narcotráfico, Honduras o la otrora tranquila Costa Rica.
Con un respaldo de 90% de los salvadoreños, Bukele es el gobernante más popular de la región, según el Latinobarómetro de 2023. ¿Cómo se entiende el efecto del presidente salvadoreño? Estas son las claves:
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El desencanto por los políticos
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Bukele, coinciden expertos consultados por la agencia de noticias AFP, es una expresión del rechazo a la política tradicional, del desencanto con la democracia y de la pérdida de fe en las instituciones que no resuelven los problemas de inseguridad, pobreza y corrupción, graves en América Latina. "Es la esclerosis de la clase política (...) que se alejó completamente de la sociedad y de lo que son sus demandas y sus necesidades", aseguró Michael Shifter, analista de Diálogo Interamericano, con sede en Washington.
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La democracia no ha dado resultados
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Actualmente, un 48% de los latinoamericanos apoya la democracia como sistema político, 15 puntos menos que hace una década, precisó Marta Lagos, directora de la oenegé Latinobarómetro, basada en Chile. "La democracia no ha dado respuestas a la gente. Cuando se trata de seguridad, a los latinoamericanos les gustan las narrativas autoritarias. Hemos probado diferentes modelos y ninguno con éxito", opinó Ana María Méndez, directora para Centroamérica de la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA).
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Los mismos problemas
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Para Christophe Ventura, director de Investigación del Instituto de Relaciones Internacionales y Estratégicos (IRIS), "Bukele es producto de la historia". "América Latina enfrenta los mismos problemas que El Salvador", anotó. Es decir, la región atraviesa momentos críticos de inseguridad ligados a bandas del crimen organizado, que han sembrado terror en ciudades enteras.
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Autoritarios, pero seguros
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Para el analista Ventura, un triunfo presidencial de Bukele "reforzará" el modelo de "populismo autoritario" en una América Latina "que enfrenta una crisis multifactorial y un deterioro de la cohesión social". Favorecerá "el avance hacia este tipo de régimen", opinó. "Su victoria demuestra que hoy el electorado está dispuesto a recompensar a gobernantes que responden a sus necesidades fundamentales" aun a costa de "la democracia", afirmó Tamara Taraciuk, de Diálogo Interamericano. Lagos comentó, por su parte, que la "la racha de alternancias en el poder se produce por la insatisfacción" y, en el caso de El Salvador, "aunque con autoritarismo", Bukele ha resuelto el problema de seguridad y "su país y toda la región aplaude".
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Visión idealizada de El Salvador
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Para Lagos, sin embargo, el modelo de Bukele "se desmoronará a medida que las expectativas de la población vayan más allá de la seguridad", pues persisten la pobreza y la desigualdad social. "La luna de miel acabará", vaticinó. "Hay una visión un poco idealizada de lo que ha hecho Bukele. Pero hace falta ver la película completa. El latinoamericano que lo aplaude no conoce todas las condiciones de vida de El Salvador", aseveró. Para Ventura, es difícil que la política de mano dura por sí sola resista "al poder de la dinámica del narcotráfico y la criminalidad, que son regionales". "No podrá seguir metiendo gente en la cárcel" por siempre, opinó, al referirse a los 75.000 presuntos pandilleros detenidos bajo el régimen de excepción.
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