Griselda Blanco: Esta es su historia real, mucho más allá de la pantalla de Netflix
Los testimonios de sus antiguos aliados y víctimas pintan un retrato diferente, un fenómeno similar al que se ha visto en Narcos y otras producciones que cuentan la historia de infames capos que han dejado un devastador rastro de sangre a su paso.
Griselda Blanco, a la izquierda en una foto de archivo, es interpretada por la actriz Sofía Vergara (d), en la serie Griselda, de Netflix.
Agencias
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Por Sara González
Griselda, la nueva serie de Netflix protagonizada por Sofía Vergara, muestra a una mujer soñadora y valiente, una emprendedora (y muy buena vendedora) que construyó un imperio internacional a pesar de tener todo en su contra. Sin embargo, los testimonios de sus antiguos aliados y víctimas pintan un retrato diferente, un fenómeno similar al que se ha visto en Narcos y otras producciones que cuentan la historia de infames capos que han dejado un devastador rastro de sangre a su paso.
La plataforma de streaming ha sido contundente al explicar que su intención no es romantizar la historia, sino que se busca indagar en la complejidad del personaje. Para hacerlo, los guionistas se han tomado algunas libertades creativas que cuentan el ascenso y la caída de una de las mujeres más poderosas del crimen organizado.
Cómo empezó su historia criminal
La serie de Netflix menciona brevemente el pasado de Griselda como trabajadora sexual, pero no profundiza cómo fue que despegó su carrera delictiva en Lovaina, el decadente barrio de Medellín que solía ser el punto de reunión de los bohemios e intelectuales de la época. Ahí conoció a su segundo esposo, Alberto Bravo. De acuerdo con el libro La viuda negra, de la periodista Martha Soto, él le había contado que se dedicaba a contrabandear alcohol, perfumes, lencería y otros productos finos, pero una vez que la mujer se ganó su confianza, le confesó que también vendía sustancias ilícitas y se convirtieron en socios.
La pareja le compraba cocaína pura a dos enfermeras que trabajaban en una prestigiosa clínica de la ciudad y luego se encargaban de transportarla a Nueva York escondiendo el polvo entre la ropa interior. Lo que comenzó como un negocio minorista, rápidamente evolucionó a ser una operación global. La vida criminal no era algo nuevo para Griselda. Nacida en Cartagena de Indias en 1943 —aunque en una entrevista reciente uno de sus hijos ha dicho que en realidad nació en Santa Marta—, desde su adolescencia perteneció a un grupo delictivo que se dedicaba a realizar atracos en las casas de familias ricas. En un incidente no documentado, pero mencionado por fuentes conocedoras de la historia del narcotráfico en Colombia como Soto, a los 12 años Griselda habría asesinado a un niño que había sido secuestrado por la pandilla para exigirle dinero a su familia.
Blanco empezó a tener problemas con Bravo cuando su organización empezó a crecer. Él prefería mantener un perfil bajo, mientras que a Griselda le gustaban los lujos. Además, ella sospechaba que su socio robaba parte del dinero que ganaban, así que lo citó para aclarar la situación. Tras un breve intercambio de palabras, ambos abrieron fuego y Bravo murió.
Una realidad que supera a la ficción
Contrario a lo que cuenta la versión de Netflix, Griselda Blanco había sido identificada por las autoridades estadounidenses varios años antes de su arresto. En 1974 se llevó a cabo la Operación Banshee, en Nueva York, para capturarla, pero la mujer alcanzó a huir a Colombia. Allí se escondió por años hasta que finalmente se estableció en Miami, donde se cimentó su posición como La reina de la cocaína.
Si bien la versión de Griselda interpretada por Sofía Vergara muestra una faceta casi compasiva, en la que Blanco solo mandaba a matar en defensa propia, se trata de un caso más en el que la realidad supera la ficción. Algunos secuaces de la narcotraficante testificaron que era sumamente cruel y que iba tras sus enemigos y amantes por igual. Aunque algunos se referían cariñosamente a ella como La Madrina por sus favores y extravagantes regalos, también ganó notoriedad por la devastación que dejó a su paso en los últimos años que vivió en Miami. A Griselda se le adjudica el modus operandi de los sicarios motorizados, fue responsable de la masacre en el centro comercial Dadeland y, en una entrevista con la Policía, Jorge Ayala (a quien apodan Rivi en la serie) aseguró que Griselda “se alegró” cuando se enteró de la muerte del pequeño hijo de su exaliado, Jesús Chucho Castro. Aunque los oficiales creen que ordenó más de 200 asesinatos, únicamente fue juzgada por tres casos.
Un destino marcado por la muerte
Después de que Griselda fuera arrestada en 1985, sus hijos mayores quedaron bajo la mira de la Policía; Dixon y Osvaldo cumplieron condenas en una prisión estadounidense por delitos menores, y, cuando les otorgaron libertad condicional, regresaron a Colombia junto con su hermano Uber para recuperar el negocio familiar. Los primeros dos murieron en ataques relacionados a sus actividades criminales, mientras que al tercero se le perdió la pista hace décadas. Algunos creen que sigue oculto en Medellín.
Su otro hijo, Michael Corleone Blanco, cuyo nombre es un homenaje a El Padrino, pasó un tiempo en Colombia con su padre Darío Sepúlveda, pero finalmente terminó envuelto en el negocio de su madre y también fue capturado en Estados Unidos. El menor de los hijos de Griselda recientemente demandó a Netflix por el uso no autorizado de la imagen de la mujer. “Soy consciente que mi mamá no era santa, pero en mi mente y en mi corazón no la puedo odiar como la odian muchos, porque al final del día fue mi mamá, mi mejor amiga”, ha explicado Michael en declaraciones recientes. Para este punto está casi seguro de que Griselda, también apodada La viuda negra, dio la orden de que mataran a Sepúlveda por diferencias con la custodia de su hijo.
Griselda Blanco murió tras vivir ocho años en libertad en Colombia, ya cumplida su pena en Estados Unidos. Su final fue similar al de muchas de sus víctimas, en 2012, a los 69 años de edad, en Medellín: fue asesinada por un sicario en motocicleta.
*Artículo publicado el 29 de enero de 2024 en El País, de PRISA MEDIA. Lea el contenido completo aquí. PRIMICIAS reproduce este contenido con autorización de PRISA MEDIA.
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