La tragedia de Zaruma es como un resumen de la historia del país. Ciudad de una arquitectura hermosa, construida literalmente sobre una mina de oro, fue explotada desde los inicios de la Colonia pues los españoles detectaron pepitas de oro en el río Amarillo y lo siguieron aguas arriba hasta fundar, primero Portovelo, luego la Villa de Zaruma en la cima del cerro.
Años después, el obispo de Quito informaba escandalizado a Felipe II: "Llegué a las minas de Zaruma, traslado del infierno y de Ginebra y de Mahoma. Hallé cerca de sesenta hombres españoles y mestizos, solo seis casados, todos los otros sin mujeres de ley y bendición, que de maldición todos las tenían duplicadas y aun triplicadas".
Hacia 1896 la South American Development Company inició la explotación en gran escala y Zaruma vivió un nuevo esplendor con los gringos de la compañía, que bebían whisky, enamoraban a las zarumeñas y llegaron a tener moneda propia: los patersones.
La South American Development Company inició la explotación en gran escala y Zaruma vivió un nuevo esplendor.
Ahí surgió esa arquitectura de casas de madera, con portales y balcones tallados, y esas calles de adoquín, empinadas, que caminé en una Navidad de los años 80, cuando tuve la impresión de estar en un Nacimiento de tamaño natural, donde los 'pastores' eran vecinos en camisa de manga corta, amables como el clima.
Los gringos se habían marchado en los años 50, pero se vivía un nuevo auge, ahora de los llamados "petroleros" que abrían túneles casi dentro del pueblo, y si a uno le invitaban a una taza del fragante café que se produce en la zona, la porcelana tintineaba por las explosiones subterráneas.
Los gringos se habían marchado en los años 50, pero se vivía otro auge, ahora de los llamados "petroleros".
De modo que era cantado que iba a pasar lo que está pasando y no es culpa tan solo de las autoridades, sino también de la gente, como tantas cosas en este país de "petroleros" de todo tipo, donde esos nuevos gringos que son los chinos construyen represas descomunales e inconsultas, generando una ola imparable de deslaves.
Y se horada, bajo la arquitectura del Centro Histórico, un Metro demagógico que devora los recursos del Municipio y nunca será rentable, como lo sabían desde el principio.
Y se socava la estabilidad económica con gastos desorbitados. Y se dinamita al IESS. Y el narcotráfico sigue perforando el subsuelo de las instituciones. Y cuando todo se hunda, como en Zaruma, seguiremos buscando a quién echarle la culpa.
Cuando todo se hunda, como en Zaruma, seguiremos buscando a quién echarle la culpa.