Yasuní: Pan para hoy, hambre para mañana
Ecologista. Líder global en acción climática. PhD en políticas públicas de Ohio State University.
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Este conocido refrán bien pudiera ser el eslogan de campaña de candidatos y partidos que respalden en su plan de gobierno y, durante proceso electoral, el voto contra la conservación del Yasuní y en favor de la perpetuación de nuestra dependencia de las rentas petroleras.
La insistencia de ciertos actores de reducir el debate público al maniqueísmo político de petróleo versus pobreza limita la posibilidad de los ecuatorianos de analizar, comprender y juzgar las implicaciones de mantener un modelo de desarrollo y trayectoria fiscal amparados en ingresos por extracción y la exportación de petróleo.
La consulta de esta pregunta nos confronta con un momento histórico, que permite explorar un nuevo pacto social sellado en torno al objetivo común de transitar hacia la sostenibilidad.
Este diálogo democrático, en principio, debería ser el propósito por el interés general.
Ecuador confronta una severa crisis de seguridad y de gobernabilidad en el corto plazo. Estas problemáticas se agravarán en el mediano y largo plazos por riesgos climáticos físicos (El Niño) y de transición.
No debemos olvidar que la transición energética global, para cumplir con el Acuerdo de París, reducirá consumo de petróleo y la viabilidad de las inversiones petroleras.
Desde el 2013 se conoce, por los escenarios trazados por HSBC’s y por Standard & Poor's, que al menos 60% de las reservas probadas de combustibles fósiles existentes se quedarán bajo tierra si hay un 50% de posibilidades de limitar el calentamiento global a 2°C.
Las petroleras globales, como Shell y British Petroleum, han anunciado ya sus planes de reducción de hasta 25% de su producción hasta 2030.
Además del respeto a los derechos humanos y de la naturaleza que protegen el Yasuni-ITT, la creciente conflictividad social en la Amazonía, el alto costo de extracción, los problemas de logística de transporte marítimo internacional, así como la baja calidad del crudo pesado de esta zona, son elementos que suman a la inviabilidad económica de su extracción.
Una propuesta política, clara y ambiciosa, enfocada en la innovación y la diversificación de la estructura productiva a 2030, poniendo en valor la biodiversidad, mediante el desarrollo de conocimiento y encadenamientos de bioeconomía, que generen empleos verdes y sostenibilidad fiscal, tiene potencial para convertirse en la piedra angular de un pacto social renovado que asegure el triunfo electoral y la gobernabilidad.