Una Habitación Propia
Ya estoy vencida
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
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El otro día escribí un tuit sobre el voto nulo.
En él pedía a la gente que tiene esa posición que por favor se la replantease por el bien común. No era ni ofensivo ni perverso. No descalificaba ni humillaba. Era, así lo escribí, respetuoso y conciliador.
Mi único alegato entonces, ahora y siempre, era a favor de poder vivir tranquilos: yo, tú, él y ella, nosotros, todos.
Decía algo así como 'amigo, amiga que abogas por el nulo, por favor, al no traicionarte a ti mismo traicionas a los que queremos vivir en libertad y en paz'.
Sé que al escribir eso estaba tomando una posición, sé que la palabra traición es fuerte -tal vez me equivoqué al usarla y debí decir, no sé, 'nos dejas solos'- y sé, también, que decir algo en lo que una cree, lo que sea que demuestre alguna toma de partido, en este momento de la historia de nuestro país se paga carísimo.
Pero no imaginé cuánto.
Al poco rato tenía decenas de tuiteros vomitándome y defecándome encima.
No voy a repetir lo que me dijeron porque, francamente, no quiero seguir comunicándome desde el odio que es lo único que se ha hecho en la campaña presidencial desde ambos lados y, por supuesto, lo que se ha hecho en las redes sociales, repetidoras online de discursos virulentos.
Si van a buscar el tuit no lo encontrarán porque a las pocas horas lo borré. Trolls y no trolls, es decir, anónimos y gente con nombre y apellido, me llenaron de respuestas furiosas, violentas, algunas tan agresivas como piedras lanzadas con rabia hacia mi cabeza.
Mis redes sociales, como mi cuerpo, son míos y no voy a aceptar que me las ensucien, violenten o mancillen, yo bloqueo y borro, prefiero la calma.
Pero me quedé asustada.
Asustada de que este sea nuestro país y de que esto, eso, seamos nosotros.
Asustada de evidenciar que el diálogo es rotundamente imposible, que así como yo he leído y he intentado entender las razones por las que la gente quiere anular su voto, también pensé -ingenua- que se haría un esfuerzo por interpretar mis palabras y comprender por qué creo que no hay que votar nulo.
Pensé que intercambiaríamos ideas y no insultos.
Ya, parece, no podemos hacer eso.
Me resulta un misterio doloroso constatar que no podremos llegar a un acuerdo y que los odiadores de ambos bandos se dedicarán sistemáticamente a crucificar a quienes no piensen como ellos.
Inmisericordemente.
Esta es la Semana Santa más triste de nuestro país.
El viacrucis que no terminará.
Hagan lo que quieran, voten a quien quieran, anulen el voto, escriban obscenidades en la papeleta, escúpanla, písenla, dibujen cuernos al candidato que odian o dibujen genitales enormes adelante y atrás del papel.
Hagan lo que les dé la gana.
'Quien no espera vencer ya está vencido'. Yo estoy vencida. Estamos vencidos.
El odio ya luce en su pecho inflado la banda presidencial con los colores de nuestra bandera. Las elecciones nada más lo ratificarán.