En sus Marcas Listos Fuego
Y llegó el gran boom
PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.
Actualizada:
La primera explosión fue el preludio para la gran erupción. Gabo, Cortázar, Allende, Bolaño, Vargas Llosa, Fuentes lo revolucionaron todo, como el pionero que coloca la primera piedra en un campo fértil de literatura 'pastante'.
Y ¡boom! Empezaron a llover las rocas filudas, cortantes, definitivas. Así hace su ingreso a la literatura Karina Sainz Borgo, una venezolana que viene a estrujarlo todo.
Trae un nuevo invento, o mejor dicho, una recreación invertida. La llamaré: mágico realismo.
Debuta con 'La hija de la española', que vista a la distancia es una novela que narra de manera magistral una distopía apocalíptica con tinte zombie, la reacción del sapiens arrinconado que debe elegir entre morir de miedo o matar de turbación.
Ese humano agazapado que, para sobrevivir, tendrá que elegir entre rendir tributo a sus pesadillas o padecer asfixiado, inclinado ante ellas.
No es novela negra. Pertenece a una nueva categoría: novela gris. Ciudades devastadas donde el espesor de la ceniza y el sopor de los gases lacrimógenos son repelentes para el sol.
Mercado negro de alimentos, ejércitos de okupas, bandos de fanáticos de distintas revoluciones recién inventadas, tierra caliente transitada por sangre fría, purga inclemente.
Visto de cerca, es la historia de Venezuela, pero sobre todo, la vida de sus habitantes en el péndulo que se columpia entra la desazón y el instinto. No es una novela política, es la política de lo que debería hacer toda novela: desgarrarte hasta el tuétano, arrancarte el sueño, sembrarte el terror.
Y como el boom se compone de ondas expansivas, Karina consigue escribir algo que más que una novela es un tabú: 'El tercer país'. La historia de fantasía de una peste de desmemoria y locura que infesta a un territorio (más a lo Comala que a lo Macondo) y del cual deberán evaporarse sus habitantes harapientos para esquivarla y salvar el pellejo de los suyos (porque, claro, pellejo es lo único que les queda por cargar).
Millares de hordas huyen de la hediondez de la epidemia, arrastrando el mísero equipaje de aquello que venderán en el camino, cargando a sus críos que quizá más tarde mercantilizarán, conformando cardúmenes de desarrapados, que fluyen como un sucio riachuelo por las cunetas de las carreteras.
Es imposible leer esta obra y ver con los mismos ojos a los venezolanos que, como hileras de termitas, rodean nuestras asustadas realidades.
Es imposible leer esta obra y ver con los mismos ojos a los venezolanos que, como hileras de termitas, rodean nuestras asustadas realidades.
Lograr la literatura que Sainz Borgo alcanza y hacerlo desde una ficción mágica que te desahucia la paz, es digno de un boom por el que ya transitan Guillermo Arriaga y Renato Cisneros. Pero, sobre todo, leer sus reflexiones, sus dilemas, sus diálogos, hace que anudemos su hilo conductor alrededor de nuestros cuellos y que pateemos conscientemente la silla que nos mantenía cuerdos.
Hoy, con esta columna, como recientemente lo hice con el maldito de Guillermo Arriaga y hace mucho con Stoner de John Williams, busco salvarles y decirles: la esperanza de un país radica en la amplitud de la mente de sus lectores. Corran a comprar las obras de esta mujer, que le grita al mundo que si Venezuela parió a una mujer como ella, entonces Venezuela será una bestia, agonizante, que florecerá nuevamente un día.
Hoy se arrastra cargando el peso de sus villanos. Mañana se levantará porque nadie contó que sobre el cadáver de Venezuela no aparecerían larvas. Si un país concibió gente excepcional, esa es Venezuela, y esa gente que se fue pertenece al lugar donde enterraron a sus muertos y, cuando regresen, desde lo más profundo de la tierra Venezuela renacerá.
Si un país concibió gente excepcional, esa es Venezuela.
Ya que estoy embebido y embobado con ella, con la nueva ama y señora del boom, cierro con ella: "La vida fue aquello que pasó. Aquello que hicimos y que nos hicieron. La bandeja donde nos abrieron por la mitad como un pan a punto de crecer".