Leyenda Urbana
El vuelo de las asambleístas al Irán de los ayatolas: Marcela, Viviana, Pamela y Johana
Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC
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Había que oírlas hablar de los derechos de las mujeres y sus promesas de luchar por un cambio mejor. Había que verlas jactándose de buscar y propiciar la igualdad y la equidad de género. Pero qué va.
Ellas son selectivas y los derechos, dirán, son para el círculo de aliados ideológicos de aquí y de allá; para los demás, nada.
A la primera oportunidad que tuvieron, cuatro asambleístas de UNES echaron por la borda sus propias convicciones y enunciados. Y lo hicieron, sin que nadie se percatara, porque nadie tampoco se habría esperado algo así.
Las legisladoras viajaron al epicentro del discrimen y la persecución contra las mujeres; al corazón de una teocracia que las considera una suerte de esclavas a las que ordena hasta cómo vestirse, comenzando por cubrir su cabellera que no puede ser exhibida.
Desde septiembre pasado y por más de seis meses, Teherán, la capital de Irán, y otras ciudades, han sido el epicentro de lo que muchos han llamado la revolución de las mujeres.
Todo comenzó el 16 de septiembre de 2022, cuando Mahsa Amini, una joven kurda de 22 años, que visitaba Teherán, murió mientras estaba bajo custodia policial, tras haber sido detenida por la Policía de la Moral (que vigila el cumplimiento de las normas islámicas, sobre todo, de la vestimenta de las mujeres) por llevar mal puesto el velo y dejar ver su cabello.
La reacción social fue impresionante; sin precedentes.
Las mujeres, especialmente las más jóvenes, se lanzaron a las calles. Se quitaban el velo y lo quemaban y se cortaban el pelo en protesta contra el régimen.
El funeral de Masha movilizó a los universitarios. En las redes sociales se mostraron vídeos de las que protestaban y que cada día eran más, al igual que aumentaba la represión.
Pocas veces, desde el triunfo de la revolución islámica, en febrero de 1979, cuando tras el colapso del gobierno del último Shah de Persia, Mohamed Reza Pahleví, que puso fin a la monarquía, y asumía el ayatolá Ruhollah Jomeiní, la gente había estado tan conmovida y dispuesta a todo.
La Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, que había expresado su preocupación por la muerte de Mahsa Amini, denunció que la Policía había disparado municiones reales para dispersar las manifestaciones y había muertos.
En varias ciudades del mundo, en especial en Europa, hubo actos de solidaridad. Y varias figuras se cortaron el pelo en gesto de respaldo a las mujeres de Irán, donde las protestas mutaron en desobediencia civil.
En el Mundial de Catar, en su primer partido, la selección de Futbol de Irán se negó a cantar el himno nacional en solidaridad con la situación de sus compatriotas.
La protagonista de la película iraní que ganó un Oscar, la famosa actriz Taraneh Alidoosti, que apoyó a los manifestantes y denunció la brutal represión en Instagram, donde tiene ocho millones de seguidores, fue arrestada.
Recién en enero fue liberada, tras 19 días en prisión.
Las mujeres iraníes siguen resistiendo, repitiendo la consigna: "mujeres, vida y libertad", protagonizando lo que se ha llamado la "rebelión del velo".
Pero la primera vicepresidenta de la Asamblea Nacional de Ecuador, Marcela Holguín, y tres asambleístas más de UNES no se dieron por enteradas del sacrificio de sus congéneres, y viajaron a la República islámica de Irán.
Y allá se pusieron el velo, que las iraníes se quitaban.
Marcela Holguín, Viviana Veloz, que preside la Comisión Ocasional del caso Gran Padrino y busca enjuiciar al presidente de la República; Pamela Aguirre, una de las más radicales del correísmo y Johana Ortiz, diplomada en temas de género y movimientos feministas, asomaron en fotos de la agencia iraní, asistiendo al Primer Congreso Internacional de Mujeres Influyentes.
No se necesita mucha sabiduría para entender que la cita era un lavado de cara ante la opinión internacional que Teherán necesitaba de urgencia, tras las manifestaciones y la represión, por lo que en diciembre Irán fue expulsado de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de la ONU.
Ecuador también condenó la vulneración de los derechos humanos en Irán, "con ejecuciones públicas sumarias, imposición de penas de muerte y arrestos arbitrarios a los críticos al Gobierno".
Pero las cuatro viajeras miraron para otro lado y ni siquiera informaron sobre la invitación del gobierno de Irán que aceptaron.
Recién el domingo último, dos semanas después de su regreso, Marcela Holguín colgó en su cuenta de Twitter un video con su intervención en ese Congreso.
Lo hizo luego de que en las redes sociales se criticara el viaje.
En su alocución alude a la participación política de las mujeres y habla de los logros en Ecuador.
Cuando se posesionó como primera vicepresidenta, prometió que iba a luchar "con la dignidad de las mujeres que se unen para decir, a viva voz, ni una menos".
Dijo también que la suya no era solo la Vicepresidencia de UNES sino de los trabajadores, los animalistas, las mujeres, de los sin trabajo… (…). Y prometió "estar a la altura".
Ahora, ella y las tres asambleístas, deberían hablar al respecto.
La sharía (ley islámica que recoge un conjunto de los mandamientos de Alá relativos a la conducta humana) fue impuesta en 1979, cuando los clérigos tomaron el poder en Irán.
Las mujeres debieron desprenderse de sus vestidos de moda, los tacones, pantalones, blusas y más prendas, para encerrarse en un manto negro.
Por eso, Mahsa Amini, que se ha convertido en símbolo de la lucha de las mujeres, ha hecho recordar que hay activistas que llevan años en prisión por haber intentado liderar campañas por los derechos de la mujer y de los niños, o han sido obligadas a guarda silencio o buscar el exilio.
En Irán sí hay mujeres que van a la universidad y hasta hay científicas; pero según Naciones Unidas, las mujeres apenas representan 14% de la fuerza laboral.
Para aceptar un trabajo o viajar necesitan el permiso del marido. Y para casarse, el permiso del padre o del abuelo.
Pero el gobierno de Teherán cree que todo lo que está pasando obedece a una conspiración contra la república islámica, orquestada por Occidente y encabezada por Estados Unidos e Israel.
Las asambleístas, que salieron del país como en puntillas, ¿pensarán igual o les creerán a las mujeres iraníes?
Ojalá respondieran.