El Chef de la Política
¡Volvió la independencia judicial al Ecuador!
Politólogo, investigador de FLACSO Ecuador, analista político y Director de la Asociación Ecuatoriana de Ciencia Política (Aecip).
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La independencia judicial en Ecuador no estaba muerta, andaba de parranda, como dice la canción. El retorno se dio hace un par de días cuando, consciente y rigurosa como es la Asamblea Nacional, encontró que el remedio estaba en la destitución de un vocal del Consejo de la Judicatura. Fuera Murillo, bienvenida la autonomía del Poder Judicial. Bienvenida también la calidad en las decisiones de los jueces. Una reverencia adicional a la agilidad en el despacho de las causas, que ya está en marcha.
Es que Murillo en el Consejo de la Judicatura era el referente de todo lo negativo. Sin Murillo en el Consejo de la Judicatura vendrá todo lo positivo. Afortunadamente para el país, la justicia ha llegado. Qué alivio. Qué satisfacción.
¿Cómo no se van a justificar los abrazos, besos y sonrisas que engalanaron a la inmensa mayoría de respetables asambleístas? Desembarazar al país de un ser cuasi demoníaco, como Murillo, no solo merece la algarabía tras su salida. Debe ser motivo de orgullo nacional. Qué bueno.
Pero adicionalmente, Murillo es digno objeto de estudio de cualquier interesado en las Ciencias Sociales. Desde luego que sí. ¿Cómo no va a ser relevante analizar a una persona que en un poco más de cuatro años fue capaz de destruir la pulcra, íntegra e independiente justicia que tenía Ecuador?
Es que a Murillo solo le bastó llegar al Consejo de la Judicatura para desde su espacio manejar a su antojo a sus cuatro colegas de despacho, a la Corte Nacional de Justicia y a los jueces en general. Sin un pasado político partidista conocido, sin haber ostentado cargos de elección popular, Murillo fue capaz de armar todo un escenario de horror, vergüenza y descrédito del Poder Judicial, otrora respetable y acreedor a la absoluta confianza de la ciudadanía. En realidad, la Asamblea Nacional se ha quedado corta con la destitución. Para casos como estos deberíamos tener “por esta única ocasión”, la posibilidad de juicios penales sumarísimos y la cadena perpetua o la pena de muerte como sanción. Nadie podría estar en contra.
Pero como el equinoccial país es bendecido por las alturas y las bajuras, en pocos días llegará el reemplazo de Murillo y ahí sí, con absoluta seguridad, la tranquilidad estará entre nosotros y el paraíso que vivíamos hasta 2019, volverá. Afortunadamente, no hay problemas estructurales ni de fondo en la justicia nacional. Acá el problema era Murillo.
A nadie le queda duda que la Asamblea Nacional designará a alguien que sí sea digno representante de la justicia en el país. Murillo, ¡cuánto daño nos has causado! Menos mal nadie se acuerda que quien te designó fue la propia Asamblea Nacional que ahora te echa. Mejor, quienes te designaron en 2019 fueron los mismos que ahora te dejan de lado. Se habrán equivocado. Errar es de humanos. ¿Quién iba a creer que en tan poco tiempo Murillo acabaría apropiado del Poder Judicial del país?
Antes se decía que los de guayabera eran los dueños de la justicia. Bueno, eso era antes, entre el 2019 y febrero del 2024, Murillo, solito, se puso al hombro el control de todo lo que olía a proceso judicial. Pero bueno, no hay que hacer apología del mal y menos de la captura de una acrisolada justicia como fue la nuestra.
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Así razona nuestra Asamblea Nacional y así nos comemos el cuento los ecuatorianos. Asumimos que los grandes problemas del país tienen en las personas a sus responsables directos. Nos negamos a ver que hay una serie de problemas que están detrás, que son estructurales y que, sin un cambio en esas bases, los débiles desempeños de nuestra democracia van a seguir deteriorándose.
Fácilmente se puede cambiar el nombre del ex vocal Murillo por cualquier otro y la lamentable situación institucional del país no va a variar.
En el plano judicial, por ejemplo, mientras no tengamos un riguroso proceso de selección de jueces y las facultades de Derecho sigan entregando profesionales cada vez más mediocres, la dependencia de la justicia a la política no dejará de estar presente.
Como siempre, asumimos que el problema está en la superficie y no en lo profundo. Preferimos la simple, cambiar personas para que todo siga igual, o peor. No aprendemos.