De la Vida Real
Viviendo el Paro Nacional en dos dimensiones
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
Actualizada:
Viví el paro nacional en dos modalidades; la primera desde la virtualidad con celular en mano, revisando TikTok y Twitter. Y la segunda en mi casa, con mis hijos y mi marido.
Por primera vez estas dos realidades se compaginaron bien.
Estaba enterada de todo lo que pasaba mientras arreglaba la casa, hacía el almuerzo y lavaba los platos.
Seguí las manifestaciones desde todos los puntos de vista posibles; me sentía una cronista digital, sin estar en el lugar de los hechos, veía las marchas que distintas personas transmitían desde su ángulo y su perspectiva.
Al comienzo me indigné con los policías y los militares, hasta que por casualidad también vi sus transmisiones y entendí que ellos se forman para eso, que resguardar a la ciudadanía es su trabajo y su vocación. También dejé mis pasiones y me enfoqué en ver que si los manifestantes les atacan con lanzas y palos, ellos se defienden con gases lacrimógenos.
Seguí una transmisión desde Quito, que fue mi favorita. Durante todo el día se veía en vivo la cocina donde se preparaba la comida para los indígenas que llegaron a la capital.
Las cocineras no eran siempre las mismas, pero cada turno era más alhaja que el otro, daban la receta de cómo preparaban el locro de papa, el seco de pollo, el arroz con legumbres. Todo esto en seis ollas gigantes. La cocina no era improvisada, se veía que era bastante ordenada y limpia. Me daban unas ganas de meter cuchara y probar, porque se veía delicioso. Sentía que veía Master Chef sin competencia.
Mientras dejaba el celular para ayudar en las clases virtuales a mis hijos, ellos me preguntaban qué estaba pasando con el Lasso, querían saber qué dijo el Iza:
-Má, ¿hay mucha violencia hoy?
-¿Crees que hoy haya diálogo?
-Má, ¿crees que mañana ya haya colegio?
Al terminar de almorzar, mis hijos y yo nos acostábamos en la hamaca, prendíamos el celular y pescábamos alguno de los lives que se transmitían por TikTok; esa fue nuestra máxima distracción.
Ellos comentaban como si estuvieran viviendo la protesta en persona.
-Corre, corre más rápido que te van a atrapar. -Gritaba La Amalia-.
-Atrápale y métele preso a ese señor que nos quitó las clases. -Decía El Rodrigo-.
-Es la estupidez más grande del mundo que se peleen manifestantes contra policías, si los dos bandos son ecuatorianos. Además, han de ser hermanos. En todas las familias hay un policía o un militar. Me parece ridículo que los unos corran con palos y los otros con bombas. La humanidad es lo peor que se ha inventado. -Comentaba El Pacaí-.
Ellos se levantaban y yo me quedaba sola buscando más historias. Encontré una donde los policías conversaban con los manifestantes. Los unos les pedían que les regalaran mascarillas para cubrirse de las bombas lacrimógenas, y los policías decían que les trajeran café con pan.
Se reían, había entendimiento y sobre todo hablaban el mismo idioma, y con el mismo acento de la Sierra. Son detalles de los que, si no hubiera transmisión en vivo, no me enteraría jamás, pensé. Y con el dedo gordo seguí deslizando la pantalla hasta encontrar otro live más.
Lo de Puyo me impactó, porque una chica compartía con terror todo lo que estaban viviendo y pedía ayuda desesperadamente. Mientras en otro se transmitía la furia que tenía el líder indígena, y el odio hacia el Gobierno y los empresarios. No me quedé a ver. Me dio angustia y preferí enterarme por el noticiero del mediodía.
Mi hijo Rodrigo, mientras yo estaba concentrada leyendo los comentarios de Twitter, me dijo:
-Má, qué tontera, es el tercer año en toda mi vida que terminamos clases en virtual.
Y sentí mucha indignación que por las 'protestas pacíficas' se cierren las puertas de los colegios, donde los niños por fin eran felices, luego de dos años de encierro por la pandemia.
También sentí que no estaba bien no reaccionar ante la indignación que sentimos como sociedad.
El Rodri me pidió ver qué estaba pasando en las manifestaciones y encontramos un video en el que se veía a los policías descansando, entra otro policía rapidísimo haciendo la pantomima de lanzar una bomba, y los que están en el suelo, dormidos, se asustan.
Repetimos el video mil veces y cada vez nos reíamos más. En medio de toda la tragedia, angustia y el estrés que se vivió en Ecuador, el humor estuvo presente en memes y videos.
El jueves pasado entré a un chat, del valle de Los Chillos, para marchar por la paz, y dejé de sentirme lejana, me involucré y decidí salir a marchar. Dejé mi pasividad y comencé a actuar.