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Arrendar vivienda o comprarla, he ahí el dilema
Comunicadora, escritora y periodista. Corredora de maratón y ultramaratón. Autora del libro La Cinta Invisible, 5 Hábitos para Romperla.
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Los jóvenes no quieren tener una vivienda propia y muchas casas y departamentos quedan desocupados.
Antes la cosa era: nacer, crecer, estudiar y/o trabajar, casarse, tener hijos y ¡casa propia!
Ahora es: nacer, crecer, irse de mochilero, estudiar y/o trabajar, un sabático, un masterado, viajar.
¿Casa propia? Ni hablar.
¿Hijos? Tal vez uno y después de haber vivido.
Los jóvenes piensan en el presente y no hay futuro para ellos.
Nuestros papás, pre y post baby boomers, hacían carrera en la empresa donde trabajaban, buscaban tener antigüedad con una meta: mantener a la familia.
Ahorraban para los estudios de sus hijos y ahí terminaba su responsabilidad financiera con ellos.
Los hijos se independizaban y seguían, más o menos, el mismo camino.
Antes de la boda de su primer hijo, mi amigo Roberto comentó con su papá:
-Qué triste es que se vaya de la casa.
Y el papá le respondió:
-No te preocupes, luego vuelven de a dos, de a cuatro, de a seis.
¡Así es!
Marcea, mi amiga gringa, dice:
-A mí me gusta volver a la casa donde crecí. Ahí sigue viviendo mi mamá.
Lucy, estilista del norte de Quito, tercera de una familia de nueve hermanos, dice:
-Yo vi cómo mis papás lucharon por tener casa propia hasta que lo lograron.
Y añade:
-Comenzaron con un terreno donde íbamos a jugar. Después pusieron la primera planta y ahí nos pasamos a vivir todos.
Según Lucy, eran épocas en que las cosas se demoraban. Había sueños y paciencia para cumplirlos.
Las preferencias de comprar vivienda, según un artículo de PRIMICIAS de marzo 2022, son: 75% de jóvenes de 18 a 24 años, prefiere arrendar; pero más de la mitad de 25 a 34 años, sí quisiera comprar casa o departamento.
Pregunté a algunos millennials ¿por qué no quieren tener casa propia? Respondieron:
-No hace falta. Estorba. Te ata. Cuesta más que el arriendo. Si tengo algún día un departamento, lo arriendo.
Según Francisco Sabatini, sociólogo chileno, para el latinoamericano la vivienda es mucho más que un hogar, es la herencia que dejará a sus hijos.
Sin embargo, si no existe la intención de procrear, se pierde el concepto de herencia.
Por otra parte, estudios dicen que uno de cada cinco habitantes de América Latina reside en asentamientos informales.
La CAF revela que esos hogares necesitarían más de 30 años de ahorros para adquirir una vivienda de 60 metros cuadrados de precio mediano, suponiendo que destinaran el 30% de sus ingresos para ese fin.
Qué sueño tan concreto y legítimo es tener casa propia. Como toda meta, requiere orden, disciplina y, por supuesto: decisión.
En Ecuador y otros países de la región, se construyen y adjudican viviendas subsidiadas, pero no se ocupan, pues están muy alejadas de la ciudad.
Sus nuevos dueños prefieren vivir donde sus padres o alquilar habitaciones o mini departamentos cerca de sus trabajos.
Para estas personas, que en su mayoría son mujeres, la sala de la casa es la vereda, el parque, la tienda.
Cuando el entorno es sano, bello, creativo, lo ocupamos, nos recrea y nos une con la comunidad.
Un vecindario con esas características, actúa comunitaria y solidariamente, dice Fernando Carrión, arquitecto, académico y exasesor del Municipio de Quito.
Mi hipótesis es que, un vecindario de habitaciones para jóvenes anónimos, es disperso y desprotegido. Con tanta delincuencia, ¿qué se puede hacer? ¿Invitarlos a unirse, a formar comunidad?
Para quienes pueden comprar varios inmuebles, la vivienda es una inversión; para migrantes y personas en situación de calle, es supervivencia. Para la mayoría, debe ser un hogar seguro.
Durante la pandemia, Fernando Carrión, propuso el proyecto Ciudad 5D. En una nota de PRIMICIAS dice que su objetivo es que los barrios recuperen su importancia en el desarrollo de la ciudad.
Que cuenten con "escuelas, centros de salud y servicios cercanos para evitar que las personas se desplacen grandes distancias".
Esta es una tendencia que ya se ve en ciudades como París, que han aplicado la política "cuarto de hora". Es decir, que ninguna persona debería tener que movilizarse más de 15 minutos para sus actividades.
El teletrabajo ayuda a que estas actividades sean remotas, lo cual promueve la sostenibilidad.
Una solución para los jóvenes en Quito es el Corredor Metropolitano de 43 kilómetros, que plantea recuperar el espacio público en las avenidas Galo Plaza Lasso, 10 de Agosto y Maldonado con áreas verdes y adecuaciones.
El Parque Bicentenario reactivó la zona que está en su mayor parte deshabitada, pero que cuenta con todos los servicios, incluido el Metro.
Sería interesante conocer cómo van los avances del Corredor Metropolitano.