Canal cero
¡Viva la religión! ¡Abajo los masones!
Doctor en Historia de la Universidad de Oxford y en Educación de la PUCE. Rector fundador y ahora profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar Sede Ecuador. Presidente del Colegio de América sede Latinoamericana.
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El 27 de enero de 1912, don Eloy Alfaro venía a Quito derrotado. Semanas antes le habían pedido que regresara de Panamá para sumarse a la guerra civil que iba a salvar la Revolución.
Pero el gobierno liberal, controlado por la plutocracia guayaquileña, armó un gran ejército y los venció. Fue apresado a traición junto con otros jefes radicales, los llevaron a Quito en el ferrocarril que él había construido, como símbolo de progreso, para unir al país.
Llegaron a la capital el 28 de enero y fueron llevados a media mañana al Panóptico, que estaba prácticamente desguarnecido. Sus pocos guardias tenían consigna de no resistir.
La poblada penetró y asaltó las celdas. El cochero Cevallos golpeó a Alfaro y le dio un tiro en la frente. El general Páez logró disparar el revolver que tenía oculto, pero cayó. Al general Serrano lo apuñaló una mujer, que luego bebió la sangre. Al periodista Luciano Coral le cortaron la lengua. Por último mataron a Flavio Alfaro.
Los cadáveres fueron arrastrados por la poblada que gritaba: "Viva la religión", "Abajo los masones". Cinco mujeres arrastraban el cadáver de Flavio. Los grupos tomaron rutas distintas, pero todos confluyeron en El Ejido. Allí se encendió con los despojos la 'hoguera bárbara'.
Las autoridades del gobierno de Carlos Freile Zaldumbide no hicieron nada para impedirla. Algunos la azuzaron. El arzobispo González Suárez no intervino por temor a que le atribuyeran el crimen.
Se debatió mucho sobre la responsabilidad del hecho. Los alfaristas culparon al gobierno, al general Leonidas Plaza y al placismo, a los conservadores y clérigos.
Los liberales antialfaristas lo imputaron a los conservadores; éstos acusaron al liberalismo. La administración Freile simplemente adjudicó la matanza al pueblo. Se dijo que el responsable fue el propio Alfaro.
Los autores materiales del crimen fueron vistos en pleno día. Además del cochero Cevallos, el carnicero José Chulco; Rosa, alias la 'hermosa'; la 'pachacache', el clérigo Serrano con una bandera, el fraile Bravo, las 'potrancas', Adelaida Almeida, alias 'Piedras Negras', el hijo de la Pola.
Pío Jaramillo Alvarado en su acusación fiscal menciona a José Emilio Suárez, Alejandro Salvador, Julio Vaca, María Mónica Constante, Emilia Laso, y Silverio Segura. Pero insiste en que la culpa de los sindicados es mucho menor que la del gobierno de Freile, que orquestó la matanza.
El ministro Juan Francisco Navarro ordenó el traslado a Quito. El ministro Octavio Díaz habló con el cochero asesino poco antes del crimen.
Pero, por sobre todo, era responsable la oligarquía que necesitaba deshacerse de Alfaro, el caudillo popular.
Los asesinados eran masones, pero masones eran también los altos dignatarios que tramaron la matanza y la encubrieron.
¡Peleas de hermanos! Hubo curas entre los que azuzaron a los hampones y prostitutas del arrastre. Los peores crímenes son los que se cometen con el grito: 'Viva la Religión'.