Contrapunto
Vincenzo Bellini, entre el bel canto y el drama de la ópera
Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.
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La mayoría de las óperas tienen en común una estructura y un contenido parecidos; pueden estar caracterizadas por el bel canto italiano o por el drama alemán y no es difícil advertir si se trata de Mozart y Rossini o si es Gluck o Wagner.
Pero hay un compositor que modificó los esquemas, que vivió a su manera el bel canto y también el drama escénico, fue el siciliano Vincenzo Bellini (1801-1835), cuya originalidad se continúa comentando.
Contemporáneo de Gaetano Donizetti (1797-1848), y pese a que tan solo vivió 34 años, su obra se ubica en el período del melodrama romántico, considerado muy diferente al germano.
Las óperas de Bellini y Donizetti se erigen en una galería de "amantes desdichados, signados por la fuerza ciega del destino y la maldad; la renuncia y la muerte son la clave de toda solución", advierte la historiadora Pola Suárez Urtubey.
El mejor ejemplo de lo que dice la musicóloga es la ópera 'Norma', estrenada en 1831, y calificada como de una belleza dramática incomparable.
'Norma', con libreto de Felice Romani, tiene un aire gluckiano y a la vez enormes recursos románticos, una obertura monumental y melódica y un final trágico; es una de las obras que consagraron al músico entre los más ilustres de la lírica italiana.
Las excepcionales capacidades teatrales de Bellini quedan registradas en esta ópera, que contiene una de las arias más populares del siglo XIX, 'Casta Diva', y que en el siglo XX fue cantada con rotundo éxito por María Callas y por Montserrat Caballé.
'Casta Diva' es una plegaria a la luna cantada por el personaje de Norma que, según coinciden los amantes de la lírica, es el más puro fragmento de toda la época del bel canto italiano.
Estructurada en tres actos, Bellini la consideró siempre como la mejor, pese a sus dificultades vocales; lo que podría ser un problema, ese mismo hecho ha permitido que solo sea interpretada por las mejores voces de la historia de la lírica.
El drama está ambientado en la Galia de los druidas y relata los amores y celos de la sacerdotisa Norma (soprano), hija del sacerdote Oroveso (bajo).
Enamorada del procónsul Severo Pollione (tenor), con quien ha procreado dos hijos, descubre que éste tiene una relación con otra sacerdotisa, Adalgisa (mezzosoprano).
El drama comienza cuando Norma decide matar a sus hijos. Y mientras tanto, Oroveso anuncia a los druidas que muy pronto sonarán los tambores para llamar a la guerra contra los romanos.
Antes de Norma, Bellini, que escribía una ópera por año, había compuesto el drama de Shakespeare 'Capuleti e i Montecchi' en dos actos, pero no llegó a deslumbrar.
El italiano se dejó llevar por la estética belcantista y la compuso en apenas un mes y medio gracias a que había desguazado, tras un rotundo fracaso, la anterior ópera 'Zaira'.
En 1827 estrenó 'il pirata', la obra más larga de las 10 que compuso, y la que le aseguró un lugar definitivo en la vida operística italiana, afirma el musicólogo Roger Alier.
En esta partitura, Bellini logra exhibir una independencia estilística respecto a Gioachino Rossini (1792-1868), asegura el mismo Alier en 'Guía universal de la ópera'.
Este solo hecho, insiste Alier, bastaba para fundamentar una carrera brillantísima, que "si no llegó a fructificar del todo fue por la prematura muerte del compositor".
Aconsejado por Rossini, Bellini diseñó un tejido orquestal mucho más rico e interesante que el que había dispuesto para sus óperas anteriores, pero "sin renunciar a su arma predilecta: la melodía etérea y voladora, de ritmo impreciso y llena de inesperadas inflexiones", sostiene Alier.
La voz inconfundible de María Callas se aprecia muy bien en otra de las óperas de Bellini, 'La sonámbula', estrenada en 1831, considerada como la única con características bufas o semi serias, que no eran del agrado del compositor italiano.
La ópera en tres actos 'I puritani', presentada por primera vez en el Teatro Italiano de París en 1835, cautivó a toda Europa. Se dice que en el siglo XIX el mayor admirador de Bellini fue Wagner, y en el XX, Ígor Stravinski.