Una Habitación Propia
¿Quién se inventó la soledad?
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
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Jorge Carrera Andrade escribió "todo se ha inventado, mas no hay nada que pueda librarnos de la soledad".
Yo vivo sola, como tanta gente, y hay días en los que siento que es el estado natural para mí. No solitaria: sola.
Y a gusto con eso.
Hay otros días en los que me autocompadezco hasta la náusea y ese autocompadecerme me deja aturdida, como si me hubiese dado un golpe en la boca del estómago y me hubiera quedado sin aire.
En esos días me siento fracasada, perdedora, hundida, inservible. Esos días siento que mi vida, el aire que respiro, es un despilfarro.
Los otros días, los de estar a gusto conmigo y con mi casa, con tomar mis decisiones y sentir un orgullo inmenso por haberme armado una vida sin la ayuda de nadie, me planteo quién se inventó que la gente que vive sola es lamentable.
Quiero decir, a quién se le ocurrió meternos en la cabeza que hemos fracasado si nuestra casa no la compartimos con una pareja y está llena de hijos.
Hemos evolucionado a niveles demenciales, tenemos todo, todo. El otro día vi que se podían imprimir órganos vitales en impresoras 3D, la gente va al espacio, se puede operar un tumor con un tubo diminuto y una camarita.
Lo impensable se ha pensado. Lo impensable ha pasado.
Y, sin embargo, ¿por qué seguimos sintiéndonos tan extrañas cuando vivimos solas?
Al vivir a diez mil kilómetros de mi tierra, además, hago montones de cosas sola: me tomo un café en un bar, voy de compras y al cine, doy paseos, hago picnics.
Si no lo pienso, si voy en piloto automático, la soledad no me pesa nada, pero es cuando reflexiono sobre mi vida que la ola me golpea en el cogote y me lanza al suelo.
¿Por qué tengo que sentirme una perdedora por cómo se ha desarrollado mi vida?
¿Por qué tengo que renunciar a un montón de cosas que son fundamentales para mí por la posibilidad de encontrar a alguien con quien compartir mi vida?
¿Por qué tengo que reírle las gracias a alguien que no me hace reír nada más para no pasar una tarde sola tomándome una cerveza?
¿Por qué aguantar violencias, apatías, molestias, humillaciones, maltratos o simplemente incompatibilidad para no convertirme en ese ser monstruoso: la solterona?
¿Quién se inventó que estar en pareja es la única opción para las personas? ¿El cine? ¿La publicidad? ¿San Valentín? ¿Nuestros padres? ¿La genética? ¿La evolución? ¿Las revistas del corazón?
Me molesta profundamente que mis decisiones vitales estén marcadas por una programación neurológica que no he puedo controlar, que nadie puede controlar, que nos ha venido machacando los cerebritos desde que somos niñas: lo subliminal de que si nadie camina de tu mano perdiste el juego de la vida.
Hoy es un día bueno. Ya ven, puedo escribir sobre esto. Me levanté, desayuné, puse una lavadora, vi las noticias, me senté a escribir.
Hoy me he sentido una persona completa, nada perdedora.
El problema son los otros días, los días nublados, en los que mi foto de familia me asquea porque soy yo, mi gato y yo, y nadie más.
Por eso estos días, hoy, me escribo esto como una carta al futuro: no has perdido, no has perdido, no has perdido.
Ojalá me haga caso a mí misma.