Una Habitación Propia
La vida eterna de Marisela Escobedo
María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.
Actualizada:
Netflix acaba de lanzar Las tres muertes de Marisela Escobedo, un extraordinario documental que cuenta la historia de una madre mexicana que dedicó los últimos años de su vida a exigir justicia por el feminicidio de su hija de diecisiete años.
El título hace referencia a las heridas mortales que sufrió esta mujer, hoy símbolo de la lucha de las madres de niñas y mujeres asesinadas y desaparecidas. La primera, el asesinato de su hija adolescente en manos de su pareja.
La segunda, que, a pesar de todas las pruebas y de su propia confesión, dejaran en libertad al asesino.
La tercera, su propio asesinato por exponer al poder, a las instituciones, a la (in)justicia mexicana y a quienes se enriquecen y pactan con el crimen organizado en lugar de velar por los ciudadanos.
La historia de Marisela Escobedo se puede ver como una épica moderna en la que, como los héroes clásicos, ella va venciendo una serie de pruebas imposibles y desafiando a los dioses que la miran primero con indiferencia, luego con recelo y finalmente con ira.
Heroína moderna, le robó el fuego a los dioses para intentar iluminar las fosas comunes donde tiran huesos de animales y de niñas.
Se lo hicieron pagar.
Imaginen a esa mujer recorriendo a pie las distancias impensables de México para llegar a la capital a pedirle audiencia al presidente (no se la da). Imagínenla en su carro en la noche, haciendo de ese detective implacable de las películas policiales buscando al asesino de su hija (lo encuentra y la policía lo deja escapar).
Imagínenla apostándose afuera del Palacio de Gobierno de uno de los estados más peligrosos de México día y noche, noche y día, con carteles con las fotos de su hija preciosa y con las de su asesino.
Apelando al poder con la mirada bien al frente.
Todo el mundo, sobre todo ella, sabía que corría un peligro inevitable: que el hecho de que el feminicida de su hija fuera parte de Los Zetas, un cartel sanguinarísimo y con una impunidad absoluta, era garantía de que en algún lado había una bala con su nombre.
Es probable que Marisela, en esas largas noches en la plaza frente al Palacio de Gobierno, pensara que desde el día en que mataron a su hija -y desde que dejaron en libertad al que lo hizo- ella ya estaba muerta, un cadáver exigiendo justicia, y que quizás, sólo quizás, su muerte real, física, pudiera vengar las injusticias, cambiar en algo el país, poner el foco en lo importante.
En México asesinan y desaparecen a diario entre diez y once mujeres. Marisela lo sabía y dio su vida por cambiarlo.
Hoy, en cada marcha por los derechos de las mujeres, en cada manifestación, en cada concentración aparece ella en las pancartas, en las cruces, en las consignas. Marisela, la madre de todas, símbolo de las inolvidables: las niñas y mujeres que un día salieron de su casa y no volvieron nunca más.
Las tres muertes de Marisela Escobedo no solamente es un documento de la historia moderna de Latinoamérica y de las luchas sociales que, poco a poco, están evidenciando los viejos tratos de la justicia y el poder con el narcotráfico y las bandas, Las tres muertes de Marisela Escobedo es también, y quizás sobre todo, el retrato de una madre en llamas cuya valentía total surge de precisamente de haberlo perdido todo.
Las voces que se unen a la de Marisela, la mía, la suya, la de ellas, es la voz ensordecedora de quienes hemos perdido tanto que hemos perdido hasta el miedo.
Ni una menos, Marisela. No estás sola, Marisela. Tu barrio te respalda, Marisela.
Nunca más morirás.