Canal cero
La víctima del sacrilegio
Doctor en Historia de la Universidad de Oxford y en Educación de la PUCE. Rector fundador y ahora profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar Sede Ecuador. Presidente del Colegio de América sede Latinoamericana.
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En 1897 la conspiración conservadora contra el gobierno liberal de Eloy Alfaro tomó cuerpo. En la provincia de Chimborazo, Pacífico Chiriboga y Melchor Costales encabezaron una insurrección con apoyo del clero encabezado por el obispo Arsenio Andrade.
Los sacerdotes, especialmente los jesuitas, combatían al gobierno, que tenía 400 soldados en Riobamba al mando del coronel Flavio Alfaro. Las autoridades pidieron al obispo que influyera para que Chiriboga y Costales depongan las armas. Se negó, fue vejado y luego apresado. Las damas riobambeñas lograron que guardara prisión en su palacio.
El 2 de mayo, el comandante Franco con un piquete de tropa entró en el colegio San Felipe y apresó a varios jesuitas acusados de conspirar. Fueron liberados en pocas horas.
El 4 de mayo a la madrugada los conservadores atacaron. Para tomar el cuartel entraron por una casa al frente que era parte del colegio San Felipe, pero fueron derrotados. Solo siguieron resistiendo los que disparaban desde las ventanas del colegio. A las siete las tropas regulares tomaron el local. Chiriboga y Costales fueron descubiertos y apresados.
Durante el asalto, las tropas llegaron a las celdas de los religiosos. En una de ellas, el mayor Luis Soto y el capitán Eliseo Santos hallaron al superior, padre Emilio Moscoso. Se dijo que estaba sentado o de rodillas rezando el rosario. Le dispararon varios balazos y lo mataron. Por burla o para argumentar que había estado disparando, pusieron en las manos del muerto un fusil y le colocaron en el cuerpo unas cananas con balas.
Los asaltantes se llevaron dinero y saquearon aulas, laboratorios y la vivienda de los religiosos. Entraron en la capilla y abalearon los altares, rompieron la puerta del sagrario y derramaron las hostias consagradas. Algunos se las comían haciendo burla. Se vistieron con ornamentos sacerdotales y bebieron vino y aguardiente en los cálices y copones.
Flavio Alfaro había dicho a la tropa: “Maten a todos los frailes”. Pero el único muerto fue el padre Moscoso. Algunos fueron golpeados, amarrados con sogas y llevados a un cuartel.
Las protestas se alzaron en todo el país por el asesinato y el sacrilegio que las autoridades no pudieron justificar. No lograron convencer de que el padre Moscoso estaba disparando y los destrozos, sobre todo del templo, estaban a la vista.
Eloy Alfaro quería apaciguar los ánimos, pero sus partidarios pedían la expulsión de los jesuitas. No lo lograron y en unos días los religiosos fueron liberados y volvieron al colegio. Pero el obispo Andrade fue apresado y expulsado del país.
Se hicieron actos de reparación por el sacrilegio. La iglesia fue convertida en "templo expiatorio" y restaurada a base de contribuciones de los fieles. Se mandó a pintar un "cuadro alegórico" con el padre Moscoso al pie del sagrario profanado. Años después se pidió su canonización por sus "virtudes heroicas".
Los hechos del 4 de mayo ahora son motivo de reflexión sobre crímenes que se cometen al calor de la lucha política.