El buen periodismo es vital, y más aún en momentos de convulsiones extremas, como sucede en las guerras o en las pandemias.
Este oficio ha desnudado en las últimas semanas la actuación de las mafias en hospitales y escándalos de corrupción que, incluso, han salpicado a altos funcionarios del Gobierno y al círculo cercano de legisladores del partido oficialista.
En los operativos de Manabí, el pasado 15 de mayo, se incautaron más de USD 600 mil en efectivo, la mayor cantidad de ese dinero se halló en poder del asesor, mejor amigo y compadre del asambleísta oficialista Daniel Mendoza, cuyo reciente matrimonio tuvo como invitado especial en Manta al presidente Lenín Moreno.
Lucrar con la salud en medio de una emergencia que ya deja miles de muertos, adjudicando contratos inflados a empresas vinculadas, es insultante. Pero el rol del periodismo es contarlo todo, por más dura e incómoda que sea la verdad.
Sorprende que los órganos de control no actúen eficazmente, sino que esperen alguna publicación o la indignación ciudadana para hacerlo.
La visión crítica del periodismo fortalece democracias. No importan los tiempos, las plataformas o los avances tecnológicos. La esencia del buen periodismo debe mantenerse a lo largo de la historia: contraste, equilibrio, independencia y, sobre todo, verificación.
Hay una frase que aprendemos en las facultades de comunicación: Just the facts (solo los hechos). Y son los hechos, las cifras, los contratos, los personajes los que han mostrado el rostro más cruel del sistema sanitario público ecuatoriano.
La esencia del periodismo siempre ha estado en la disciplina de la verificación. Este proceso tiene sus orígenes en Estados Unidos en 1906. Entonces, un grupo de periodistas de la revista McClure publicó la historia de la industria petrolera Standard y se revelaron los actos de corrupción cometidos en el Gobierno del tan amado presidente Theodore Roosevelt.
Los investigadores también eran llamados los muckrakers (husmeadores de basura o rastrilleros de estiércol), término que les dio Roosevelt en un discurso porque -según él- “solo sabían hurgar en lo negativo de las personas”. Un vano intento para desprestigiar a los periodistas.
Ya entonces había conciencia de estar creando una nueva forma de periodismo: la denuncia. Por eso, es primordial que el periodista verifique los hechos en cualquier investigación; para avalar fuentes, datos y versiones.
Elementos que, en 1996, el periodista y escritor Gabriel García Márquez, Nobel de Literatura colombiano, defendió: "la investigación no es una especialidad del oficio, sino que todo periodismo tiene que ser investigativo por definición".
Otro de los casos más reconocidos es el emblemático Watergate: en 1972 cinco hombres fueron detenidos mientras leían archivos e instalaban micrófonos ilegalmente para escuchar conversaciones en una oficina del Comité Demócrata, en el edificio de Wategarte, en Washington.
El diario The Washington Post inició una serie de investigaciones que revelaron los hechos de espionaje y sabotaje antes, durante y después la elección del expresidente Richard Nixon.
Eso condujo a la dimisión de Nixon. La entonces directora del diario, Katharine Graham, reveló en su libro Historia Personal lo que tuvo que pasar: “En el momento la historia había avanzado tanto que cuando nos dimos cuenta ya nos habíamos metido profundamente en la corriente. Una vez me encontré en las aguas más profundas, no había vuelta atrás”.
La investigación es parte medular del periodismo como lo reconoce Luis María Ansón, exdirector del diario ABC de España: "Asume la parte más delicada y difícil en esa misión de defensa de la transparencia democrática, al sacar a luz los casos, a menudo ocultos e invisibles por su propia naturaleza".
Por eso soy periodista. Para contar esa verdad siempre incómoda.