La feroz venganza de Vladímir Putin y la Asamblea de Ecuador
Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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En La Capilla del Hombre se puede ver el impactante mural de piezas móviles que Guayasamín pintara en homenaje a Lídice, un pueblo de Checoslovaquia borrado del mapa por los nazis en la Segunda Guerra Mundial.
Pasó que, en 1942, dos hombres de la resistencia checa lograron eliminar a Reinhard Heydrich, el jefe de la ocupación. Enrabiado y paranoico, Hitler ordenó en venganza una sangrienta, operación punitiva, cuyo clímax aconteció en Lídice.
Allí, las tropas nazis rodearon a la población civil, fusilaron a los hombres, enviaron a mujeres y niños a los campos de concentración, arrasaron el pueblo, sin dejar, literalmente, piedra sobre piedra.
Murieron en total 340 habitantes y Lídice entró a la historia universal de la bestialidad humana. E ingresó también a la serie 'La Edad de la Ira' del pintor ecuatoriano.
¿A qué viene esto?
Pues a que la semana pasada la resistencia ucraniana hizo estallar un camión en el puente que une la ocupada región de Crimea con Rusia. Una vía estratégica de aprovisionamiento de combustible, tropas y armamento para el ejército invasor.
Paranoico y feroz, Putin reaccionó igual que Hitler hace 80 años: ordenó como venganza el lanzamiento de oleadas de misiles y drones contra objetivos civiles en muchas ciudades de Ucrania, empezando por Kiev.
Antes había calificado al ataque al puente como un acto terrorista: él, que invadió un país independiente y cuyas tropas llevan siete meses de bombardear ciudades y torturar y masacrar a civiles por cientos, como lo prueban las fosas comunes descubiertas en los territorios liberados.
El mensaje a Occidente de esta brutal y desproporcionada represalia es claro y aterrador: me importan un bledo los derechos y las vidas humanas. Cuando lo necesite, usaré las armas nucleares, pero no voy a perder esta guerra que la empecé yo.
Endureciendo aún más esa estrategia, ha encargado el mando de todas las fuerzas de ocupación al general Surovikin, quien tuvo a su cargo arrasar la ciudad siria de Alepo y cuya brutalidad le ha ganado el apodo de General Armagedón entre sus pares rusos, que ya es decir.
La misma palabra que usó Joe Biden cuando advirtió a Rusia que, si usan armamento nuclear, se desatará el Armagedón; es decir, la bíblica batalla del fin del mundo.
Aunque no habrá que esperar mucho, ya que Putin y Sorovikin, el carnicero de Siria, la están desatando con sus redobladas atrocidades.
No en vano, la OTAN realizará la próxima semana ejercicios de disuasión nuclear. Y la mayoría de países de la ONU, incluido Ecuador, exigen a Rusia que termine esa guerra de conquista y no reconocen sus anexiones.
Pero acá, mostrando que siempre se puede caer más bajo, siete asambleístas invitados con todo pagado por Noboa Azín, de la exportadora de banano más grande del país, viajaron felices de la vida a Moscú a reunirse con autoridades de ese gobierno criminal para aumentar el intercambio cultural y ser utilizados como propaganda del régimen ruso.
Eso pone a la Asamblea Nacional en el mismo saco que Trump, Bolsonaro y que los presidentes de Cuba, Nicaragua, Venezuela y Bolivia, sumados a los correístas y otros 'revolucionarios' que consideran a Putin como un aliado fundamental de la izquierda que ellos encarnan.
Una prueba más de que las viejas categorías de izquierda y derecha significan tan poco, ya que Putin y sus métodos son admirados por ultras y dictadores de lado y lado.