Cómo curar a nuestras calles de la vehiculitis aguda
Aprende, investiga y enseña sobre cómo interactúan los humanos con su entorno. Biólogo, profesor de la Universidad de Cuenca y cofundador de LlactaLAB Ciudades Sustentables.
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Hay una idea fundamental que desapareció en nuestras ciudades durante las últimas décadas: "Las calles son para las personas, no para los autos".
Puede leer esta frase nuevamente para reparar en su significado. No es una utopía hipster, es simplemente parte fundamental de lo que hace que una ciudad sea una buena ciudad.
Aunque parezca extraño, la idea de la calle como un espacio exclusivo para autos es algo relativamente nuevo.
Las calles solían ser multifuncionales y flexibles, y acogían en el mismo espacio múltiples actividades, además del paso de vehículos y de personas, conversaciones y cotilleos, canchas de futbol improvisadas, pequeñas ventas, pistas de patinaje.
A lo mejor pertenezco a la última generación de niños que jugó en la calle. Cuando pasaba un carro, simplemente nos hacíamos a un lado. Si era penal, el conductor esperaba y si había gol pitaba celebrándolo.
Pero de repente todo cambió. Nos dijeron que era peligroso estar en la calle, y que los autos necesitaban ir más rápido.
En la universidad, los estudiantes de ingeniería aprendían que una calle necesitaba tener todo el ancho posible para que cupieran más autos.
El espacio que quedaba podía utilizarse para aceras. Se invirtieron inmensas cantidades de dinero en pavimentación. Y mucho menos, o casi nada, en los espacios peatonales.
Este fenómeno llegó tarde a las ciudades latinoamericanas. Ya en la década de los 30, en Estados Unidos, la industria automotriz hizo un fuerte lobby para posicionar la calle como un espacio exclusivo para automóviles.
Hubo potentes campañas de 'Educación Vial' para enseñar a las personas que debían comportarse bien y no caminar por la calle.
Promovieron el término 'jay walking' (caminar como campesino) como forma despectiva para referirse al peatón que estaba en la calzada.
Casi un siglo después, hemos descubierto que nuestras calles están enfermas. Y es que el tráfico y la congestión se han vuelto una patología crónica.
Los gobiernos locales han intentado resolver el problema ampliando más las calles, como si comprarse ropa más amplia fuera a solucionar los problemas de sobrepeso.
La relación del tráfico vehicular con la obesidad va más allá de una metáfora: Muchos estudios han demostrado que las enfermedades asociadas con el sedentarismo (como la obesidad y los problemas cardiovasculares) son más recurrentes en ciudades con una alta tasa de motorización.
Esto es aún más grave para los grupos vulnerables, como niños o los adultos mayores. En Ecuador, donde tres de cada 10 menores de edad sufre de sobrepeso u obesidad, según la encuesta nacional de salud, el asunto debería ser prioritario en las políticas públicas de los municipios.
Necesitamos curar las calles. Atender el problema con la misma responsabilidad que la medicina trata a un paciente crónico.
La dieta de autos es necesaria pero no suficiente. Crear calles saludables implica tener vías más seguras, más amigables y más inclusivas.